Jesús Torbado y las gracias de la ucronía

En el día de hoyDe todas las posibles formas de impugnar la realidad que heredamos, es probable que la ucronía sea la que lo haga con más radicalidad. La ucronía propone una alternativa paralela, un escenario aparte, que es, en sí mismo, una refutación en bloque de lo que asumimos como historia. Se puede impugnar la historia con intenciones reparadoras, justicieras; o se puede jugar a imaginar, con la historia, algo aún peor de lo que tenemos. Por tanto, es fácil deducir que hay dos tipos de escenarios: las ucronías positivas y las negativas. El caso más conocido de ucronías negativas seguramente sea el de la novela El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, y, dentro de nuestras letras, el caso inverso sería, imagino, el de la novela En el día de hoy, de Jesús Torbado. En la de Dick asistimos a una realidad en la que los alemanes y los japoneses ganan la Segunda Guerra Mundial; en la de Torbado, una en la que la República gana la Guerra Civil.

(También está claro que la ucronía positiva, como En el día de hoy, puede ser, para algunos –no tan pocos– la peor pesadilla).

La ucronía usa de la historia como elemento narrativo principal; en palabras del ensayista David Seed en Science Fiction. A Very Short Introduction, sobre El hombre en el castillo, hay, en la ucronía, una “escéptica atención a la historia como constructo narrativo”. Claro, se atreve el ucronista a descreer de lo que ve (de ahí que Dick entendiera tan bien las posibilidades y la envergadura del subgénero), y ven la historia como un lienzo dúctil que se puede destejer para volver a tejerlo, después, con otros propósitos libres, críticos o lúdicos. Al contrario que en la novela histórica, la historia es aquí la pared de frontón sobre la que rebotan, irónicamente, los hechos ucrónicos: hablan e interactúan creando unas sinergias que se espesan, alejadas de la oficialidad, para configurarse en un ente paralelo, alejado y autónomo, que descree de su modelo.

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