Según leía esta recopilación de relatos de Lem que acaba de editar Impedimenta me reafirmaba una vez más en mi admiración por este magnífico escritor. Es increíblemente original. En sus obras anteriormente publicadas ya vemos esto, pero paladear cómo se supera relato tras relato en esta antología, cómo explota nuestro cerebro con cada vuelta de tuerca, es una experiencia que deja sin aliento.
La traducción directa del polaco, una vez más gracias a Joanna Orzechowska, es magnífica y la edición, como siempre en Impedimenta, está muy cuidada. Desde el color y tacto del papel a la magnifica portada (como le sientan de bien las ascidiae de Ernst Haeckel). Pero hay más. El orden de los relatos cronológico según fueron escritos, que ya está en el original, dota a la obra de un crescendo en magnificencia. Lem, según pasa el tiempo, arriesga más y el sentido de la maravilla y la profundidad van en paralelo. Es increíble que, en su mayoría, se trate de cuentos secundarios no incluidos en sus obras más reconocidas, de restos olvidados.
Los años que añado al lado de cada título se corresponden a los de la fecha de la primera publicación de cada relato según la nota a la edición que figura al principio del libro. Es un detalle interesante saber que, por fin, tenemos la posibilidad de leer otra historia de El invencible y otros relatos; para los curiosos esta es “La verdad” (1964). También decir que en la nota de prensa de la editorial hay un error. Se asegura que ninguno de los relatos incluidos había sido publicado previamente en español y “La máscara” apareció en el número cinco de la Revista Minotauro, en 1984, con traducción de Carlos Gardini (también en el número dos de la revista Gigamesh, en su dossier dedicado a Lem de 1991, que es donde lo leí).
“La rata en el laberinto” (1957)
Es muy atmosférico. Tiene pasajes de terror provocados por la presencia incomprensible de lo alienígena, muy en la linea de Solaris o El Invencible. Pero el final es fallido. Todo se cimenta en una alteración extraterrestre de las leyes físicas y resulta una historia algo vacía. Se puede decir que el meter ciencia con el único propósito de demostrar la clave del misterio le resta la grandeza sociológica, psicológica y, por qué no, filosófica habitual de Lem en sus obras maestras. Se perdona al ser un cuento primerizo. Eso sí, ya apunta maneras.
“Invasión” (1959)
Como la anterior es un germen de sus obras “mayores”. La forma de desarrollo biológico de los invasores tiene mucho en común con los fenómenos producidos por Solaris (y su conclusión final también es la misma). Eso sí, el comportamiento humano ante lo desconocido está retratado de forma genial. Somos estúpidos e incapaces de concebir algo que se salga de las pautas “humanas” (a lo mejor no es estupidez sino simple incapacidad).
“El amigo” (1959)
Este relato ya es otra cosa, pese a que se aprecia también que es el embrión de otra gran obra de Lem (no puedo decir cual sin reventarlo). Tiene una fuerza extraordinaria. Su lectura es asfixiante y ultratensa. Con un tono de terror y suspense más allá de lo imaginable, nos mantiene en un enigma que al final resuelve de un modo excepcional. Sólo añadir que, en uno de sus juegos metaliterarios tan queridos, el autor inventa una obra musical: el Adagio Opus 8 de Dahlen-Gorski. Pienso que es inventada porque he intentado googlearla y sólo he encontrado una mención en un foro de musica clásica polaco. Al parecer en el año 2003 una músico llamada Magdalena Bunchan, en un homenaje a Lem, creó la pieza “real”. Pero lo único que he sido capaz de encontrar es un fragmento de la partitura. Si alguien me facilita el modo de escucharla tendrá mi eterno agradecimiento.
“La invasión de Aldebarán” (1959)
Es un cuento corto humorístico que hace una crítica salvaje del ser humano y del aldebaranés. Me ha impresionado el tono gore de algunas descripciones.
“Moho y oscuridad” (1959)
En esta historia de guerra fría, otro de los temas fundamentales de Lem, da un paso más allá de la bomba atómica. ¿Y si se inventara un arma cuyas consecuencias destructivas fueran mucho mayores que las termonucleares? El arma es muy original y una vez más el terror es el motor de la historia.
“El martillo” (1959)
Otra obra maestra, tan buena como “El amigo”. Lem da una vuelta a la problemática de cómo puede afectar la larguísima duración de los viajes espaciales (aún a velocidades similares a la de la luz) a los pilotos esencialmente desde el punto de vista psicológico. Sin desvelar demasiado, este cuento que es años anterior a 2001, se anticipa a esta en lo mejor de su trama. Aunque puede no haber influido en Clarke-Kubrik (parece dudoso que en la época tuvieran acceso al original polaco) son muchos los paralelismos. Pero en el fondo el cuento llega incluso más allá que la película. Es una pieza de relojería que asombra por su profundidad. A mi el Lem que más me gusta es el que escribe como si hubiera trascendido la humanidad y fuera algo “superior”. Hay muchos ejemplos, Golem XIV podría ser el más claro. Este cuento entra de lleno en ese Lem.
“La fórmula de Lymphater” (1961)
Contada a través de un monólogo de un viejo vagabundo en una cafetería, es una historia clásica, me atrevería a decir que con tintes góticos (a lo Frankenstein, incluso). Pero amigos, one more time, Lem especula con la más hard de las teorías. Yo diría que es la primera (o si no de las primeras) historia que aborda el tema de la explosión de la singularidad tecnológica de las IA. Otra obra maestra.
“El diario” (1963)
Es el relato más duro de leer a causa de su complejidad. También el más ambicioso. Podríamos decir que mezcla teología y ciencia de una forma tan elevada que asusta. El diario del título del cuento es el registro de los pensamientos de un Dios. Uno que no es el cristiano (o el de cualquier religión) pero que, por oleadas, nos hace dudar y/o creer en su posible existencia. Esto lo consigue gracias a una prosa que, de tan precisa y enrevesada por lo científica, resulta poética. Este Dios oscila a lo largo de su propios pensamientos entre la grandeza y el patetismo enseñándonos lo ridículos que somos. Al final Lem, en un giro final, da una explicación que, y parecía imposible, supera todo lo anterior.
“La verdad” (1964)
Este cuento es probablemente el más “hard” del libro. Trata una vez más el tema, tan querido a Lem, de las abrumadoras diferencias entre las posibles formas de vida. Casi toda la ciencia ficción tiende, sin pretenderlo, a “humanizar” o, más bien, a entender en términos terrícolas a las formas de vida extraterrestres. Lem va por otro camino y nos demuestra la incomprensión absoluta que generaría un “encuentro” con uno de estos seres. Curiosamente la historia transcurre en la celda de un manicomio y es el paciente a través de un diario el que va contando su experiencia… ¿Os suena?. Es como sí Lovecraft y Arthur C. Clarke (por lo “hard”) se unieran para contar una historia. A lo mejor es cosa mía, pero entre el ser del cuento de Lem y un dios lovecraftianio hay una gran similitud.
“Máscara” (1976)
La mejor historia del libro. Lem nos narra una cacería vista desde el punto de vista del cazador. En principio se trata de una hermosa mujer, pero pronto nos damos cuenta que, en el fondo, es una máquina de destrucción con forma de mantis metálica. Normalmente esto daría lugar a una historia divertida de acción, pero hay varias cosas que hacen de esta novela corta algo muy especial. En mi opinión todo tiene que ver con Gregorio Samsa. Kafka describe en primera persona la extrañeza de la angustia que nos produciría despertarnos siendo un escarabajo. Lem nos muestra eso mismo pero desde las sensaciones de una máquina de matar que al principio se piensa humana y más tarde duda de si en su “programación” existe el libre albedrío. Y todo esto desde un raro punto de vista femenino; raro en Lem que no lo utiliza casi nunca, y porque claramente está programado en el “dispositivo” que es la protagonista y afecta a la historia al ser una parte del armamento del que dispone.
Otras posibles comparaciones nos llevan a la conclusión de lo adelantado a su tiempo que era Lem. Greg Egan o Ted Chiang crean hoy historias similares en temática y profundidad. ¿Una IA pre-steampunk cuyo mismo ser ha sido programado, puede ser tan perfecta como para escapar a su programación? ¿Los mismos sentimientos que parece tener pueden ser parte de esta programación para hacerla más eficaz como arma? Año 1976, sólo Philip K. Dick se atrevía a cosas así.
El tiempo en el que aparentemente se desarrolla la historia contribuye a aumentar la extrañeza del conjunto. Parece que estamos en un pasado de hace siglos, una corte europea de un rey absolutista, pero hay un grado de tecnología muy elevado aunque de carácter alquímico o, incluso, directamente mágico. Además, hay determinadas partes de la historia que son oscuras en la forma en que lo son las parábolas bíblicas (el encuentro con el monje, la figura del Rey y el poético final del relato). Da la impresión de que tiene una historia “oculta” dentro de la historia aparente, pero no he dado con la clave para desentrañarla.
Por cierto, todo esto me ha causado tanta curiosidad que además de la de Impedimenta me he releído la de la revista Gigamesh en la traducción de Carlos Gardini, que es a su vez una traducción de la versión inglesa de M. Kandel. Y he de decir que, en algunas decisiones, me ha parecido muy acertada. No se si en el original Lem dice sexo o género, pero me parece más adecuado este segundo término al referirse al despertar de la femineidad de la protagonista. Y, desde luego, me casa mejor “cara a sensor” que “cara a boca” al referirse al enfrentamiento directo de un ser humano con la mantis robótica. No quiero que se me entienda mal; mi intención no es criticar en absoluto a Joanna Orzechowska que ha realizado un trabajo excepcional. Probablemente el original se acerque más a lo que peor me suena, pero me ha parecido justo destacar la labor de Carlos Gardini que es también magnífica.
Al final no he podido averiguar qué se esconde trás la “máscara” en este relato (insisto en que sospecho que algo hay) pero es casi mejor. Toda esa aura de misterio lo hace muy estimulante.
“Ciento treinta y siete segundos” (1976)
Es la más floja de las historias pero tiene su explicación. En ella Lem elucubra sobre internet y sobre la informática, año 1976. En su momento probablemente resultara rompedora. Hoy día a primera vista está superada por los acontecimientos. Aun así tiene su parte metafísica (los 137 segundos) que no carece de interés. Me ha resultado curiosa la mención a IBM.
“El acertijo” (1993)
Robots en un futuro tan lejano que han olvidado a los seres humanos. Humor ácido clásico de Lem en una reflexión profunda. Es un cuento corto muy al estilo de los de Ciberiada. Que más se puede decir… Genial.
“La colchoneta” (1996)
Y por último, otra maravilla. En una frase, ¿cómo saber sí estamos ante el solipsismo definitivo generado por ordenador? El mafioso protagonista de esta historia se enfrenta a un terror definitivo y acaba con un final muy Lem. Un relato magnífico.
Conclusión
Soy admirador de Lem. Incluso me gusta pensar en mi mismo como un “solarista” aficionado. Puede que todo lo anterior esté influenciado por este aspecto de mi persona, pero me atrevo a afirmar que no es así. Este es uno de los mejores libros que se han publicado. Lem es el mejor escritor de ciencia ficción que existe.
Máscara (Impedimenta, 2013)
Maska (1996)
Traducción: Joanna Orzechowska
Rústica. 424pp. 22,95 €
Ficha en la web de la editorial
Muchas, muchas gracias por la reseña. Nos ha parecido magnífica. Lem es uno de nuestros autores estrella en Impedimenta y creemos que poco a poco estamos contribuyendo a que se le considere un autor con mayúsculas, por encima de sellos y guetos.
Sirva, no obstante, este mensaje para puntualizar (por alusiones) algo que se comenta en el artículo, y que es el supuesto “error” nuestro al no hablar de la traducción del relato “Máscara” en la revista Gigamesh y previamente en Minotauro. Lo habríamos hecho, conocíamos la traducción, pero los herederos de Lem me dijeron que se trataba, sorprendentemente, de una traducción “pirata” (buenísima, es cierto, pero pirata al fin y al cabo), que no contaba no ya con la autorización, sino con el conocimiento de Lem ni de los propietarios de sus derechos. No nos parecía correcto publicitar una traducción que no había pasado por el trámite de autorización por parte de su propietario. Eso es todo.
Dicho esto, felicitar de nuevo y una vez más al articulista. Confiamos en que nuestros próximos proyectos con Lem sigan siendo tan bien acogidos.
Enrique Redel
IMPEDIMENTA
Buenas. Me toca intervenir por alusiones también, pero primero quiero aprovechar para felicitar a Enrique y a Impedimenta en general por la labor que están haciendo con Lem. Soy uno de vuestros seguidores entusiastas.
Respecto al relato que apareció en Gigamesh tengo que decir que su publicación fue autorizada por Franz Rottenstainer, por aquel entonces agente literario de Lem y de los Strugatsky. (Me figuro que la edición argentina en la segunda época de la revista Minotauro se gestionaría igualmente a través de él, pero ese particular habría que confirmarlo con Marcial Souto, que era quien dirigía la revista.)
Que los datos sobre la publicación del relato no consten en los registros de los herederos de Lem no es ninguna sorpresa, puesto que Lem y Rottensteiner terminaron su relación en los tribunales. Tuve ocasión de charlar con Rottenstainer hace pocos meses en Viena en compañía de Álex Vidal y nos estuvo explicando en detalle su versión de los hechos; no es una historia agradable. En cualquier caso, los herederos no tienen copia (Lem la extravió) de gran parte de la documentación de la gestión de Rottensteiner, y la comunicación entre ambas partes está rota.
Dadas las circunstancias, me parece un poco temerario que los herederos etiqueten directamente como «pirata» cualquier edición de esos años de la que no tengan conocimiento. Ellos sabrán.
Hola, Alejo.
Primero, gracias por tu apunte, que nos parece realmente esclarecedor. Efectivamente, esa fue la expresión que utilizaron los herederos de Lem (en su descargo, decir que Barbara y Tomasz ya son gente con una edad y no creo que se quieran meter en excesivos líos). Nos costó Dios y ayuda saber si realmente los relatos que publicamos estaban inéditos realmente, y cuando le comentamos el asunto al secretario de Lem, eso fue lo que nos dijo. La producción temprana de Lem es una selva, y desbrozarla nos ha costado lo nuestro. Supongo que ellos tendrán su parecer, y yo no quise meneallo más de la cuenta.
Nos quedan apenas 300 ejemplares en el almacén, y eso que los distribuidores extranjeros todavía no han hecho su pedido. Lo más probable es que reeditemos. Así que en la próxima edición, que será pronto, haremos referencia a vuestra edición, por justicia, entre otras cosas, y por el empeño en divulgar la obra de Lem. Con vosotros aprendí a leer al maestro polaco, y siempre será un placer reconocerlo.
Estupendo. Muchas gracias. Y felicidades también por esa segunda edición. Que no decaiga. 🙂
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