Han pasado quince años desde que “Origami” me golpeara en el número 33 de la revista Gigamesh. Un cuento emocionante que para muchos supuso la presentación en sociedad de su autor, Santiago Eximeno. Desde aquel lejano 2002 me he ido reencontrando con él en revistas, antologías, colecciones de relatos, novelas. Durante todo este tiempo me ha sorprendido cómo ha progresado en su escritura manteniendo unas señas de identidad que, en parte, ya estaban en “Origami”. La fragilidad del cuerpo humano, el conflicto dentro de la familia, la pérdida de un ser querido y el duelo, la contención en el uso de lo fantástico… Tal y como se puede observar en Lo grotesco, su última colección de relatos, su producción mantiene una atractiva diversidad pero es en la presencia de estas características donde personalmente sigo reencontrándome con lo mejor de Santiago Eximeno.
Una mujer que abandona a su marido y lo deja al cuidado de su hijo (“Lovot”), un percance de salud que deja a un abuelo discapacitado sin visos de recuperación (“Tradición”), un padre y una hija que se reencuentran después de que a ella le hayan diagnosticado una enfermedad grave (“Pajaritos”)… Una parte de Lo grotesco pone al lector ante pequeños cataclismos familiares en una España a cinco minutos en el futuro donde se intuye el azote de la crisis económica. El golpe de efecto llega con el perverso giro fantástico/especulativo, un toque mínimo con el que Eximeno ahonda en el dolor de los personajes mientras saca partido a la situación caso de la imposibilidad de atender a los dependientes de “Tradición” o esa habilidad española para banalizar y mercantilizar cualquier detalle de “Pajaritos”.
La extrañeza del conjunto se potencia en virtud a una hibridación desacomplejada de las marcas de género. Ya sea desde un acercamiento más próximo a la literatura prospectiva (“Tradición”, “Lovot”) o mediante elementos más propios de la fantasía o el terror (ese Roc sobre los rascacielos de Benidorn origen de un delirante culto en “Pajaritos”). Sin embargo, salvo excepciones, el desarrollo no se recrea en la descripción ni se observa una voluntad desmesurada de asentar su verosimilitud. Eximeno se decanta por explotar la capacidad perturbadora de los giros más allá de la sorpresa por la sorpresa y extender los efectos sobre el ánimo del lector tras el final historia.
Una mayoría de piezas también exploran relaciones de paternidad/maternidad desde una mirada siniestra, una faceta común a otros relatos donde lo fantástico se hace más evidente. Madres muertas que acuden en ayuda de su pareja para consolar a su hija, un mundo donde la inmortalidad ha convertido los fetos no-natos en un macabro vestigio de una maternidad desaparecida, muñecas con vida y fecha de caducidad… La separación, la necesidad de reparar el daño del pasado, la degradación física y psicológica son, junto a una muerte omnipresente, leitmotivs de Lo grotesco. En algún caso, como en el terrorífico “Gas Mask Baby” o el espeluznante “Quilla”, abren puertas al horror más desasosegante.
Hay también espacio para el humor. Relatos donde la sátira pasa al primer plano, como ese delirio inspirado en los blockbusters de ya os imagináis quien de “Hotel Michael Bay”, o la pesadilla de un escritor enfrentado al quebradizo entorno editorial español de “Literatura de barrio”. Me parecen narraciones menos logradas, un poco desvaídas porque me cuesta ver su propósito una vez se han planteado. Pero con hallazgos como el juego borgeano de Días de peste, sobre el descubrimiento de una figura literaria olvidada de la cual se incluye un fragmento de una de sus obras de teatro para títeres muy salvaje. Como debe de ser.
Lo grotesco ha sido editado por Enkuadres en un cuidado volumen muy agradable de leer. Y mantiene la tónica de anteriores colecciones de Eximeno como Bebés jugando con cuchillos, Obituario privado o Umbría donde se encuentra publicada su ya cuantiosa obra breve, casi siempre recogida por pequeñas editoriales. Sin embargo, en virtud a la maldición que acarrean en el desagradable entorno de la distribución comercial, en su práctica totalidad han terminado arrinconados en un doloroso ostracismo. Por curiosidad, he repasado la lista de escritores seleccionados por Antonio Rómar y Pablo Mazo para Aquelarre, la antología dedicada al relato de terror español publicada por Salto de Página en 2010. He revisado las muchas obras que he leído de los nacidos después de 1970, el grueso del libro, más alguno que no fue incluido. Marc R. Soto, Ismael Martínez Biurrun, Nuria C. Botey, Alfredo Álamo, Emilio Bueso, Juan Díaz Olmedo… Una generación de escritores ciertamente impresionante entre la cual, en el campo la ficción breve, continúa destacando la figura Santiago Eximeno. Basta acercarse a estas páginas para encontrar al menos media docena de evidencias de que, a pesar del paso del tiempo, mantiene el “toque”.
Lo grotesco (Enkuadres, col. Microsaurio nº6, 2017)
Rústica. 177 pp. 14 €
Ficha en La web de la editorial