Terra Nova vol. 2

Terra Nova vol. 2

Un año después del primer Terra Nova nos llegó el segundo volumen, con un claro salto cuantitativo: más páginas, más autores, más traducciones. La principal artífice de este impulso es la nueva editorial bajo la cual se publica: el nuevo sello del conglomerado Penguin Random House Mondadori (¿me olvido de alguien?), Fantascy, que ha apostado por la antología seleccionada por Mariano Villarreal y Luis Pestarini como uno de sus buques insignias. La consecuencia más evidente se puede observar en la edición en papel de la nueva entrega: ha multiplicado su visibilidad varios órdenes de magnitud. Además, respetando el precio anterior, la edición electrónica está por debajo de los 4 euros; un acicate para cualquier lector con ganas de acercarse a la ciencia ficción más actual en formato breve.

Cualitativamente, sin haber leído al completo el primer volumen, me atrevo a decir que también hay una ligera mejora. Echo en falta historias de entidad equiparable a “El zoo de papel” de Ken Liu o “El ciclo de vida de los objetos de software”, pero el nivel medio está más cohesionado. Ayuda que más de la mitad de los once relatos sean extranjeros, además de la relativa “trampa” hecha con el material escrito en nuestro idioma; cuatro de las cinco piezas habían sido publicadas con anterioridad.

Se me hace complicado no comenzar este breve repaso con el relato de Ken Liu. No por nada “El zoo de papel” es la pieza más recordada del Terra Nova vol.1. Si no me equivoco, “El hombre que puso fin a la historia” es el tercer cuento de Liu traducido en España y una nueva muestra de su versatilidad a la hora de acercarse a algunos de los temas clásicos de la ciencia ficción. Aquí en concreto a la posibilidad de observar el pasado y cómo se enfoca, y se explota, la memoria a niveles personales, sociales, culturales, históricos o políticos; un complemento a obras como el emocionante relato “Otros días, otros ojos”, de Bob Shaw, o la novela de Stephen Baxter y Arthur C. Clarke Luz de otros días.

En las 80 páginas de “El hombre que puso fin a la historia”, Liu construye un documental a la manera de “¿Te gusta lo que ves?”, de Ted Chiang, con el fin de contar el descubrimiento, uso y controversia de una técnica que permite contemplar el pasado. El procedimiento lleva implícito un precio muy alto; como todo suceso “cuántico”, la misma observación perturba el objeto observado; en este caso hasta el punto de eliminar la posibilidad de retornar a ese momento. Para acentuar el dramatismo, en una explicación traída por los pelos, Liu convierte en imposible la grabación de la experiencia de los observadores. De ahí el fin de la historia del título. El documental se centra en la obsesión de una pareja por el centro en el cual los japoneses sometieron a los prisioneros chinos a todo tipo de aberrantes tormentos durante su ocupación de la Asia continental. Con las sucesivas capas de testimonios, opiniones a vuela pluma, fragmentos de documentos, Liu establece un inteligente diálogo alrededor de la revisión de la historia y el precio que pagan las víctimas. También, en su afán de implicar y manipular emocionalmente al lector, se le va un poco la mano cerca del desenlace en una decisión un tanto facilona. ¿Su marca de fábrica?

Liu se puede tomar como la punta de lanza de un conjunto de autores prácticamente inéditos hasta el momento en España, poco a poco recuperados por iniciativas como esta, la excelente Cuentos para Algernon o las sucesivas publicaciones de Fata Libelli. Entre esos “nuevos” nombres aquí incluidos también me parece relevante la pieza escrita por Nnedi Okorafor; un cuento en la línea de la ciencia ficción comprometida que la introducción defiende. “Araña, la artista” se sitúa en el delta del Níger; como tantas otras partes del mundo, una zona donde la población vive sumida en la mayor de las pobrezas y sin posibilidad de aprovechar su mayor fuente de riqueza: el petróleo. Detrás del encuentro entre su protagonista y una inteligencia mecánica subyacen multitud de temas interconectados (miseria, violencia de género, soledad, melancolía, la otredad, el arte como punto de encuentro), todos ellos potenciados tras su violenta conclusión. Quizá el retrato de su protagonista femenina puede estar repleto de tópicos, pero el estereotipo se maneja con una enorme sensibilidad.

Se puede decir lo mismo de “Las manos de su marido”, de Adam-Troy Castro, una historia construida alrededor del trauma postbélico en la cual una mujer debe aprender a convivir con lo que ha quedado de su marido tras haber perdido todo su cuerpo a excepción de sus manos, ahora conectadas a un chip donde se aloja su personalidad. Castro dibuja una historia ligeramente perversa y enfermiza con un primer referente en el clásico retorno de los excombatientes a la sociedad de la que partieron, pero sin quedarse ahí, yendo más allá. Me ha gustado cómo trata el significado del compromiso, con una percepción nada edulcorada del amor y la entrega en una pareja.

Siguiendo con esta pequeña rueda de presentaciones para una mayoría de lectores, ahora me toca hablar de uno de los relatos más flojos: “Separados por las aguas del Río Celeste”, de Aliette de Bodard. Muy en la línea de la impresión que me dejó “Caída de una mariposa al amanecer”, con el cual comparte varias características. Una revuelta violenta del pasado que afecta al presente, una cierta tensión familiar que germina durante la historia, la complicada integración de distintas comunidades y, sobremanera, una excesiva preocupación por un escenario que devora a los personajes y sus conflictos. O una trama sin una dirección clara, un tanto vulgar.

A otra categoría pertenece Lavie Tidhar desde que su novela Osama fuera publicada el año pasado en la difunta colección de ciencia ficción y fantasía de RBA .“El último Osama” supongo tiene relación con ella; no en su argumento (es un relato autocontenido), pero sí en el plano conceptual. En poco más de 20 páginas, Tidhar intercala dos planos narrativos; en el más extenso, recrea en el terreno de la ficción un escenario entre lo apocalíptico y la historia de frontera por el cual pululan unos seres con la apariencia de Bin Laden a cuya caza se entrega el protagonista. La narración de una de sus búsquedas es interrumpida puntualmente por un segundo plano centrado en la vida y pensamientos del propio Tidhar, presente de diversas maneras en varios atentados de Al Qaeda. Entre ambas secuencias, Tidhar establece conexiones en las cuales resuena una visión sobre el origen del terrorismo islamista y el efecto amplificador de la política exterior de EE.UU. muy alejada de la versión oficial en occidente. No tengo del todo claro si ese segundo plano es del todo necesario, pero se agradece el compromiso.

Para cerrar el repaso de autores extranjeros me falta hablar de Greg Egan, del cual se ha elegido “Noches de cristal”. Para mi, como pequeño conocedor de la obra del australiano, resulta tan decepcionante como, supongo, accesible para el gran público. Desconozco la bibliografía inédita del autor australiano, pero dada su capacidad para retorcer conceptos y llevar las historias más allá de las fronteras de la ficción científica cotidiana, esta historia sobre la creación de un universo virtual y cómo sus creadores interaccionan con él hasta perder su control me sabe a poco. En una colección de relatos hubiera sido una buena pieza de “repertorio”, pero cuando se selecciona exclusivamente era de esperar una narración más arriesgada, más significativa, menos… conservadora.

Cambiando de tercio, llega el momento de tratar los cuentos escritos originalmente en nuestro idioma. “En el filo”, de Ramón Muñoz, es el único inédito entre ellos. Es una buena noticia ver a Muñoz de nuevo con los trastos de la ciencia ficción; hacía años que no le leíamos nada nuevo en este sentido. Como cuenta Mariano Villarreal en la introducción, “En el filo” es una historia fiel a su minuciosa manera de construir los relatos. Una investigación criminal en una pequeña ciudad en el mar formada por todo tipo de desvencijadas embarcaciones, desde grandes petroleros a pequeños barcos de recreo. Esa atmósfera decadente que conecta escenario y sociedad contrasta con el protagonista, un inspector entregado a su labor cuyas únicas válvulas de escape son su profesionalidad y las rutinas establecidas con su mujer. Desafortunadamente este armazón, prólijo en detalles, está al servicio de una narración esclerótica, pesada, torpe, como si un single sonara a 17 revoluciones por minuto. He tardado tanto en atravesar sus 100 páginas como las restantes 400. Demasiado para un relato criminal que deviene en historia de artefacto con implicaciones ecológicas y, supuestamente, sociales. Pero tampoco me hagan mucho caso. Algo similar escribí sobre Cinco días antes, de Carlos F. Castrosín, y unos meses más tarde le regalaron un premio Ignotus a la mejor novela en el año 2003.

Terra Nova vol. 2Ahora toca hablar de las cuatro reediciones que se pueden encontrar en Terra Nova vol. 2. Había leído muy buenas cosas de “La textura de las palabras”, de Felicidad Martínez, y los seleccionadores apuestan fuerte por él; es el relato elegido para abrir de la antología. Es una buena muestra de ciencia ficción de tintes antropológicos, con un sólida descripción de un entramado social centrado en una comunidad de mujeres privadas de la visión y controladas por los hombres a los que sirven. Para describir dicho microcosmos, Martínez se sirve de un narrador omnisciente que sigue a Charni, una niña en pleno proceso de aprendizaje de la compleja red de relaciones que debe mantener. La descripción es pormenorizada y pone especial cuidado en su evolución, de la inocencia y candidez de sus primeros pasos a la amargura que llega cuando comienza a descodificar lo que hay detrás de cada gesto, cada palabra…

Me ha funcionado mucho peor el McGuffin que poco a poco se apodera de la narración, una lucha por el poder dentro del grupo, más convencional e insatisfactoria. Dada la importancia que coge, resulta un tanto incomprensible que no se llegue a cerrar del todo. Como señala Santiago Gª Solans, parece parte de una historia más grande que hubiera quedado a medio contar. Aunque esa falta de resolución quizás sea la manera de destacar que en ese entorno encerrado en sí mismo, sin prácticamente intercambios con el exterior, la vida deviene en una sucesión de pequeños conflictos destinados a repetirse ad infinitum.

Del resto de reimpresiones, la menos conocida es “La Djinn”, de Pedro Andreu; había aparecido hace un lustro en un fanzine mallorquín con una tirada, supongo, mínima. Es una historia narrada con sencillez y un cierto tono lírico sobre la otredad y el miedo que despierta. No le sientan nada bien la sobreexpectación creada desde la introducción con referencias a Crónicas marcianas y Cien años de soledad, pero si uno consigue abstraerse de esas palabras puede dejar un buen sabor de boca.

Para el final he dejado los dos relatos que más controversia han levantado en las sucesivas reseñas aparecidas hasta el momento; ambos publicados en el celebrado número doble con el que Cuásar festejó su 50 aniversario. Además mantienen una cierta relación: nos sitúan ante sendos escenarios distópicos en los cuales sus protagonistas han ido a parar con sus huesos en la cárcel.

Como no concibo esto de la opinión sin tomar partido, el mejor me parece “¿Pueden llorar ojos no humanos?”, de Germán Amato. Una historia sobre las tortuosas consecuencias del dogma y el fundamentalismo religioso sobre la ciencia y la razón. Para ello Amato se sirve de la fragmentada confesión del protagonista en la cual relata cómo una plaga de parásitos asola a la humanidad y cómo el miedo la ha arrojado en los brazos del fundamentalismo. Todo lo que ese testimonio tiene de rabia y contundencia lo tiene de amanerado “Juicio final”, de Carlos Gardini. Por mucho que la introducción pretenda salvarlo por su tono místico, solo soy capaz de ver en él una empanada new age que página a página se aleja de cualquier voluntad de denuncia social para introducirse en una mala digestión de la teoría del punto omega, vestida con un par de capas de amor y una falsa trascendencia. Quizás el problema sea mío; parafraseando a los antólogos, siempre me he sentido más próximo de los “desvaríos cyberpunk”, más materialistas en su concepción y en las antípodas de la vacuidad vestida de metafísica en la que se solaza Gardini.

Aun con los contados borrones, Terra Nova vol. 2 queda como una aseada antología con buenas muestras de ciencia ficción de diversa índole. Espero que ese tercer volumen destinado a aparecer al final de este año, continúe la progresión de los dos anteriores y se convierta en esa antología a la que poder colgar la etiqueta de imprescindible. En gran medida dependerá del trabajo sobre los relatos en español que se seleccionen; hasta ahora, un talón de aquiles no del todo bien “protegido”.

Terra Nova vol. 2, Selección de Mariano Villarreal y Luis Pestarini
Trad. Raúl García Campos, Manuel de los Reyes, Juan Carlos Pavón, Mª Pilar San Román Navarro
Random House Mondadori, Fantascy (2013).
496 pp. Tapa Blanda. 17,95€
Ficha en La Tercera Fundación

7 comentarios en “Terra Nova vol. 2

  1. Vaya, que pena lo del cuento Ramón Muñoz, me interesaba bastante. Me gustó mucho “Días de tormenta”, que se publicó en su día en Gigamesh y luego rescató Julían Díez para su Antología de la CF española.

    Por cierto, no sé si entendí “El zoo de papel”. Es que no tengo clara la intención de Liu. Parece que es un cuento muy triste de una pobre mujer arrancada de su mundo, pero a mí me pareció el cuento de una madre maquiavélica y vengativa, rollo Fumanchú, que como regalo envenenado le deja una carta a su hijo que le condena a una vida de sufrir por los remordimientos. Sí, tengo la cabeza fatal.

    • Tiene otro par de relatos cojonudos: “Bajando” y “Las sombras peregrinas”, un cuento de de terror super atmosférico por la Andalucía profunda.

      Y mira qué bueno es Liu que ha conseguido un cuento polisémico. Porque en el fondo, ¿no es eso lo que hacéis todos los padres con vuestros hijos? ^_^

  2. Sí, pero no funciona. Yo tenía un plan de culpabilización cuidadosamente planeado para que mi hija recogiera sus juguetes y desayunara en menos de hora y media y cuando lo he intentado poner en práctica se la suda completamente. ¡Se va a enterar cuando me muera! ¡Lo que me voy a reír!

  3. Ah, y gracias por la recomendación de los dos relatos de Muñoz, a ver si encuentro la antología que enlazas en la reseña, cuando mis maquinaciones de padre fumanchú me dejen un rato.

  4. Pingback: Algunas ideas tangenciales sobre Terra Nova | C

  5. No sé si ya lo ha apuntado alguien, pero ‘Noches de cristal’ es una especie de homenaje al ‘Microcosmic God’ de Theodore Sturgeon.

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