Me produce una cierta tristeza observar cómo algunos libros, una vez ha transcurrido su vida media en los expositores de las librerías, se marchitan sin haber despertado prácticamente atención; apenas comprados y, lo que es peor, apenas leídos. Por lo que he podido bucear por internet, tengo la impresión que Leonís es uno de esos títulos. La imagen de César Mallorquí como escritor de literatura juvenil supongo que habrá hecho lo suyo, y ha mantenido a una parte de su público potencial alejado de esta obra, tal y como pasó con aquellas dos novelas de temática criminal publicadas por Espasa y saldadas de manera inmisericorde (vale, El juego de Caín era regulín, pero también lo suficientemente dinámica como para haber esperado algo más de repercusión). En este caso el tema es particularmente sangrante porque estamos ante un libro editado con mimo y que ofrece una serie de características bastante caras de ver en el resto de novedades de un año cualquiera. Tapa dura, multitud de ilustraciones creadas ex profeso por el ilustrador Miguel de Unamuno y una maquetación exclusiva que las integra en el fluir de la narración. Un valor añadido que enriquece la edición en papel y su lectura.
Leonís también es una de las escasas obras publicadas de uno de los proyectos más ambiciosos de la literatura fantástica española: Umbría, una región ficticia del norte de España creada por Elia Barceló, Armando Boix, Julián Díez y César Mallorquí con vistas a situar en ella varios relatos. Como cuenta Mallorquí, la cosa no transcurrió como les habría gustado, pero dio lugar a dos de las mejores obras de Elia Barceló: El secreto del orfebrey El vuelo del hipogrifo. Mallorquí terminó una novela corta que reescribió más tarde para presentarla al premio Minotauro el año de, sí, Gothika. Sin embargo, según relata en su blog, fue descartada por la editorial dado su contenido escabroso, supongo que en previsión de no poner en riesgo al público menor de 15 años (un “cadáver” más del “buen” hacer de García Lorenzana en la editorial), para acabar en un cajón y ser rescatada cuatro años más tarde por Edebé.
Sin embargo el gran atractivo de Leonís surge de su forma de adaptar a tiempos contemporáneos una tradición, la celta, prácticamente ausente de nuestra literatura. A través de la historia ficticia de Umbría y del Valle de Lotar, el lugar donde se desarrolla toda la novela; a través de la recreación del relato de Tristán e Iseo en ese particular escenario, mediante los personajes o unos topónimos eco de la versión de la leyenda urdida por Mallorquí; o a través de cómo se integra el concepto del tiempo en la narración. Una visión circular fiel reflejo de los ciclos estacionales y su particular concepto de la vida, la muerte, el descanso… y la resurrección. Algo evidente desde las primeras páginas con el regreso de un hombre al valle donde pasó parte de su infancia y adolescencia, en el modo de vida del personaje femenino principal o en el propio corazón de la trama. Desde ese punto de vista conceptual, Leonís cuenta con una complejidad de la cual carecen sus obras juveniles o El juego de Caín. Aunque para plasmarlo parte de un inicio sumamente convencional.
Pablo Galván regresa al Valle de Lotar tras recibir una carta escrita por Arturo, su padre, en las horas previas a ser asesinado doce años antes. Esa muerte mientras realizaba un ritual es uno de los grandes misterios de la narración unido a la relación de Pablo con Raquel Orellana, la adolescente de la que estaba enamorado antes de abandonar el valle y a cuyo recuerdo sigue aferrado. Es a través de esa investigación y del deambular de Pablo Galván por Lotar como surgen las leyendas y mitos del lugar, una especie de historia secreta de una de las comarcas más recónditas de Umbría donde se conservan ritos desaparecidos en el resto del norte de España.
Es posible que me haya vuelto un tanto sofisticado, pero el estilo de Mallorquí me ha parecido un tanto decepcionante. Prácticamente es el mismo que hemos podido observar en la mayoría de sus novelas juveniles, con un ritmo ágil en continuo crecimiento, mucho diálogo, un uso poco imaginativo de las figuras retóricas (los senos son montes gemelos, el sexo una selva…) y personajes esta vez insípidos; buenos vehículos para la narración pero sin demasiado carisma. La trama está tan bien engarzada, y cada elemento tan adecuadamente conectado con el resto, como, me temo, falta de vida.
Leonís queda como una novela alejada de El círculo de Jericó, “El coleccionista de sellos” o La isla de Bowen, construida sobre un sustrato excelente aunque un tanto gris en lo que al estilo se refiere. Destacable por ese valor añadido imposible de encontrar en todas esas novelas de aprobado raspado que nos llegan mes sí, mes también, como La gran novela fantástica española del mes, del año… o del milenio.
Leonís (Edebé, Narrativa adultos, 2011)
Tapa dura. 320pp. 20,60 €
Ficha en La tercera fundación