A punta de espada, de Ellen Kushner

A punta de espadaLas historias de capa y espada tuvieron su momento y resulta complicado que vuelvan. Los tiempos oscuros de una edad media reformulada parecen más apreciados para las habituales luchas por el poder en los que se mueve la fantasía, sin espacio para ciertas miradas ilustradas al campo de la política o la perspectiva sobrenatural. Dejando a un lado Las mentiras de Locke Lamora, quizás la obra más conocida llegó a España con dos décadas de retraso; se publicó en EE.UU. en 1987 y tardó aproximadamente veinte años en traducirse.

Su título y esta entradilla pueden resultar ligeramente engañosos. Aunque los combates a espada, su aprendizaje y su utilización para dirimir disputas más allá del simple honor, tienen importancia en el argumento de A punta de espada, en sus páginas apenas hay un puñado de duelos. Su argumento tiene más que ver con las desavenencias entre los diferentes nobles que buscan hacerse con los puestos más decisivos en el control de una ciudad y del estado del cual es capital. Así, en general, porque Ellen Kushner decide no entrar en demasiados detalles de albañilería de mundo, dejando multitud de cuestiones detrás de las bambalinas. Una decisión de lo más acertada: mantiene una agilidad pareja al suspense sobre el cual trabaja.

Este es uno de los detalles que más puede disuadir al lector adicto a los escenarios y atrezos rococós. Aunque el lugar narrativo en el cual se desarrolla A punta de espada no parece ser el nuestro, los elementos de los que hace uso lo sitúan como un mundo primario con alteraciones mínimas que, sobre todo, afectan a cómo los mencionados duelos se convierten en un mecanismo de acción política en La Ciudad. Una urbe cuya estructura jerárquica, surgida de la revolución que condujo al final de la monarquía, grita a todo pulmón serenísima república. Su organización se sostiene sobre una oligarquía de nobles que hacen y deshacen a su antojo a través de un delicado equilibrio. A la vista ejercido por un pequeño consejo y diferentes cargos electos, y bajo la superficie mediante unos niveles de confabulaciones que permiten la contratación de espadachines para retar a personalidades y poner en solfa sus políticas, llegando a quitarles de en medio.

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El privilegio de la espada, de Ellen Kushner

El privilegio de la espada

El privilegio de la espada es la segunda novela que traduce Bibliópolis de Ellen Kushner. Una narración más extensa situada en el mismo universo creativo que A punta de espada que proporciona el aliciente de ver dónde y cómo se encuentran sus protagonistas varios lustros más tarde sin ahuyentar a los nuevos lectores: se puede seguir sin necesidad de haberla leído. Una circunstancia que no es baladí en estos tiempos de series que no bajan de los tres libros. Su punto fuerte, la característica que la diferencia del resto de obras en el mercado y le dota de su propia personalidad propia, es su condición de novela de aventuras especialmente indicada para el público femenino juvenil. No se me entienda mal; los que disfrutaron con A punta de espada seguro que también lo harán con El privilegio, y aquellos que busquen un relato que mezcle romanticismo, intriga palaciega y crecimiento interior encontrarán aquí una interesante piedra de toque. Pero hay una serie de características que orientan El privilegio de la espada hacia un determinado tipo de lector, que tendrá bastante fácil empatizar con su protagonista. Una adolescente llamada Katherine Talbert.

Katherine vive junto a su madre y su hermano en una hacienda en el campo, pero se ve obligada a dejarlos debido a un antiguo pleito con su nuevo tutor, el duque de Tremontaine. «Maniatada», viaja a la ciudad con la ilusión de, a su sombra, hacer realidad el sueño de la mayoría de adolescentes de su edad: una vida de amigas de alta alcurnia, lustrosos vestidos, fiestas espectaculares, su primer romance… Sin embargo en cuanto llega a su destino descubre que su tío el duque le ha preparado un modus vivendi diametralmente opuesto; la viste con ropa de chico, la aleja de la «buena» vida y comienza a entrenarla en el uso de la espada. Un arte reservado a unos pocos hombres que dirimen las cuestiones de honor entre los nobles. Al comienzo se rebela contra su situación pero poco a poco… en fin, ya se imaginan.

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