La Barcelona quinqui asediada por una criatura ominosa de Mataré a vuestros muertos, las historias de Rafa Marín emplazadas en ese Cádiz entre lo real y lo fantástico, las abundantes narraciones de temática retrofuturista… La exploración de nuestro presente o nuestro pasado reciente donde lo fantástico se enrosca, potencia, se nutre de los mitos personales, goza de una salud de acero. Desde un punto de vista muy subjetivo, estas historias apenas me interesan; en el tira y afloja entre lo nostálgico y lo iconoclasta lo primero tiene demasiado peso para mi gusto. Una inclinación evidente en el steampunk cuando el escenario y los elementos más imaginativos han orillado cualquier voluntad crítica que ocasionalmente tuviera la temática, tal y como atestigua el nulo peso de una novela fundacional como La máquina diferencial en el resurgir de hace una década. A pesar de este prejuicio, me llamó la atención Y estoy aquí, aquí para quererte, de Juan Manuel Santiago. Más que por el contenido, por ver cómo conservaba sus armas narrativas un escritor excepcional en el terreno de la no ficción que, allá durante los 90, había destacado con un puñado de relatos.
Música popular, corrupción urbanística, el mundo LGTB, las redes clientelares en el franquismo y la democracia, librerías de viejo, la ciencia ficción de Nebulae y Nueva Dimensión, la Jurado y Raphael, la escena underground barcelonesa… En algunos momentos, Y estoy aquí, aquí para quererte transmite la sensación que Santiago ha puesto en marcha la licuadora y pasa por sus cuchillas más elementos de los admisibles en una narración entre el relato largo y la novela breve. Sin embargo la secuencia en la cual los alinea confirma el sentido detrás de un texto que se zambulle en las entrañas de la ciudad española que mejor puede acoger las tensiones entre tradición y vanguardia para destilar una historia de hipocresía, lucha de clases y los conflictos que despierta la aceptación de la propia identidad.
Para contar Y estoy aquí, aquí para quererte, Santiago se sirve de Miguel, un narrador en primera persona que fragmenta su testimonio en una cadena de tiempos y lugares alrededor de su vida mientras se dirige a otros dos personajes intermediarios del lector. Salto a salto, cuenta fragmentos de una existencia marcada por un suceso que desdobló su cuerpo. Este acontecimiento tuvo lugar gracias a un ritual y un libro místico cuyo potencial trasciende el que se comenta en sus primeras apariciones y está íntimamente ligado a su efecto en Miguel y la estructura del propio relato.
A estas alturas del siglo XXI el rollo del libro-ominoso-puerta-para-un-poder-descomunal-a-quien-acierte-a-usarlo-correctamente casi disuade más que anima a acercarse a una historia. No obstante Santiago lo cose con hilo de titanio al corazón de su texto y aprovecha todo su potencial para explorar el sufrimiento de un personaje atormentado por su identidad y por unos vínculos emocionales desequilibrados que lo convierten en víctima de uno de sus interlocutores y verdugo de otro. Su vendetta, la rabia y el cinismo con los cuales termina observando no ya su bagaje sino el propio pasado de esa Barcelona que caracteriza a todo el país, es una de las marcas esenciales del discurso verbalizado por la enérgica voz de Miguel.
Es de alabar cómo Santiago coloniza cada recoveco con una cultura popular capitalizada por ese número de transformismo interpretado por Miguel al son de sendas canciones de Raphael y a Rocío Jurado. Su letra mece la historia y se realimenta con ella, en aspectos argumentales (una vez queda al descubierto que uno de los objetivos de Miguel es Manuel Alejandro, el compositor de “Yo soy aquel”), y un mestizaje entre hechos y ficción que trasciende esta conexión.
Existen algunas incoherencias y el flujo del relato es irregular. El frenético rush final me dejó exhausto, con algunas piezas en un encaje precario y la sensación de que Y estoy aquí, aquí para quererte hubiera necesitado respirar un poco más. Sin embargo la voz de Miguel compensa esta debilidad; es poderosa y muy cínica, en la línea de rendición de cuentas con lo que fuimos o somos del Rodrigo Fresán de El fondo del cielo. Gracias a ella, Santiago consigue que la combinación de elementos abigarrada y disonante en la superficie funcione. Enhebra un tour de force que retuerce las expectativas del lector en una serie de piruetas de las que sale bien parado.
Por ahora, Y estoy aquí, aquí para quererte sólo puede comprarse en papel. Un bolsilibro bien maquetado y agradable de leer, ideal para su consumo, y una ilustración de cubierta en total sintonía con el contenido. Por los seis euros que cuesta, es una de las lecturas con mejor relación calidad-precio que se pueden encontrar en las librerías. El formato se adecua al contenido mucho mejor que, pongamos, una tapa dura con márgenes generosos, letra para topos y 15 euros el ejemplar.
Y estoy aquí, aquí para quererte, de Juan Manuel Santiago (Cazador de ratas, 2018)
150 pp. Bolsillo. 6€
Ficha en la web de la editorial