Verdadero creyente. Auge y caída de Stan Lee, de Abraham Riesman

Verdadero CreyenteNo hay nada más disfrutable para un lector de tebeos de supehéroes que una discusión estéril. Cuando eres joven te peleas sobre si es más fuerte Hulk o La Cosa; si el Capitán América sería capaz de vencerle a Batman en un uno contra uno. Cuando creces y maduras un poco empiezas a abrir nuevos campos: ¿es mejor el Hulk de Bill Mantlo o el de Peter David? ¿Quién es más Batman, el de Englehart y Rodgers o el de O’Neill y Adams? ¿Mola más el Excalibur de Claremont con Davis o el de Davis en solitario? Y cuando ya empiezan a preocuparte temas creativos, abres el melón definitivo: ¿quién merece el crédito por los grandes personajes del Universo Marvel? Esos que sostienen la editorial desde principios de los años 60 y alrededor de los cuales giran la mayoría de las películas que arrastran decenas de millones de espectadores sin asomo de agotar su veta. De la terna de nombres sobre los que gira siempre la discusión (Jack Kirby, Steve Ditko y Stan Lee), puedes darle vueltas a multitud de asuntos, y llegar a conclusiones más o menos fundadas. Pero lo que resulta titánico es socavar la percepción más extendida en el acervo cultural compartido: Stan Lee fue el creador del Universo Marvel.

Inevitablemente, una de las posibles claves de Verdadero creyente es arrojar luz sobre la respuesta a esta pregunta, a estas alturas un imposible. La presencia mediática de Lee; la muerte de Kirby antes de que un buen biógrafo pudiera dar forma a su recuerdo; el aislamiento y la peculiar forma de ser de Ditko; la carencia de habilidades comunicativas de ambos dibujantes; la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre qué significa crear en un contexto como el del mundo del cómico a mediados del siglo XX, explican que apenas desde el mundo del tebeo se reconozca su papel en la creación de Los Cuatro Fantásticos, Hulk, el Doctor Extraño, Daredevil, Spiderman…

Riesman monta su caso de manera inteligente y demoledora. Más allá de los inevitables dimes y diretes de los implicados en la cuestión, capítulo a capítulo abre una mirada a un Stan Lee más allá del Universo Marvel. Sus intereses abordados antes de la creación de los superhéroes más conocidos, los trabajos paralelos realizados durante aquellos años más allá de su labor editorial, y todo lo que afrontó cuando dejó de lado los guiones de Marvel, después su responsabilidad editorial dentro de la casa y, finalmente, se lanzó a diversas tareas en otros sellos escasamente conocidos en España. Este Lee, en general desconocido, se cuenta en Verdadero creyente como una persona atrapada en el mundo del tebeo y, posteriormente, los superhéroes, muy consciente de su papel como editor, necesitado de mantener un tren económico creciente e incapaz de crear nada memorable más allá de los personajes surgidos de su colaboración con Kirby y Ditko.

Vivencia a vivencia, Riesman deja al descubierto detalles de buen profesional, de mal compañero, de pésimo hermano, de padre protector, de mentiras incomprensibles… hasta erigir un retrato polifacético. En esta descripción la imagen que de sí mismo tenía Lee, asentada en su biografía, un borrador previo que quedó sin publicar, numerosas entrevistas y reportajes, se templa con las opiniones de quienes fueron sus amigos, quienes estuvieron a su cargo y mantuvieron un buen recuerdo de su etapa profesional, de quienes terminaron enfrentados a él. Y también con hechos incontrovertibles que ponen en solfa detalles que Lee había utilizado para asentar su relato. Fruto probablemente de lo aprendido al servicio de propaganda de su país durante la Segunda Guerra Mundial.

Con el transcurrir de las situaciones y los años es evidente que Lee no era consciente de lo fácil que sería revelar ciertas situaciones de su vida más allá de lo que él contara. De la mano camina la nula importancia que tuvieron para los dibujantes sus derechos durante décadas y cómo las editoriales se aprovecharon de esta ceguera… y del interés de sus asalariados para mantener unos contratos de trabajo sin los cuales hubieran caído en una precariedad temible. No queda duda del papel de Stan como hombre de empresa en multitud de situaciones como el intento de muchos creadores por fundar un sindicato que les permitiera defender sus derechos.

Abraham RiesmanEsta mirada de Riesman puede antojarse despiadada; su mazo no ceja de golpear el mito que Lee había levantado alrededor de su vida y su trabajo. Un éxito inevitable, consumación de una labor de dos décadas en el mundo del naciente mundo del cómic. Sin embargo, no encuentro ánimo de destruirla sino de modelar la hagiografía asentada en el imaginario colectivo hacia una descripción más acorde a lo que debió ser. Alguien que supo manejar un proyecto editorial capaz de enganchar con los jóvenes de los años 60, poner en boca de sus personajes unos diálogos vibrantes, hacerles vivir en un mismo universo y dotar a sus historias de una continuidad hasta entonces inexistente. También un individuo repleto de complejos, atrapado en un medio que consideraba menor; un profesional incapaz de aceptar la contribución de una serie de dibujantes a los que, sistemáticamente, les negó el pan y la sal y a los que puso todo tipo de palos en las ruedas para evitar que recibieran cualquier crédito.

Esta definición de luces y sombras entra en un territorio inhóspito cuando se llega a la década de los 90 y al paso por dos empresas: Stan Lee Media y POW! Entertainment. Ambas fruto de la manifestación en la vida de Lee de una serie de personajes a cada cual más turbio que dan la vuelta a la percepción de persona de éxito mundialmente reconocido. El patetismo de ver a un señor mayor moviéndose en la telaraña creada por unos embaucadores sin escrúpulos sobrepasa cualquier comportamiento reprobable del propio Lee hasta que surge la duda de su grado de conocimiento de lo que estaba ocurriendo. Si, en diversa medida, pudo participar del engaño para mantener el estatus económico familiar.

El retrato de Stan Lee de Verdadero creyente ha sido tildado de sesgado por gente que trabajó con Lee (sobre todo Roy Thomas, que aporta alguna evidencia sobre guiones escritos por Lee que Riesman no menciona). Sin duda en su manera de manejar los testimonios, de evitar caer en sentencias rotundas, de evocar una figura con luces y sombras, Riesman puede, como decía antes, estar ajustando cuentas con la imagen paradisíaca de Lee presente en los medios de comunicación del entretenimiento y el espectáculo tras el megaéxito de universo cinematográfico Marvel. Pero si este fuera el caso, hay en Verdadero creyente una indagación apasionada de quién era la persona detrás del personaje público que merece la pena ser descubierta. Por el propio hecho en sí y por cómo expone multitud de aspectos en el origen de fenómeno cultural que domina la industria del entretenimiento 60 años después de desencadenarse.

Sobra decir que el trabajo editorial de Es Pop Ediciones es ejemplar una vez más. Aparte de una intachable traducción de José María Méndez, acompaña el texto de las notas y las fuentes utilizadas por Riesman y mantiene un índice onomástico que permite consultar cualquier detalle. Un libro para ser disfrutado durante su lectura y, a diferencia de la inmensa mayoría de libros de divulgación que pueblan las librerías, ser consultado posteriormente si es necesario. ’nuff said.

Verdadero creyente. Auge y caída de Stan Lee, de Abraham Riesman (Es Pop Ediciones, 2022)
True Believer: The Rise and Fall of Stan Lee (2018)
Traducción: José María Méndez
Tapa blanda. 464pp. 22,95 €
Ficha en la web de la editorial

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