Ciudad de heridas, de Miguel Córdoba

Ciudad de heridasLa noche en que los perros de Gran Salto empiezan a atacar a sus habitantes, la policía investiga sobre el terreno la muerte de la familia del escritor Damián Mustieles, probablemente a sus manos. Y mientras los detectives recorren la casa, se topan con una serie de extraños acontecimientos. Si cierran la puerta de la habitación donde yacen los cuerpos de sus hijos se escuchan sus voces, y al abrirla de nuevo se encuentran sus cadáveres en una posición diferente. Y el manuscrito en el que estaba trabajando termina teletransportado a casa de un antiguo amigo de adolescencia donde otra escritora, Gabriela Flanagan, se ha refugiado junto a un grupo de escolares. Flanagan, desvelada, inicia la lectura del texto de Mustieles, de un nítido componente autobiográfico. Comienza durante su juventud cuando, junto a tres amigos, encontró unos papeles que anunciaban lo que les deparaba el futuro junto al cadáver de un hombre con chistera y abrigo raído. Folio a folio descubre otros recovecos de una vida atormentada, con diversos episodios de locura, una incontrolable dependencia del alcohol y los ansiolíticos, el apoyo y sufrimiento de su mujer y una carrera profesional en la que destaca una novela que está protagonizada por una escritora también llamada Gabriela. Este cabalgamiento entre planos narrativos, de ficción dentro de algo pretendidamente real donde se encuentran ecos de una base ficcional, es la base de Ciudad de heridas, la primera novela de Miguel Córdoba publicada por El Transbordador. Un narración construido sobre múltiples capas que alientan una serie de lecturas, literarias y metaliterarias, que pueden quedar en cuestión según se vaya avanzando a través de ellas camino de la comprensión.

Ciudad de heridas se sostiene sobre una base pop sobre la cual Miguel Córdoba va a establecer todos los misterios. El propio nombre de la ciudad donde acontece todo, Gran Salto, ya es un aperitivo de la integración de nombres insólitos en un entorno que, por no poder encuadrarse en ningún lugar geográfico conocido, prefigura un escenario narrativo indefinido entre familiar y extraño. Esa falta de concreción no se siente como una carencia de imaginación sino como oportunidad para que lo extraordinario se sustancie en lo ordinario. Es algo que se siente desde ese asalto de los perros al restaurante donde Gabriela come con su pareja o en esas fuerzas del orden enfrentadas a una escena del crimen desconcertante. Y progresa cuando Gabriela se sienta a leer la obra de Mustieles y “Las heridas del tiempo” toma el lugar central de Ciudad de heridas.

Miguel CórdobaEn esas primeras páginas de la novela dentro de la novela, un grupo de adolescentes entre los cuales está Mustieles acude a La Guarida, una casa “encantada”, y se topa con ese cadáver ya reconocible que ejerce como la llamada de lo fantástico. La sacudida que descarrila su vida al ponerla en contacto con lo imposible evoca las grandes novelas de Stephen King desde una escritura mucho más concisa. Esta base se enriquece con un tono onírico-pesadillesco que además recuerda al Clive Barker de sus primeras novelas, o a un Dark City pasado por un filtro constumbrista. Referencias que en ningún momento se sienten como una copia. Córdoba se mueve en ese territorio para atar el subtexto del libro en esa zona entre lo cotidiano y lo raro.

El poder de la imaginación como fuerza transformadora de una vida y el de la palabra para transfigurar la realidad resuenan en “Las heridas del tiempo”. Cada vez más alto cuando lo contado por Mustieles se entreteje con el recuerdo de la realidad de Gabriela Flanagan y el lector se enfrenta a la tarea de casar ambas experiencias. Un reto sumergido en una atmósfera insana que se beneficia de cómo Córdoba ha manipulado las expectativas exponiendo el destino final Mustieles y su familia desde prácticamente su inicio.

Esa sucesión de ecos y reverberaciones se fía a un desenlace que no he percibido a la altura, no porque no sea coherente. De hecho esa primera página que reformula “El color del espacio exterior” se valida con una explicación que ahonda en las claves pop de una novela que termina sosteniéndose sobre maneras de vivir la ficción bastante extendidas. Sin embargo, también la he sentido desde una cierta decepción por la ruptura de la magia de la narración. Quizás porque tampoco necesitaba un desenlace tan cerrado y no me hubiera molestado algo más de ambigüedad.

Ciudad de heridas (Ediciones El Transbordador, col. Módulo bolsillo, 2017)
Bolsillo. 245pp. 9,95€
Ficha en la Tercera Fundación

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