En su primera novela, Miguel Martín Echarri imagina las calles de un Madrid en un futuro cercano muy próximo al de la década posterior a la Guerra Civil. La actividad diurna está bajo mínimos. Sus habitantes se guarecen de un aire tórrido y fétido en las entrañas de unos edificios en los cuales el aire acondicionado es un recuerdo de tiempos mejores. Dependen de una economía de subsistencia donde trenes, autobuses y coches son chatarra abandonada. Apenas sirven para poner un tenderete o freír un huevo sobre sus carrocerías. Decenas de correveidiles transitan la ciudad de extremo a extremo con mensajes para entregarlos por un módico precio. Los avejentados teléfonos y ordenadores acumulan polvo sin un enganche eléctrico donde poder cargarlos. Ésta es la España de Muerto el sol, un solar en la intersección entre el decrecimiento y las consecuencias del calentamiento global, primo hermano del visto en Un minuto antes de la oscuridad, de Ismael Martínez Biurrun, y relativamente cercano al de El sanador, aquella novela negra de Antti Tuomainen centrada en la búsqueda de un asesino en serie en un Helsinki preapocalíptico.
Sobre este escenario se presenta una historia criminal un tanto ambigua. Un grupo de hombres y mujeres buscan hacerse con la electricidad de una de las urbanizaciones de lujo de las afueras, enchufados a unas fuentes de energía renovables que les pertenecen por derecho de conquista. Su objetivo es conseguir una fuente de ingresos sin perder la vida en su empeño. La infraestructura está custodiada por un servicio de seguridad que aplica la ley como se hace en la Filipinas de Duterte o la MegaCity 1 del Juez Dredd.
Lo que pudiera parecer una vuelta de tuerca al golpe imposible se convierte en algo diferente gracias a su protagonista, Rebeca Guachamín. De origen latinoamericano, esta mujer entrada en años ha sido madre de unos hijos que ya han abandonado su domicilio, ha tenido tiempo de protagonizar alguna que otra pésima elección de esas que curten y se ha convertido en una experta en sobrevivir a la depresión económica. Suyas son las mejores páginas de Muerto el sol mientras el narrador la sigue por Madrid, realiza sus apaños, se duele de las puñaladas y tristezas de su existencia y orquesta el plan con el que no le gustaría estar relacionada pero al cual no puede resistirse. Su dimensión eclipsa al resto del reparto, pequeñas sombras en comparación, salvo quizás su cuñado Leopoldo. El tipo sobreprotector y plagado de buenas intenciones cuyas acciones serán determinantes en el desenlace.
El primer tercio de novela me ha parecido lo más flojo. Tras un inicio onírico donde unas imágenes apocalípticas acentúan el lugar narrativo, se suceden unos capítulos que pueden crear algo de confusión; en especial los que cuentan el malhadado golpe previo a la participación de Rebeca. Martín Echarri se muestra un poco titubeante al desplazar el foco más allá de sus personajes más atractivos. No obstante es capaz de encarrilar el relato hasta hacerlo fluir con un pulso envidiable. Destacan la depuración en el engarce de escenas y un estilo literario espontáneo donde los diálogos cobran una relevancia inesperada cuando se acoplan en conversaciones en las que los personajes se interrumpen continuamente o, llegado el caso, interfieren con el propio narrador. Hay detalles que se podían haber limado con un editor un poco curtido, pero es de alabar la huida de las fórmulas en todo Muerto el sol. En el fondo y en la forma apuesta por crear una experiencia genuina.
El aspecto estético del libro está muy trabajado. El responsable, MON Studio, ha logrado un volumen agradable de leer y con un acabado muy cuidado con una estructura de capítulos llamativa. Cada uno se inicia con una doble página en negro, con el texto en blanco llenando la mitad de la página derecha contrarrestado con un dibujo relacionado con el contenido en la de la izquierda. Nadie se lee un libro por algo así pero, al final, estos detalles dan valor añadido a esta obra primeriza donde se atisba oficio y la necesidad de contar historias desde una perspectiva alejada del rebaño.
Muerto el sol (Cloux editores, 2016)
Rústica. 252 pp. 14 €
Ficha en la web de la editorial