¿Qué ediciones de clásicos de la ciencia ficción queremos?

El hombre en el castilloHace un par de semanas Ekaitz Ortega escribía en su blog sobre cómo una serie de editoriales enfoca la reedición de libros más o menos clásicos. En su argumentación comparaba dos posturas: la actualización de los originales mediante nuevas traducciones frente a las ediciones recauchutadas con traducciones provenientes de tiempos y/editoriales menos cuidadosos. Su casus belli: la nueva edición de los tres libros del Universo Bas-Lag de China MIéville por parte de Ediciones B recuperando los textos publicados por La Factoría de Ideas. Un ejercicio que comparaba a sostener un edificio de lujo con vigas defectuosas.

Mientras leía sus palabras no podía dejar de pensar en una exaltación a la enésima potencia de esta actitud: cómo algunas editoriales reimprimen de manera incansable traducciones con muchas décadas a sus espaldas. Libros que prácticamente ya nadie reseña porque o no interesan o, si llegaron a ser leídos (supongo), lo fueron durante la adolescencia y, por tanto, no se observan bajo la lupa aplicada a títulos más contemporáneos. (Pequeñas) Vacas explotadas sin piedad cuyos rendimientos no se utilizan para subsanar una edición en muchos casos poco admisible a estas alturas del siglo XXI. Una idea sobre la que ya he escrito en varias ocasiones, realimentada por mi reciente relectura de El hombre en el castillo en la traducción de Manuel Figueroa para Minotauro.

Tal y como se puede comprobar en la ficha del libro en La Tercera Fundación, esta edición de 1974 es la única en castellano y ha sido utilizada desde entonces en multitud de ocasiones. Un mínimo escrutinio de las primeras páginas deja al descubierto un texto vetusto y mohoso, pobremente vertido al castellano en el cual perviven anécdotas como que al Golden Gate de San Francisco se le llame la Puerta de Oro. Con pasajes confusos donde se hace difícil precisar si ya estaban allí (la redacción original de Dick podía ser caótica, cosa de no contar con la colaboración de editores tal y como los entendemos hoy en día) o se han colado por el camino. Basta testar las traducciones más recientes de este autor para apreciar la diferencia.

Soy leyendaEste ejemplo no es una simple excepción sino que Minotauro la ha convertido en una de sus marcas de fábrica. Su Biblioteca Philip K. Dick, salvo un par de casos impuestos por las circunstancias, es una recuperación de las ediciones de Edhasa, Acervo, Martínez Roca, Adiax… de los 70 y 80. Todo un monumento a la caspa editorial. En la edición “especial” de Soy leyenda de 2014 con la novela y un guión escrito por Matheson para adaptarla al cine, solo el nuevo contenido cuenta con nueva traducción; para la novela ofrece por enésima vez la versión de Manuel Figueroa de 1960. La tardía vuelta de Bradbury al lugar narrativo de El vino del estío, Green Town, se acompañaba con la traducción del gran clásico obra de Paco Porrúa (Francisco Abelenda). Data de 1961.

Etcétera, etcétera, etcétera.

Si no me fallan las cuentas, el récord lo marca Crónicas marcianas, fiel a su primera adaptación al castellano. En breve puede optar a jubilarse tras llegar a las 67 primaveras. O a seguir ganándose el parné como un campeón de la longevidad otra década. O dos.

Sin rubor.

En muchos casos estos libros fueron amortizados hace décadas, gozan de reimpresiones cada x tiempo, y cuentan con un nivel similar al de El hombre en el castillo de Figueroa. Textos aseados para la media de su época (echadle un vistazo a cualquier libro de la colección Galaxia de Vértice), con deficiencias difíciles de subsanar con una simple corrección y mantenidos por el sello de una macroeditorial con posibles a buen recaudo de “carroñeros” que puedan darles ese necesario lavado de cara. Tal y como Impedimenta y Joanna Orzechowska hicieron con Solaris, cuya primera traslación directa del polaco fue en 2011 después de tropecientas ediciones de Minotauro traducidas del inglés previo paso por el francés, la primera de 1977.

Esta praxis tiene sus anticuerpos en un puñado de editoriales que batallan por traer a nuestras librerías clásicos con ediciones en consonancia a los criterios profesionales exigibles en 2017. Colecciones que bien quieren diferenciarse de la competencia, bien propiciar otra lectura del original, bien no desean mantener en catálogo un producto deficiente.

Soy leyendaUno de estos contraejemplos lo encontramos en Gigamesh con Incrustados, de Ian Watson. Una obra tenida desde su aparición por críptica, complicada de leer y escrita con un estilo desmañado. Quienes han hecho una mínima comparación (en breve habrá reseña en C) han podido comprobar cómo ha cambiado para bien el texto desde su anterior traducción (Ramón Ibero, 1977, Martínez Roca). La imagen de la primera novela de Watson, su recuerdo, ha quedado estigmatizada por una labor ajena a su escritura, fruto de una coyuntura opuesta a la actual.

Aparte de la labor de Gigamesh (La Tierra permanece, Carbono modificado, La fuerza de su mirada…), Ortega recordaba la tarea de Nevsky con El maestro y Margarita, los mencionados Cátedras de Dick y las obras de Lem recuperadas por Impedimenta. En este sentido resulta doloroso recordar lo ocurrido con Bibliópolis/Alamut y su apuesta por este tipo de ediciones desde sus primeros títulos, hace casi 15 años. Su actualización de La estación del crepúsculo, Bóvedas de acero, Marcianos Go Home!, Tú, el Inmortal, Rito de paso, La ciudad y las estrellas o Un caso de conciencia son dignas de alabar. Sin embargo, más allá de la obra de Asimov y Clarke su éxito fue marginal.

Escribir un texto como éste es escupir contra el viento; quién puede cambiar la inercia de empresas cuya prioridad es poner, mes tras mes, 3 o 4 nuevos títulos en los puntos de venta. Si no han visto todavía el potencial de una edición de cualquier título de Ray Bradbury con el nombre de sus nuevos traductores en la cubierta no lo van a considerar porque se lo indique un pequeño blog de la interné. Solo queda seguir leyendo alguno de estos clásicos, comparar con los originales y atraer la atención de unas decenas de lectores sobre esta problemática. A veces con resultados sorprendentes como me ocurrió con la traducción de El fin de la Eternidad de Miguel López Genicio, mucho más ajustada que la de Fritz Sengespeck que sigue imprimiéndose una y otra y otra vez. Al final mantener un sitio como C, o cualquier otro proyecto amateur equiparable, tiene mucho de fantasear con esa aspiración de mundo editorial en el que de alguna manera te gustaría vivir. Un lugar donde Antonio Rivas pudiera traducir Pórtico, Carlos Pavón diera nuevo aire a Axiomático, Marcheto se encargara de todos y cada uno de los títulos de la flamante biblioteca Ursula K. Le Guin y Manuel de los Reyes tuviera la oportunidad de hacer su versión de Neuromante. Pero, amigos, esa realidad alternativa es una quimera mientras no haya más dedos señalando al jorobado detrás del telón de unos libros a los que, de actualizarles algo, apenas se les cambia la cubierta cada tres o cuatro años. Y no siempre para mejor.

3 comentarios en “¿Qué ediciones de clásicos de la ciencia ficción queremos?

  1. Faltaría un caso adicional: la finada colección de fantástico de RBA, que se decantó por las retraducciones, aunque en este caso dio una de cal y otra de arena. La de “Trueque mental”, de Nieves Gamonal, roza la brillantez y nos devolvía la brillantez y los dobles sentidos de Sheckley, que se perdían un poco en las traducciones anteriores. Sin embargo, la de los cuentos completos de J. G. Ballard fue un auténtico despropósito: tres traductores, tres correctores y, en fin, la sensación de que incluso las traducciones de Minotauro tenían más sentido (no así las de Berenice).

    A veces no es importante el hecho de retraducir, sino el hacerlo desde el respeto al original. Si retraduces pero conservas los modales de editorial grande salchichera a la que solo le importa la fecha de entrada en imprenta, el resultado es el mismo que si recauchutas la traducción antigua y te limitas a pasarle estilo. Que, visto lo visto, ya es demasiado en algunos casos.

    Lo de Lem en Impedimenta es fascinante. Releer “Solaris” en la nueva traducción es un ejercicio casi obligatorio para cualquier buen friki. Tengo pendiente una reseña comparativa de ambas traducciones, para valorar hasta qué punto estábamos engañados con el estilo de Lem y, aun así, nos parecía la mejor novela de CF no anglosajona.

    Hay autores cuyas obras en su totalidad se nos han escatimado por culpa de traducciones nefastas. Theodore Sturgeon o Alfred Bester son los que tengo más por la mano. Los casos que citas (Pohl o Gibson) también serían interesantes. Espero que todo esto se acabe convirtiendo en norma.

  2. De RBA no me me había acordado de Sheckley (Trueque mental y Dramocles me cargaron bastante) pero sí se me pasó comentar su volumen con las novelas más conocidas de H. G. Wells. No tuvo mucha salida comercial, pero les honra haber apostado por buscar nuevas versiones en vez de tirar de las traducciones de toda la vida como la de Ramiro de Maeztu de La guerra de los mundos.

    Sobre Ballard, tendremos una nueva oportunidad en 2018 si Alianza no pierde el interés de volver a publicar sus cuentos (o no se lo quitan, porque ese volumen de RBA con todos los cuentos saldado a 5 euros tiene potencial para hundir la iniciativa).

    Sturgeon, Bester, Pohl y Kornbluth, C. L. Moore, Bradbury, Tiptree, Jr… La lista parece interminable.

  3. Gracias por la mención. Te doy la lista completa de los títulos que hemos vuelto a traducir (asumo que mejorando la edición preexistente) en Bibliópolis y Alamut:

    Marcianos go home!, de Fredric Brown
    Bóvedas de acero, de Isaac Asimov
    El sol desnudo, de Isaac Asimov
    Las corrientes del espacio, de Isaac Asimov
    Polvo de estrellas, de Isaac Asimov
    Un guijarro en el cielo, de Isaac Asimov
    El robot completo, de Isaac Asimov
    El joven Asimov, de Isaac Asimov
    Al estilo marciano, de Isaac Asimov
    Con la Tierra nos basta, de Isaac Asimov
    Nueve futuros, de Isaac Asimov
    Lucky Starr (seis novelas), de Isaac Asimov
    Fundación, de Isaac Asimov
    Fundación e Imperio, de Isaac Asimov
    Segunda Fundación, de Isaac Asimov
    Los casos de Asimov, de Isaac Asimov
    Anochecer y otros relatos, de Isaac Asimov
    Tú, el inmortal, de Roger Zelazny
    Los viajes de Joenes, de Robert Sheckley
    Esperanza del venado, de Orson Scott Card
    La estación del crepúsculo, de Kate Wilhelm
    Rito de paso, de Alexei Panshin
    Todos los santos, de Charles Williams
    Un caso de conciencia, de James Blish
    Las fuentes del paraíso, de Arthur C. Clarke
    Cánticos de la lejana Tierra, de Arthur C. Clarke
    El fantasma del Titanic, de Arthur C. Clarke
    La ciudad y las estrellas, de Arthur C. Clarke
    La fortaleza, de F. Paul Wilson

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