Luz, de M. John Harrison

LuzCreo que es útil esta tendencia de convertir las ideas-fuerza en un mantra, para que queden claras. La dialéctica de moda hoy tiende a perder de vista lo fundamental y a embarullar, con el fin de no avanzar. Es mejor que un punto quede muy claramente definido aunque suponga mayor pobreza retórica.

Así que he aquí un mantra para empezar: lo anómalo, repetido suficientes veces, termina por convertirse en normal. Lo anómalo sólo tiene sentido si es excepcional.

La publicación de Luz en castellano, allá por 2003, me pilló en el típico momento de mi vida en el que empezar un libro que no se entiende hasta bastantes páginas más adelante no termina de ser lo más adecuado. Luego ya no era un libro de actualidad, y la verdad es que me daba pereza ponerme con una novela a la que iba a tardarle en sacar el jugo. Pero todo llega.

El libro está bien, aunque la espera no ha valido especialmente la pena.

En la crítica, hay una serie de tentaciones que siempre están ahí y en las que es difícil no incurrir. A la que me enfrento yo en esta ocasión es a la de ejercer de aguafiestas, la de llamar la atención llevando la contraria. Una novela que ha gustado a muchas personas cuyo criterio aprecio… no es para tanto. ¿Y si la hubiera leído yo primero, habría hecho saltar las señales de alarma para anotarme el tanto de que estábamos ante el advenimiento de la nueva cf por parte de un autor de trayectoria atractivamente maldita? No, creo que no. Hay muchos elementos en la forma de hacer de Harrison en este libro que no me gustan. Pero lo que sí es cierto es que esos elementos no deben hacerme perder de vista las cualidades de Luz. Seguramente no tantas como sus panegiristas han señalado, pero evidentes.

Como es sabido, la novela se desarrolla en tres tramas simultáneas que alternan capítulos. Dos de ellas se sitúan hacia el año 2400; una sigue los movimientos de una humana integrada en una nave, Seria Mau Genlicher, que lucha contra su propia especie del lado de unos extraterrestres en el borde de una zona misteriosa de la galaxia, el Canal Kefahuchi, una singularidad desnuda que ha deglutido a cuantos la han intentado investigar. La otra cuenta las desventuras de Ed Chianese, un adicto a la realidad virtual que malvive en un planeta limítrofe con el Canal y tiene que buscarse la vida porque le persiguen unas gángsters para cobrarse deudas. La tercera trama se desarrolla en el presente (1999), con la atormentada vida de Michael Kearney, un científico que desarrollará una investigación decisiva para conseguir el viaje interestelar pero que tiene algunos fallos de carácter, en particular su idea de matar mujeres a modo de sacrificio para aplacar a una extraña presencia que le acosa desde la niñez.

Esta presencia, el Shrander, tiene otras manifestaciones en las tramas del futuro y es el núcleo que une la historia. Que, a la postre, no es tan original: lo que nos viene a contar Harrison ya lo relataron de distintas formas tanto Stanislaw Lem en Solaris como los hermanos Strugatski en Picnic junto al camino y viene a resumirse en una idea que tampoco es que sea el colmo de la novedad, aunque sí muy atractiva: el universo es vasto, azaroso, y quizá menos indiferente que directamente malvado o egoísta.

Para llegar hasta ahí, el camino de Harrison es incuestionablemente original, pero también tortuoso. Está plagado de aciertos en el uso de fuegos de artificio, de una imaginería de género moderna y potente: destellos, por hacer el juego de palabras fácil con el título. Aunque permítanme recordar el mantra de arranque: “lo anómalo, repetido suficientes veces, termina por convertirse en normal”. Por momentos, la acumulación de novedades de Harrison produce un cierto desinterés, porque a veces uno intuye una intención de postureo.

Y esto se hace especialmente evidente cuando Harrison busca la provocación con temas en su momento tabú. Cuando en las primeras páginas nos presenta a un personaje que se masturba cada veinte minutos, el autor está poniendo el listón tan alto que nada de lo que ocurre después en esa dirección me supone mayor sorpresa. Porque la reiteración de lo anómalo, que es uno de los motores de la atmósfera creada por Harrison, termina por convertirlo en normal.

LightPor lo demás, la forma en que Harrison presenta ese escenario es la bien conocida línea de acción contemporánea del género: la inmersión. Muchas palabras sin sentido hasta pasar algo de tiempo en la trama, ninguna explicación más que su progresiva adivinación por el contexto, todo ello sumado a que los propios personajes son ya de por sí raritos (repetimos: “lo anómalo, repetido suficientes veces, termina por convertirse en normal”, por lo que a su vez también pierden interés, en particular Kearney, el del presente, que no es exótico sino bizarro).

Miren, a estas alturas de mi vida ya he perdido el pudor: si a las treinta páginas de un libro que estoy leyendo con razonable atención tengo que consultar reseñas y el artículo correspondiente de la wikipedia porque hay cosas que no entiendo, el escritor no ha hecho del todo bien su trabajo, porque yo llevo 35 años leyendo cf y se supone que tengo algo de callo. Lamento parecer un tanto egocéntrico, pero es lo que hay.

La apuesta de Harrison de revestir de verosimilitud su escenario por este camino, compartida por buena parte de la cf actual, es a mi juicio un error evidente. Voy a intentar explicarlo por enésima vez. Si aceptamos que la cf no es profética, sino básicamente una parábola o alegoría, ¿por qué tiene que tomarse la molestia de intentar ganar en verosimilitud usando palabras que no son las que empleamos ahora, en muchas ocasiones para definir conceptos que sí podemos entender en la actualidad? Y, si lo hace porque se quieren definir cosas o conceptos no existentes, o simplemente porque se quieren que los diálogos sean más marchosos y tengan un aire más molón, ¿por qué no permitir que el narrador intervenga discretamente para definir lo que se está enunciando de esa forma?

Según esta regla de tres, las novelas de romanos deberían estar escritas en latín, algo que parece un chiste y no se le ocurriría a nadie sensato. Sin embargo, esa misma rareza se está convirtiendo en una norma en el contexto de la cf, produciendo ingentes cantidades de prosa antipática, difícil de entender y que, a diferencia de Luz, no premia ni siquiera mínimamente el esfuerzo que supone acceder a ella.

El lenguaje empleado por Harrison, además, parece cuidadosamente escogido, y no sería justo no admitir que se intuye que no tiene un origen gratuito, pero pierde en buena parte sus implicaciones con la traducción y descontextualización. Puede que “cafe electrique” resulte impactante en inglés molón para denominar a una droga de diseño futurista, pero a mí más bien me suena al local de abajo de Ninette y un señor de Murcia, a algo inventado en un francés de pega por españoles rijosos de camino a Perpiñán para ver pelis picantes.

En resumen, se trata de una complicación superflua y aburrida, que sólo puede aportar tal vez algo de sentido en su idioma original por mucho que el traductor, Rafael Marín en este caso, se empeñara en conseguir lo contrario. El hecho de que mirando otras reseñas de la novela se le den explicaciones casi oraculares a algunos de sus aspectos podría considerarse una riqueza de significado, y sin duda es así en algunos elementos (por ejemplo, los referentes al Canal Kefahuchi; una buena prueba del potencial para la metáfora en la cf); sin embargo, en otros (en particular casi todo lo relacionado con Kearney), me temo que es algo que tan sólo subraya la oscuridad del texto.

M. John HarrisonEste tipo de mecanismos, por lo demás, supone auténtico veneno para cualquier lector adicional que pudiera atraer al libro y su difícil temática la buena calidad literaria de Harrison. En las propias palabras del autor, en una entrevista con Arturo Villarrubia y Nacho Illarregui en 2003:

Si la ciencia ficción fuera a ampliar su audiencia y empezara a hablar a la gente en general, tendría que dejar de usar un lenguaje -y dejar de hacer suposiciones- que sólo los lectores de ciencia ficción pueden comprender. La mayoría del público está muy interesado en la forma en que la ciencia influye en el mundo; pero no sabe -y no quiere saber- nada de ciencia (¡o de ciencia ficción, que es lo que nos importa!). Un escritor de la “nueva” ciencia ficción hará suposiciones que puedan comprenderse fácilmente y sin que haya mucha distancia del mundo cotidiano del lector. Toda la ciencia ficción solía escribirse así. Buenos ejemplos de ello son La guerra de los mundos de H. G. Wells y El día de los trífidos de John Wyndham. Ambos eran perfectamente accesibles a la mayor parte del público de su época. Los escritores de ciencia ficción de ahora no hacen esto; en su lugar, protestan de forma proteccionista cuando escritores que no son de ciencia ficción llenan este espacio que ellos han dejado libre. Será algo difícil de hacer para los escritores de ciencia ficción. Lo sé porque lo he intentado yo mismo, y he fallado.

Absolutamente aplicable al caso.

El que Luz fuera saludada en su momento incluso por personas muy despiertas como una muestra de una posible “tercera vía” para la cf queda desactivado por las propias palabras de Harrison. La abundancia de la alambicada “cf de inmersión” en los últimos años, con otras propuestas tan entusiásticamente saludadas y vacías como Embassytown de China Miéville, se ve acompañada del crecimiento exponencial de la presencia de temáticas de cf fuera del territorio del género, utilizando formas de trabajo menos artificiosas, lo que confirma su fracaso.

Siempre está bien que surjan nuevas vías. Pero las vías muertas existen. Y buena parte de la cf actual se ha embarcado por una de ellas: no la de ofrecer calidad literaria sumada a temáticas propias de género, que es perfectamente lícita y seguramente acertada, sino hacerlo usando estas herramientas.

Todo ello no debe ocultar el hecho de que, para mí, el esfuerzo de Luz valió la pena. Hay instantes de belleza desperdigados por el libro y pequeños golpes de sentido de la maravilla que se filtran entre las rendijas de su aridez. Recomiendo leerlo en su momento, con la disposición correcta, buscando descubrir lo que de bueno hay en él, como lo he hecho yo. Pero no tengo mayor intención de leer su continuación, Nova Swing. Y cualquier escritor que se declare seguidor de esta novela se convierte para mí en un sospechoso automático hasta que no dé pruebas de que lo que está haciendo no es impostura, sino un trabajo intenso para conseguir propósitos no alcanzables por otro camino que el empleado aquí.

Luz, de M. John Harrison
Light (2002)
Trad. Rafael Marín
256 pp. Tapa Blanda. 17,95€
Ficha en la web de la editorial

17 comentarios en “Luz, de M. John Harrison

  1. Completamente de acuerdo con lo que comentas de la inmersión a base de palabrejas. Me pasó con Embassy Town (que tuve que dejar a las pocas páginas por aburrimiento), con El ladrón cuántico… En fin, qué forma más tonta de no aportar nada a una historia y de echar fuera a posibles lectores.

  2. Es una discusión que hemos tenido varias veces ya. Quizá la CF ha pasado al otro punto de un péndulo. La sobreexposición se ha curado por la vía de enfermar de tecnojerga críptica que da más sabor a costa de hacer la narración más farragosa y a veces dejar de ser funcional. Otra cosa es el placer estético que eso produzca, algo que es personal. Lo que no me termina de gustar tampoco es que te expliquen todo, algo que me parece tremendamente frustrante cuando me acerco a la CF clásica. Creo que antes de la New Wave no me gusta casi nada.

    Sin haber leído a Harrison, no puedo valorar de él en concreto, pero a mí sí que me gusta en, por ejemplo “El ladrón cuántico” que menciona arriba Juan Antonio. Es más, es lo único que me gusta del libro. También es cierto que yo soy ese público reducido con todos los referentes de la CF del que habla Harrison en la entrevista.

  3. Buf, a mí lo de la inmersión me parece un tema complicado… En general siempre me ha gustado, lo prefiero a que me vayan explicando cada concepto a cada paso, algo que me corta el ritmo bastante. No sé, bien utilizada, como hacen William Gibson o Gene Wolfe cuando están inspirados, le otorga una textura al texto, un misterio, incluso un lirismo, una forma, casi alucinatoria, de experimentar de primera mano lo ajeno, lo extraño, que siempre me han atraído mucho. Pero bueno, como decís, es algo personal, yo soy el tipo de zumbao que se leyó el ciclo de Latro junto a “Los mitos griegos” de Graves y “Las Historias” de Heródoto para buscar obsesivamente todas las referencias, aprendí mucho y disfruté un montón. Y también porque me gusta lo raro, lo peculiar, en su momento se me quedaron grabadas a fuego las primeras páginas de “Retorno de las estrellas” de Lem, esos capítulos de inmersión brutal, donde un piloto que regresa a la tierra tras muchos años intenta salir del espaciopuerto terrestre y todo es tan extraño que no se entiende nada de lo que ve, ni de lo que experimenta.

    Por otro lado, en novelas como “Embassytown” me parece que la inmersión está empleada con el culo, porque básicamente es poner un montón de palabras raras a voleo para conceptos muy comunes de cf de toda la vida. Y entiendo que a mucha gente le canse esta forma de tratar la cf, requiere un esfuerzo y atención que no siempre se ven recompensados, a mí también me pasa, me da pereza empezar oooootra trilogía y ponerme a bregar con otro montón de términos y de tecnojerga. Incluso puede llegar a convertirse en una vía muerta, la conclusión lógica de la inmersíón sería un relato ininteligible y escribir algo ininteligible no tiene mucho sentido.

    Yo creo que en “Luz” si que hay recompensa y que no hay postureo por parte de Harrison, incluso diría que en “Luz” está más luminoso (JA, JA), accesible e incluso simpático que en sus otras obras. Creo que lo de Harrison no es postureo ni va a provocar, es que escribe así y cualquiera que haya leído no sé, “El curso del corazón”, “El mono de hielo” o “Preparativos de viaje”, ya le conoce.

    Por otro lado, el público en general es muy heterogéneo, yo no le daría “Luz” a mi hermana o mi madre, pero si se lo daría a mi hermano menor, mucho más joven que yo, que lee a Burroughs o Pynchon o Dick, o Foster Wallace o Ballard y que no le hace ascos a unas naves espaciales. Es más, hoy, en una web como Xataka, que se dirige a un público general, entre una selección muy variada, lo primero que recomiendan es “The Peripheral” de Gibson, la novela más inmersiva y árida que le he leído a Gibson. Creo que hay una generación joven, criada con los videojuegos, toneladas de cine de todo tipo, tebeos, internet, pero también con esa literatura anglosajona digamos “experimental” porque no se me ocurre un término mejor a estas horas de la noche, y que es un público potencial para este tipo de cf. Por supuesto, hay otro amplio sector del público que va a abandonar “Neuromante” al poco de empezarlo.

    http://www.xataka.com/otros/de-que-hablamos-cuando-hablamos-de-velocidad-14-autores-y-14-novelas-de-ciencia-ficcion-que-deberias-estar-leyendo-ya

  4. Lo de El ladrón cuántico entiendo un poco por dónde va; el vocabulario lo único que hace es esconder una historia que se lleva contando desde siempre. Folletín cuya sofisticación viene casi por entero del lenguaje para describir un futuro que no es tan extraño ni diferente como parece al principio … El camino del space opera actual, con el que puedo disfrutar pero que ya no me atrae tanto como hace unos años.

    Luz me parece otra cosa, pero quizás porque ya llevaba el veneno Harrison en la sangre tras devorar El mono del hielo y El curso del corazón. Historias plagadas de personajes dañados como muy pocas veces se ven en una obra de ciencia ficción o fantasía, superextrañas, a veces extremadamente sórdidas. De esta novela todavía medio recuerdo el personaje de Seria Mau y cómo su situación (sola, separada de sus semejantes de manera irreversible por propia decisión) se explica a través de unas secuencias oníricas sumamente “dolorosas”. Y además está la singular belleza del texto y la historia, que sí que vuelve a los temas de Lem y los Strugatski, pero con una nueva perspectiva.

    Hay que recordar cómo Harrison explicaba esta novela: Iain Banks le dijo una vez que no se divertía lo suficiente. Y Harrison se dijo, pues vas a ver lo que es diversión… y escribió Luz. Que en el fondo es lo de siempre: científicos descubriendo cosas más grandes que la vida, naves espaciales recorriendo el espacio tirándose de todo y gente de los bajos fondos escapando de su pasado. Pero pasado por el tamiz de un tipo que es capaz de reflejar el lado oscuro de la existencia en un género que no se ha prestado demasiado a ello.

    Dicho lo cual, supongo que Alfonso tiene razón y que ahí fuera hay un público capaz de disfrutar de estas cosas. Pero será en inglés, porque aquí en España podríamos rodar un 300 con los lectores que le quedamos.

  5. Que conste que suelo estar de acuerdo con Julián Díez más que con cualquier otro comentarista español de CF. Pero es que el aspecto que más destaca de esta novela es exactamente al contrario de como él lo describe. El lenguaje que MJH utiliza es así por la belleza del lenguaje y por su potencial de extrañeza (y siendo, probablemente, uno de los cinco mejores prosistas de la CF, le funciona). No es por inmersión ni mucho menos por verosimilitud. MJH desprecia profundísimamente cualquier pretensión de verosimilitud en literatura, cien veces más en CF.

    https://ambientehotel.wordpress.com/2014/10/08/fauxthentication/
    https://ambientehotel.wordpress.com/2011/05/10/worldbuilding-lange-du-foyer-2/

  6. Nacho,

    “Dicho lo cual, supongo que Alfonso tiene razón y que ahí fuera hay un público capaz de disfrutar de estas cosas. Pero será en inglés, porque aquí en España podríamos rodar un 300 con los lectores que le quedamos.”

    Hala, al carajo mi teoría. Sólo me puedo agarrar a especular con que se “adelantó a su tiempo” y se publicó en una colección de cf, con escasa promoción fuera del fandom, cosa que tampoco puedo asegurar porque no tengo datos. De todos modos me refería más a la cf “inmersiva”, más que a Harrison en concreto, que con las tiradas en castellano no es viable su publicación.

    Y que, en general, se lee poco, yo creo que a la gente le gusta la cf o similar (“Interstellar”, o “Guardianes de la galaxia” en cine palomitero, “Destiny” en videojuegos) pero en España somos de poco leer por lo general.

    Por cierto, ¿cómo encajarían novelas tan prestigiosas pero difíciles, por ejemplo “Riddley Walker”, en todo esto?

    • Con las prisas se me olvidó añadir que esto tampoco significa mucho porque esos libros no han llegado a gran parte de su público potencial. Como le ha pasado a Ballard, en España en los últimos 20 años una rareza degustado por una minoría.

      Ya que lo comentas, veo a un lector de Foster Wallace o Danielewski (por poner un “raruno” reciente) más interesado por El curso del corazón que por Luz. Ahí estoy con Julián; el horizonte de expectativas en el que se mueve esta novela es tan peculiar, tan codificado en clave de aventura especial, que me cuesta verlo más allá de las estanterías del género. Aunque alguien a quien me encanta leer como Abuelo Igor decía lo siguiente en http://ambargris.blogspot.com.es/2007/07/el-curso-del-corazn-de-m-john-harrison.html

      Harrison escribe con una claridad y economía notables, sin que uno necesite volver sobre la misma frase una y otra vez para aproximarse a un sentido. Tampoco el sentido global se me antoja críptico, aunque quizá aquí influyan mis maneras de leer: al igual que en una novela policíaca me interesa mucho más el ambiente de misterio que la explicación final, considero que Harrison ve los elementos omitidos, los “agujeros” deliberados de la trama, como parte integrante de una poética de lo inexplicado, como una actitud inevitable ante las preguntas que la vida ni contesta ni contestará.

      Me encantaría hablar sobre Dudo Errante, pero aparte de tí, ¿cuántos fans la han leído?

      • A ver, es que le estoy dando vueltas a un nudo que no sé como expresar muy bien, porque te tengo que dar la razón, más aún cuando he caído en que la última de Gibson de momento no tendrá edición en castellano. Quizá es lo que comentas, que estos escritores no se promocionan bien entre un público que pudiera apreciarlos y también tienes razón en que lo de Harrison es una space opera muy en el medio de la nada, al fandomita habitual no le va a gustar y a quien pueda apreciar a Harrison por su bizarrez, pues quizá no se va a acercar a algo de aventuras en el espacio.

        Pero hay novelas muy difíciles, y ahí quería ir con el ejemplo de Dudo errante, pero para variar no me he explicado, que “generan prestigio” (Dudo errante ya lleva dos ediciones, la segunda en Cátedra nada menos) y que no es imprescindible que vendan. Es decir, un ecosistema sano para la cf sería uno en que hubiera de todo, desde young adult que vendiera mucho y que permitiera raros como Harrison, hasta cosas más en el medio como un Bacigalupi. El problema, en mi opinión de indocumentado, es que no hay suficiente masa lectora en España para esto.

        Por cierto, que alucino con el tema de Ballard, un escritor conocido, que se le ha llevado al cine varias veces por directores muy conocidos, al que se hizo una exposición en Barcelona, que hace poco, en el aniversario de su muerte, El País publicó un articulazo que por lo menos eran dos páginas completas y que no venda nada. No me entra en la cabeza que no, sé, un Foster Wallace por ejemplo, un escritor tan difícil o más que el británico, le supere en ventas. Algo ahí falla, algo que quizá sea la clave y que estaría bien saber qué es, aunque cada uno tengamos nuestra opinión al respecto.

        • El problema, en mi opinión de indocumentado, es que no hay suficiente masa lectora en España para esto.

          Tú lo has dicho.

          Súmale el hecho que algunos de esos autores, como Ballard o Gibson incluso (cualquiera de sus últimas cinco novelas traducidas) se citan mucho pero ¿se han leído?

          El escritor y su obra como notas al pie de página en conversaciones sobre literatura… para subir el nivel.

  7. Entendiendo lo que dice Julián, e incluso compartiendo esa sensación en algunas novelas, con esta no me pasó en ningún momento. En esta novela el lenguaje endógeno me genera valores positivos, cuando en muchas otras no me pasa así. Sigo creyendo que este tipo escribe como Dios y que Luz (que ya he leído tres veces) es una obra maestra de la ciencia ficción.

  8. En lo referente a la jerigonza en la ciencia ficción estoy de acuerdo, en general, aunque hay casos en que es un recurso interesante (depende de la habilidad del autor), y lo mismo se aplica a las inmersiones en caliente. Siempre pongo como ejemplo positivo el “Vurt” de Jeff Noon. Bien utilizados, estos recursos tienen un efecto alucinante. Mal empleados, te dan ganas de devolver el libro a The Pila y que lo lean las polillas.

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