La casa al final de Needless Street, de Catriona Ward

La casa al final de Needless StreetYa sea porque enmascaran los sucesos de forma deliberada o se sirven de una visión tan subjetiva que atempera cualquier atisbo de realidad consensuada, los narradores no fiables son un campo abonado a la incertidumbre y la sorpresa. También, dependiendo del horizonte de expectativas del lector y los artificios del narrador, tienen mucho de campo de minas. Un incesante tirar la soga entre lo que se calla y lo que se cuenta mientras se desarrolla una trama para mantener las expectativas en todo lo alto. Se podría abrir un debate alrededor de las trampas escondidas por el escritor en ese despliegue de medias verdades, acopladas a los inevitables giros y retruécanos de la trama. Ese striptease durante el cual lo que parecía B y después se asemeja a P, pasa por un prisma para revelarse como R y, tras la última metamorfosis, terminar en A. Una cadena que posiblemente salte el tiburón y después el megalodón. Un poco así me ha dejado esta novela de Catriona Ward.

Inédita hasta ahora en España, en La casa al final de Needless Street Ward aborda un tour de force de manual sostenido sobre la confluencia de varios narradores no fiables. El más relevante por espacio es Ted, un hombre con alguna enfermedad mental que se caracteriza a través de una serie de comportamientos y pensamientos extravagantes reflejados a través de su testimonio en primera persona. Ya en las primeras páginas, con el uso de ciertos tiempos verbales y sus recuerdos, son evidentes sus problemas para situar sucesos cronológicamente. Una condición agravada por una serie de lapsos durante los cuales no recuerda lo sucedido. A medida que se asienta el otro narrador principal, su gata, sus problemas de percepción se hacen cada vez más evidentes en consonancia con los propios del animal. Ambos testimonios se contraponen a un narrador equisciente que se alterna con ellos. Sigue a una joven que llega hasta este pueblo de la costa oeste de EE.UU. e indaga la desaparición de su hermana pequeña hace una década, según cree a manos de Ted.

Esta confluencia de personajes y enfoques no sólo funciona como el providencial puzzle en construcción. Cada 20 o 30 páginas hay un hallazgo-giro que fuerza a recolocar las piezas proporcionadas mientras aumenta su número y el tamaño del marco, en una continua patada hacia adelante que, llegado cierto momento, tensiona (mucho) el pacto de ficción. En lo que se refiere a las condiciones de los narradores no fiables y, sobremanera, en la participación de ese narrador equisciente; necesario para asentar una referencia consensuada pero que, llegado el clímax, en mi caso descarriló tras un acto de funambulismo donde se juega con su percepción de manera torticera. Después de las alteraciones a las que su protagonista se ha enfrentado, puede parecer simplemente un tirón más en una novela donde la presión de la llave inglesa sobre la tuerca además de continua es desaforada. Y en cierta forma innecesaria. Con una trama menos rocambolesca, menos necesitada de ciertos espejismos, habría resultado más asumible. Aunque esta vez hay algo detrás, más allá que la voluntad de sorprender.

Catriona WardCatriona Ward abunda en un fenómeno primo-hermano a interesarse por un suceso con numerosas lagunas del pelo de los que seguimos a través de los medios de comunicación. Saca mucho partido a los prejuicios, las asunciones establecidas a partir de hechos incompletos, la necesidad de encontrar un culpable. Se cobra conciencia sobre todo al final, cuando el misterio precipita y se constata qué sucedió en la casa al final de Needless Street. En su favor, su amarillismo y gratuidad al ocultar las cartas en las mangas, la solapa de la chaqueta o debajo del tapete, no la lleva a sumergirse en culebrón de baratillo presente en otras novelas recientes también apoyadas en el hurto de información como Detrás de sus ojos. Estos fuegos de artificio de mostrar y esconder, amagar, golpear y esquivar tienen su sentido cuando las evidencias sobre la personalidad de Ted y el resto de personajes cristalizan definitivamente. El propósito de Ward se consolida más allá de toda duda y, a esa vuelta sobre la precaución antes de apretar el gatillo en una sociedad cuyo día a día se caracteriza por la reacción antes de la comprensión, se le adosa un tema sobre la salud mental y su cuidado que también queda bien enhebrado. La elocuencia de la narración es incontestable (incluso demasiado evidente) y hace innecesaria la nota final que acompaña al texto. La historia puede o no tener sus trampas, pero había asentado los temas de manera meridiana sin enfatizar ningún tipo de moraleja.

Con estas reservas, he disfrutado de La casa al final de Needless Street. Un thriller psicológico y de suspense que logra una atmósfera perturbadora de inquietud creciente.

La casa al final de Needless Street (Alianza Editorial, col. Runas, 2021)
The Last House on Needless Street (2021)
Traducción: Cristina Macía
Tapa Blanda. 318pp. 22 €
Ficha en La tercera fundación

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.