Hace poco más de un año escribía sobre cómo se podía hacer una edición directamente para el mercado electrónico a raíz de la aparición de Fata Libelli, sello que ya ha cumplido su primer aniversario publicando relatos directamente en ebook. Por ahora las antologías temáticas no me han atraído lo suficiente, pero las colecciones de autor que llevo leídas me han parecido bastante recomendables. Presentan nombres prácticamente inéditos en nuestro país y recuperan algunas de sus mejores obras breves más recientes; una pequeña recompensa para los aficionados a las extensiones breves. El último nombre en sumarse a Tim Pratt, Peter Watts o Reggie Oliver es Elizabeth Bear. Si hacemos caso a su ficha en La tercera fundación, hasta Arcana mundi apenas se habían traducido cuatro relatos. Escaso bagaje para una autora prolífica, con una veintena de novelas a su espalda y varios relatos finalistas de los premios Hugo, Nebula, Locus, Sturgeon…
En los siete cuentos aquí recogidos hay un poco de todo: postapocalíptico, space opera, fantasía clásica, biopunk, fantasía contemporánea… Sin embargo, como ocurre cuando hay criterio, no estamos ante balas de francotirador, cada muestra una singularidad en sí misma, sino que se pueden encontrar conexiones entre ellos. Uno de los temas persistentes en Arcana mundi es el de la soledad y cómo Bear la conecta con la necesidad de seguir adelante; un sentimiento vivido generalmente a nivel personal por los protagonistas pero también, en dos relatos, llevado al extremo de ser compartido por toda la especie frente a un universo tan propicio para la vida como para verla desaparecer. La perspectiva de Bear, cuando es positiva, quiebra esa soledad con encuentros con personajes de todo tipo, entre los que se incluyen inteligencias no humanas o animales de compañía, mientras que cuando se mantiene en un cierto pesimismo, se torna irreversible; un pozo del cuál resulta imposible escapar aun cuando se intente llenar de diversas maneras.
Asimismo, en la mayoría de historias se aprecia un estilo consistente. Bear huye de artificios y generalmente se muestra contenida en la descripción de los escenarios y los sentimientos. Su prosa es concisa, a veces un tanto austera, pero con la cualidad de crecer expresivamente cuando la narración así lo requiere para transmitir con contundencia los sentimientos y las sensaciones de sus personajes, íntimamente conectados con los lugares donde se ponen de manifiesto.
Es paradigmático el relato que abre Arcana mundi, “La marca de la marea” (premio Hugo al mejor relato breve en 2008); el encuentro entre un joven y una IA mecánica en una playa de la que no puede escapar. Entre ambos se establece una relación de dependencia sustentada en la lucha contra la soledad, la protección ante un medio hostil y una rutina iniciada cuando la IA estaba sola: crear unos collares con conchas a ritmo de artista hiperperfeccionista, tarea en la cual el chaval echa una mano. Esta labor, a priori un tanto estúpida, es el vehículo de entrada del tema que dota a “La marca de la marea” de una hondura especial: la naturaleza volátil y mutable de la memoria humana y la importancia para el recuerdo de contar el mundo. No es un relato que desarrolle emociones potentes y, sin embargo, Bear destila en él los elementos suficientes y en el orden adecuado como para convertirlo en un artefacto efectivo.
Otro cuento sobre soledad, encuentro (y desencuentro) es “La muerte de las emisiones terrestres”. Una científica narra su vida en paralelo al descubrimiento de una civilización inteligente que devuelve hacia la tierra las señales de radio y televisión emitidas hace décadas. Ambas historias se ajustan al inicio del relato e introducen temas especulares que entran en resonancia cuando se contrapone su éxito profesional con su aislamiento personal. Bear mantiene un ritmo perfecto hasta su amargo desenlace.
Es peculiar cómo el descubrimiento de emisiones alienígenas también aparece colateralmente en “En la casa de Ariamán brilla una señal solitaria”; de largo la historia más extensa de Arcana mundi y, a la postre, la más convencional. Un misterio criminal en el cual una inspectora de la India investiga la muerte de un científico a mediados del siglo XXI, con innumerables elementos biopunk (el factor tecnológico que altera la vida humana no deriva directamente de los ordenadores y la realidad virtual sino de la ingeniería genética). Bear incorpora de manera soberbia la trama policial, la vida cotidiana de esta mujer en un país transformado desde un punto de vista tecnológico pero apenas desde la perspectiva social, y el fondo con las noticias sobre la recepción de un posible mensaje alienígena. Además incluye un detalle que volverá a ser importante en otro de los cuentos de Arcana Mundi, “Mangosta”: el vínculo con animales.
Escrito junto a Sarah Monette, “Mangosta” es la narración que más he disfrutado. Un relato de aventuras protagonizado por un especialista en plagas enfrentado a unas criaturas extradimensionales que infestan una estación espacial. Destaca la conjunción de todos los componentes que integra, caso de una refrescante revisión de las criaturas y el horror materialista Lovecraftiano en clave de space opera, una vibrante cacería de bichos, una historia de expiación y un canto de amor a los animales de compañía y cómo cambian la vida a ambos lados de la relación. La lectura más fresca de Arcana mundi y, para mi, excusa suficiente para adquirir el volumen.
Me falta por comentar “Amor en el talud”, un cuento de inspiración oriental ligeramente insidioso que subvierte el tradicional papel de la mujer en estas historias; “Annie Weber” una fábula sobre la asimilación de los gustos ajenos y la proliferación de las grandes franquicias en la forma de una curiosa invasión alienígena; y “Los despojos del lobo”, una asfixiante pieza sobre el fin de una relación y la necesidad de soltar lastre y salir a flote contada en clave de delirio fantástico con rasgos mitológicos.
Arcana mundi es un recomendable libro de relatos de concepción clásica que, en su variedad, encierra una serie de temas comunes que dejan un poso agridulce. Un sabor que cada vez encuentro más atractivo.
Arcana mundi: relatos de fantasía y ciencia ficción, de Elizabeth Bear (y Sarah Monette)
Trad. de Silvia Schettin.
Fata Libelli 2014
Libro electrónico, 4,90€
Ficha en Lektu