La brigada de luz, de Kameron Hurley

La brigada de luzHace tres meses escribía sobre Las siete muertes de Evelyn Hardcastle, y la esmerada labor de Stuart Turton sobre su trama; una novela trazada en una pared, situando una línea temporal de varios metros de largo con una pléyade de personajes y sucesos conectados por una multitud de hilos para marcar el curso de una narración plagada de saltos adelante y atrás para dar forma a un particular continuo espacio-tiempo. Ahora mismo no se me ocurre mejor imagen para comenzar a escribir sobre La brigada de luz, la última novela traducida de Kameron Hurley. Supongo que para alejarme en un primer momento (después será inevitable) del gran lugar común a la hora de referenciarla: Tropas del espacio y la ciencia ficción militarista estadounidense. El recurso al viaje temporal se encuentra tan impreso en su ADN que en esta reseña voy a romper el tabú de entrar en temas de argumento más allá de lo superficial. Avisados quedan si tienen intención de saltar al siguiente párrafo.

Porque además de hablar de Tropas del espacio, La guerra interminable y La vieja guardia, hay otras historias de Robert Heinlein que merece la pena encuadrar en la reseña: Puerta al verano, “Por sus propios medios” y, sobremanera, “Todos vosotros zombis”. La brigada de luz se constituye como un gigantesca secuencia causal en la que el narrador termina atrapado. En principio condenado a experimentar una serie de sucesos desperdigados en el tiempo y en el espacio para, llegado un grado de comprensión, convertirse en el motor de sus decisiones en un momento donde la frontera entre predestinación y libre albedrío termina difuminándose. Este aparente giro no solo no supone un recurso injustificado sino que se realimenta con la historia bélica hasta el punto de convertirse en parte sustancial del novum de la historia.

Es fácil escribir sobre lo que hay detrás de Tropas del espacio y La guerra interminable. Cada novela obedece al tiempo en que fue escrita y la experiencia vital de sus autores. En la primera es evidente el marco ideológico de Heinlein y el contrato social panfletario que establece en sus páginas, encajado en un argumento de buenos y malos ideosincrásico en la ciencia ficción de los 50; en los EE.UU. posteriores a la Segunda Guerra Mundial, bajo la psicosis de la amenaza roja, las líneas parecían más claras. Mientras, La guerra interminable queda marcada por la traumática presencia de Haldeman en Vietnam, con una contienda contra los alienígenas con causas menos rotundas, un adoctrinamiento de las tropas mucho más controvertido y una mirada detenida sobre unos combatientes sometidos a experiencias donde el estrés del combate se extiende a una reincorporación imposible en la sociedad de la que partieron.

Kameron Hurley¿Qué aporta La brigada de luz? Primero un subtexto muy de nuestro tiempo, donde los soldados sirven a unas corporaciones durante una serie de años para dejar de ser despojos o residentes y alcanzar el estatus de ciudadanos. Enfrente, los rebeldes marcianos, el enemigo demonizado por unos medios de comunicación entregados a una propaganda desaforada cuya visión los bosqueja como si el único canal fuera la Fox News. Además cada corporación se encuentra involucrada en un festival de alianzas/enfrentamientos en una contienda sin complejos por lograr El Monopolio. Es el mercado, amigos.

Después de las preliminares, con el narrador (o narradora, que de esto hablaré un poco más adelante) involucrado en su entrenamiento y dándose de bruces con los previsibles procesos de despersonalización, llega el momento de presentar el novum. Los soldados no viajan a los campos de batalla con los habituales vehículos de transporte sino a través de un proceso de teleportación a la manera asumida en la actualidad: destrucción del cuerpo en un sitio y creación en otro al que se ha enviado la información. Este trauma, que ya de por sí sublima el shock del combatiente al ser arrojado al campo de batalla, se alimenta en el caso del/la protagonista con que además de desplazarse por el espacio también lo hace por el tiempo: los parámetros de la misión a la que se enfrenta no se corresponden con los que le habían marcado en un principio. Un desconcierto incrementado con que el regreso no es al punto de partida, sino a otro momento de una guerra convertida en un puzzle a desentrañar.

Y con esta elección, Hurley pone en juego la carta de un combatiente completamente fuera de lugar, asolado por un perpetuo trastorno de estrés postraumático que parece acrecentarse a cada salto mientras la frágil realidad en la que pensaba vivir se fragmenta más y más con cada salto, en una secuencia que, como es de esperar, comienza a cerrarse cuando apenas quedan la mitad de huecos en blanco. Un aumento en el conocimiento que no disminuye la angustia del narrador porque el cuadro que forma se hace más sobrecogedor.

Hurley reviste esta reelaboración del relato bélico tradicional de un aspecto nada casual: su narrador; una primera persona que no deja entrever su sexo hasta bien avanzada la historia. Por un lado, el sutil trabajo sobre la narración en sí es vibrante, ayudado por la titánica traducción de Natalia Cervera, que se las habrá visto y deseado para mantener el juego en castellano. Pero por otro, ha urdido un texto paradigmático de este momento de la ciencia ficción porque reinterpreta un relato tradicional desde una perspectiva contemporánea que incluye la construcción del género, apostando por la identificación sin una marca nítida, sin sacrificar elementos como las relaciones románticas, las tensiones con los compañeros o la jerarquía militar, la camaradería… La brigada de luz es un paso adelante en un contexto que, generalmente, ha premiado visiones más reaccionarias incluso desde apóstoles del progresismo, como John Scalzi.

The Light Brigade

También, Hurley vuelve a mostrar flaquezas que me han distanciado de esta novela, como ya me ocurrió con Las estrellas son Legión. No seré yo el que venga ahora con la perorata que Tropas del espacio o La guerra interminable son novelas de grandes personajes, aunque Haldeman saliera mucho mejor parado de su envite. Sin embargo, La brigada de luz fracasa al ofrecer algo más del contexto que he descrito y el acierto con la manera de construir el relato. Independientemente de la opinión que merezcan Johnnie Rico o William Mandela, veo lejos a este protagonista de convertirse en un icono de la ciencia ficción bélica. Y a su a lado no hay mucho más. La ristra de nombres que aparecen más parecen unas etiquetas para fijar los momentos temporales donde viaja. Mientras sus motivaciones y pensamientos muchas veces se formulan de manera muy directa, un excurso innecesario rayano ocasionalmente en lo pueril. Un panfleto Heinleiniano de una ideología entre el progresismo socioeconómico y el conservadurismo individualista más exacerbado.

Y es que cuando la secuencia de acontecimientos queda por fin al descubierto, algo que se puede ver venir o no desde el ecuador de La brigada de luz, vuelve a quedar al descubierto el egoísmo del protagonista Hurleyniano. Aparentemente imposibilitado para alejarse de un curso de acción ya determinado por un plan pasado, apenas queda seguir su curso, salvar a unos pocos, los más cercanos, y escapar. Un utopismo pragmático con unas sobrecogedoras raíces reaccionarias que asume insalvable al 99%. En cierta forma me ha recordado a todas esas bases del partido demócrata estadounidense que públicamente afirma que le gustaría vivir en la socialdemocracia escandinava defendida por Bernie Sanders para, desde los caucus de Iowa, abrazar al Joe Biden de turno.

Más allá de esta impresión, la construcción puede dejar lastrada La brigada de luz; durante bastantes páginas una sucesión de combates y acuartelamientos cuyo interés queda condicionado por el peso que cada uno le de a ese juego de conectar los puntos en que ya ha caído su desarrollo. Un detalle que puede resentir los logros de una Kameron Hurley que vuelve a estar más entonada en el planteamiento de la novela que en su ejecución.

La brigada de luz (Alianza Editorial, col. Runas, 2019)
The Light Brigade (2019)
Traducción: Natalia Cervera
Tapa Blanda. 360pp. 18 €
Ficha en La tercera fundación

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