Plop, de Rafael Pinedo

PlopCuando se tradujo La carretera hubo marejada fandomera al son de “¿es para tanto?”. A un número significativo de aficionados les parecía una novela del montón, no especialmente entretenida, y el reconocimiento logrado el enésimo ejercicio de adanismo/apropiación por parte de la inteligentsia cultural, equivalente al que acompañó a Nunca me abandones unos años antes y al que seguramente veamos cuando se traduzca Machines Like Me. Más allá de consideraciones personales, la cuestión me atrae sobremanera porque en esa novela McCarthy consuma un aspecto esencial de la ciencia ficción no siempre cuidado: una propuesta estética donde fondo y forma queden íntimamente ligados. La manera en que McCarthy relata el viaje de ese padre y ese hijo, lo que cuenta y muestra, lo que calla y fuerza a imaginar, la cadencia del texto, el efecto de no acotar unos diálogos mínimos, afila la narración del fin del mundo hasta auparla a la categoría de colosal quebrantahuesos. Habiendo escrito esto aquí, sobra decir que me ocurre lo mismo con Plop.

Bastan tres o cuatro capítulos para apreciar la excelsa simbiosis entre fondo y forma en la novela más apreciada de Rafael Pinedo. Desde su primera palabra el autor de Frío y Subte apuesta por una construcción estética que trabaja cada oración hasta ajustarla a un texto lacónico prácticamente desprovisto de adjetivos y adverbios, de frases certeras y verbos elocuentes al describir el sentido de las acciones. Ese discurso reducido a la mínima expresión, que carga las palabras con una polisemia trazada con escuadra y cartabón, donde las relaciones sexuales consentidas o no se mencionan siempre a través del verbo “usar”, permite hacerse una idea de la carga detrás de la composición. El estilo se ajusta como un guante a un escenario postapocalíptico donde el mundo natural murió sin posibilidad de resurrección, el lodo, la chatarra y las aguas tóxicas se han convertido en la base del biotopo, y la carencia de empatía y la obediencia ciega son imprescindibles para la supervivencia.

Mientras el narrador desgrana la vida de Plop, desde su alumbramiento hasta su muerte, emerge un escenario deshumanizado más próximo al de En busca del fuego que al de Mad Max. Uno de los pasajes más expresivos se sustancia cuando el grupo de Plop se topa con un pastor y su pequeño grupo de seguidores, creyentes en un lugar lejano en el cual existe vegetación, sobreviven animales más allá de los carroñeros y el agua es tan transparente como el aire. La promesa de una arcadia imposible, en contradicción con todo lo visto hasta ese momento, erosiona la cohesión de la comunidad, lo que obliga a Plop a poner en marcha su mente inmisericorde. Fuera de las normas marcadas y su pragmatismo sólo aguarda el crujir de dientes.

Rafael PinedoEsta macabra anécdota es apenas una cuenta entre el medio centenar elegidas por Pinedo para plasmar la tragedia. La novela se articula gracias a una concatenación de secuencias de dos o tres páginas que, desde el costumbrismo de un infierno futuro, ponen de manifiesto comportamientos y actitudes ligadas a la supervivencia de un grupo de cazadores-recolectores. Y cómo las mínimas muestras de humanidad, desde la empatía o la necesidad de quebrar las normas establecidas para obtener prebendas, se despachan sin compasión. La debilidad aboca a la muerte y al reciclaje del cuerpo, materia prima para el grupo que lo ha permitido permanecer vivo. Los recién nacidos suponen una carga que ponen en riesgo la pervivencia propia y de la comunidad. La afectividad aparece completamente vinculada a la utilidad.

Este encadenamiento consagra el materialismo extremo de una postsociedad sin espacio para un mundo interior que, si bien no se ha extinguido del todo, lo hará en breve. Una perspectiva desoladora cuyo paradigma se resume en el único texto que se conserva de los tiempos previos al apocalipsis. Un fragmento que una vieja lee de corrido al principio de la novela donde se describen los primeros instantes del Universo, ajeno a la vida, los sentimientos y cualquier otra consideración humana. El pasaje reafirma su pertinencia la segunda vez que se manifiesta, ya cerca del irreversible desenlace, cuando un Plop titubeante lo lee a un grupo cuya reverencia hacia esas palabras se ha volatilizado.

Aunque hay algún capítulo de una belleza aterradora (particularmente “Los boca arriba”), pensaba que no se podía escribir algo más chungo que Los genocidas. En estas páginas Pinedo lo consiguió.

Plop, de Rafael Pinedo (Interzona Editora, col. Línea C, 2015)
Rústica. 144pp.
Ficha en la web de la Tercera Fundación

7 comentarios en “Plop, de Rafael Pinedo

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