Luz negra, de Pedro Berruezo

Luz negraFlorence Balcombe fue la mujer de Bram Stoker. Después de la muerte del escritor, manejó con puño de hierro los derechos de su obra; para qué negarlo, más allá de Drácula un terreno poco productivo. El hito más recordado de su guardia fue su empeño por destruir todas las copias del Nosferatu de Murnau, una adaptación de Drácula convertida en un éxito del cine mudo que pudo perderse del todo. Pero, ¿y si detrás de su perseverancia hubiera más que una batalla por defender su estatus económico o aleccionar a quienes desearan hacer otra adaptación sin permiso? ¿Y si la proyección de la película no fuera un simple acto de difusión cultural y Balcombe estuviera protegiendo la misma realidad de quienes desean desmantelarla para rehacerla a su imagen y semejanza?

Hay mucho en Luz negra de la concepción de Tim Powers de la fantasía oscura. No tanto en la redacción del texto, que obedece más a un thriller entre el terror y la fantasía oscura, con diversos personajes atrapados en un delirio de horror cósmico, como en el fondo. Sobre todo en un argumento enhebrado alrededor de una serie de acontecimientos donde detrás de lo factual anidan pactos mefistofélicos, seres preternaturales aguardando a entrar desde el otro lado del velo o una búsqueda que desata fuerzas hibernadas durante décadas. Con piruetas metaliterarias que ahondan el calado de este deslizarse por los huecos de la Historia para explorar el potencial del arte como herramienta para modelar el mundo.

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Hollywood maldito, de Jesús Palacios

Hollywood malditoJesús Palacios es perro viejo. Un libro sobre películas con rodajes problemáticos y un aura de malditismo no sería tan atractivo como un libro sobre películas con rodajes problemáticos y un aura de malditismo en las que sus creadores bien desearan alterar la realidad a través de sus imágenes, bien hubieran puesto de manifiesto una serie de energías telúricas, imposibles de explicar desde el ámbito de la razón, que acarrearan un sino fatal para una parte de los involucrados. Más o menos esto es lo que defiende en Hollywood maldito. Desarrollarlo ya es harina de otro costal.

Cada capítulo de Hollywood maldito se centra en una película para, a través de ella, tratar los entresijos de su producción, los avatares que se produjeron durante sus rodajes o en etapas posteriores, las muertes asociadas, su halo misterioso/macabro, la supuesta base real en la que una parte se inspiró, la relación con el mundillo esotérico de alguno de sus creadores… Todo convenientemente mezclado y con las dosis de carnaza necesarias para enriquecer una exposición en la que varios de los hilos conductores funcionan adecuadamente. Por ejemplo el tránsito del cine de terror desde la voluntad de alentar sentimientos atávicos a partir de la imaginación, lo no-real, a trabajar con una materia prima extraída de supuestos hechos reales; cómo de las grandes criaturas del cine clásico se pasó a un grueso de producciones basadas en exorcismos, posesiones demoniacas, casas embrujadas y todo un cúmulo de variaciones. El discurso es sugerente y se ve enriquecido con todo tipo de reflexiones paralelas, como cuando expone cómo los falsos documentales y los efectos especiales han difuminado los límites entre realidad y ficción hasta el punto de cerrar la puerta a nuevas películas malditas.

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