Animal Man de Grant Morrison (nº5): El evangelio según San Coyote

El Coyote y el Correcaminos

A algunos niños nos hicieron sentir que éramos los raros de la clase cuando explicábamos que los dibujos animados del Correcaminos y del Coyote nos provocaban tristeza si los sentíamos desde el punto de vista del Coyote, golpeado, despeñado, explotado, aplastado, requeteaplastado y vuelto a aplastar por tercera, cuarta y quinta vez en cada episodio. A algunos se nos ocurría que el Coyote ejercía de verdadero protagonista de los cortos de animación —un antihéroe sufriente—, y que el Correcaminos, al contrario de lo que nos querían vender, se comportaba como un villano.

La maldad del Correcaminos quedaba en evidencia por su manera de actuar. El Geococcyx californianus jugaba con ventaja. Como el espectador, el Correcaminos parecía consciente de que el Canis latrans jamás lo atraparía, porque de eso trataba esa versión desértica del universo warner: un bucle infinito en el que Wile E. Coyote siempre fracasaba. Un suplicio eterno para un Coyote que perdía de una forma bastante patética y que salía herido en cada corto. El Correcaminos, como el espectador, sabía dónde estaba situada cada trampa y cómo la había montado el Coyote. El Correcaminos jugaba con la colaboración del guionista de cada historieta, el cual siempre se podía sacar de la manga alguna doblez imposible espaciotemporal o incluir alguna transgresión de la leyes físicas para que el Correcaminos escapara y el Coyote siempre cayera desde las alturas y se estrellara contra el suelo. La gracia de los dibujos, claro, consistía en que después de que Wile E. Coyote sufriera la atracción de la gravedad (a los correspondientes 9,8 metros por segundo cada segundo o a otra aceleración, eso también dependía del guionista) y formara un cráter en el suelo, debía levantarse con magulladuras y muy dolorido, pero nunca moría.

El castigo de Sísifo multiplicado por diez, con la misma desesperación, pero con más dolor físico y con las risas añadidas de quienes observan cómo el castigado se hunde una y otra vez. Una variante del mito de Prometeo (al que un águila le devora el hígado, órgano que vuelve a regenerarse para que el ave vuelva a comérselo al día siguiente), pero con carcajadas. Al exponer el ciclo del Coyote de esta manera, la respuesta de los otros niños, y más tarde de los adolescentes, era invariable: sólo son dibujos para reírse un rato, hay que pasarlo bien y ya está, pero qué ideas más enfermizas se te ocurren. Se trataba de un informe en minoría que provocaba casi siempre la misma respuesta: el rechazo mayoritario de aquellos a quienes exponías este enfoque, que rechazaban la propuesta y continuaban formando parte del bip bip team, esto es, del lado correcto y feliz de la existencia. Quienes sentíamos empatía por Wile E. Coyote y no nos reíamos con los cortos acabábamos sintiéndonos mal. Debía existir algo erróneo en nuestra manera de ser y de interpretar los dibujos animados. Quizá tenían razón. Tal vez algunos éramos retorcidos y no nos sabíamos divertir. Lo kafkiano no se hallaba en aquel universo cerrado de dos protagonistas en carrera continua, los kafkianos éramos los miembros del Coyote team.

Hasta que en 1988 llegó el cómic nº 5 (The Coyote Gospel) de Animal Man de Grant Morrison.

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Crónica de San Diego Comic-Con Málaga

Escribo este texto tras ni siquiera 24 horas pasadas del final de la San Diego Comic-Con Málaga. Podemos afirmar que es evidente que existen dos visiones opuestas de la convención. Yo añadiría una tercera que no es la más frecuente pero que quizás sea la más ajustada a la realidad.

Anticipo que hablaré desde dos experiencias como invitado: la primera en la Comic-Con de San Diego de 2023, que me conmocionó, y esta que acaba de terminar. Me parece importantísimo hablar desde el conocimiento de lo que es y de lo que te cabe esperar si visitas la de San Diego para que no te lleves sorpresas al entrar en la de Málaga.

La primera visión sobre la de Málaga sería la de tantísimos aficionados que consideran que ha sido un absoluto desastre. Entre ellos, yo los dividiría entre dos grandes sectores: los que han estado, cuyas opiniones me interesan, y los que no, cuyas opiniones… me interesan menos.

Esta primera visión tiene su crítica central en las enormes y eternas colas que se han debido sufrir para entrar al recinto. Es un hecho, como atestiguan los numerosos vídeos que van apareciendo. Ha sido así. Pagar cincuenta euros y sufrir dos horas de cola (e incluso más en algún caso) para entrar resulta difícilmente excusable. A este hecho deben unirse otros como las colas para la comida y para el agua, la dificultad para encontrar plaza para las actividades, los precios de la comida, los previos de las firmas, la escasa presencia de cómics y la ausencia de productos que no puedas adquirir en tu misma ciudad sin tener que desplazarte cientos de kilómetros, con todo lo que implica. Al menos, estos son lo que me han llegado.

La segunda visión es la de los invitados, que hemos vivido una experiencia única, inigualable. Al menos en mi caso, he disfrutado de una organización incluso mejor y más profesional que la que vivimos en San Diego, sin que aquella fuera mala en absoluto.

Evidentemente, son dos visiones irreconciliables.

¿Cuál sería la tercera mirada?

La de quienes dicen que sí, que ha habido aspectos muy, muy criticables, pero que han disfrutado mucho e incluso les gustaría volver el año próximo. Piden, por supuesto, que se remedien los defectos que se han indicado.

En todo este laberinto, conviene sobre todo entender quién es el responsable de cada problema (no, no todo ha sido responsabilidad de la organización), qué se ha podido solucionar con rapidez, qué actitud se ha tenido y cómo remediarlo para las futuras ediciones.

Y si la San Diego Comic-Con Málaga vale o no la pena, claro.

Vamos con la primera visión.

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Marvel Cómics. La historia jamás contada, de Sean Howe

Marvel Comics. La historia jamás contadaSean Howe aborda en este libro un relato de la historia de Marvel desde sus primeros tebeos de superhéroes a finales de los años 30 hasta hace un lustro. Un repaso que, de manera inevitable, es el relato de la vida profesional de las personas que fijaron su curso durante este tiempo. Desde la faceta creativa, fundamental para entender una de las manifestaciones cruciales de la cultura popular del siglo XX, pero también desde una perspectiva empresarial. Los auges y caídas del mercado, la búsqueda de nuevos yacimientos de lectores, la obsesión por penetrar en el mundo del cine, los acuerdos de distribución para llegar a los puntos de venta en un país de dimensiones continentales… no han sido solo causa de sus descalabros más sonoros sino que sentaron las bases de los factores que han modelado el mundo del cómic estadounidense a lo largo de siete décadas.

La historia de Marvel se puede tomar como un paradigma de multitud de empresas en el capitalismo contemporáneo. Su motor se ha alimentado del talento y de la capacidad para prever el curso del mercado, pero también, y muy especialmente a partir de la década de los 80, del crecimiento continuo a través del endeudamiento. Más personajes, más trabajadores, más tebeos, más clientes, más publicidad, más ingresos y, llegado el momento, la adquisición de nuevas empresas para ganar tamaño y llegar a nuevos mercados. El mecanismo para obtener el capital necesario, aparte de una controvertida salida al mercado bursátil, fue una deuda en aumento alimentada por una burbuja hinchada con cada nuevo gestor. El epítome se alcanzó durante la década de los 90. Una época de bonanza para los creadores, donde guionistas de medio pelo como Scott Lobdell amasaban 85000 pavos al mes y proliferaban copias malas de Jim Lee o Rob Liefeld, pero también de una ahora casi olvidada bancarrota.

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