Hace siete años conté aquí mi experiencia con Los diez mil, la reelaboración de La anábasis durante la cual Paul Kearney me regaló con una de las batallas mejor contadas de mi vida lectora: una recreación de la batalla de Cunaxa donde los mercenarios grieg… digo macht salieron victoriosos después de una traición que los había abocado a una derrota casi segura. A la estrategia y la táctica de la guerra de falanges, Kearney le aportó una capa de verosimilitud sumergiendo al lector en la primera línea de escudos para bordar un tour de force que despliega un enfrentamiento entre ejércitos de la Edad Antigua en todo su sangriento y abominable esplendor. Ante este despliegue, sentía una cierta curiosidad sobre qué podría hacer Kearney para atraer de nuevo al lector en los dos siguientes libros de Los Macht, sin repetirse o caer en variaciones triviales, por otro lado inevitables. Aunque en el último tercio de Los diez mil ya se vio que la guerra convencional podía subvertirse por el escenario entre la fantasía y la cf de aventuras, no parecía que fuera a ser el camino elegido. Y claramente en Corvus, Kearney vuelve a mostrar sus buenas dotes en el relato de enfrentamientos entre ejércitos. Esta vez con un sitio.
Para llegar a él, hay que plantear el tablero de jue… la trama. La historia arranca dos décadas después de la anterior con el héroe a su pesar, Rictus, aupado a la categoría de leyenda viva al mando de sus mercenarios Cabezas de perro. Regresa a su hogar junto a su segundo tras una campaña que se ha alargado más de un año y allí deshiela la relación con su mujer y sus dos hijas mientras se prepara para el invierno. Estos planes se frustran tras la visita de Corvus, un joven tirano dispuesto a hacerse con las ciudades libres de los Macht y unirlas bajo su reinado. Su ofrecimiento es de la misma categoría del que ofrece a cada polis: servidumbre o muerte. Ante este dilema, Rictus alberga pocas dudas sobre su respuesta.
Este primer tercio de Corvus vienen bien para retomar al protagonista, presentar a su nuevo jefe y mostrar a qué se enfrentan. Unos prolegómenos que incluyen una batalla en campo abierto para reconectar con el buen hacer de Kearney contando estas cosas sin llegar a agotar con la repetición. No va más allá de ser un paso necesario para dar pie al sitio de Machran, la ciudad más importante de Harukush. Allí se va a plantear la contienda de la segunda mitad de la novela, un reto acorde a las dimensiones de Rictus y Corvus, calentada con una serie de capítulos preparatorios durante los cuales sube la apuesta de la implicación personal del mercenario porque su familia termina metida en el ajo.
Este giro quizás supone el mayor reto para el lector. Después de un inicio de segunda parte durante el cual Kearney recupera la narración en paralelo centrada en dos macht que capitalizan el enfrentamiento (Rictus y el político Karnos), se materializan en el relato otros personajes a los que se siguen sus acciones, necesarios pero menos atractivos. Uno, porque aleja el foco del contexto bélico en el cual Corvus realmente tiene su fortaleza. Y dos… porque hay un trío de maleantes hideputas que introducen un hedor particularmente clasista muy simplón. Mientras que en la guerra abierta entre las dos partes todos y cada uno de los personajes se comportan con un honor clásico, prima el respeto y la defensa de unos valores arraigados siempre positivos (al ritmo al que esta gente libera sus esclavos, la institución desaparecería en dos semanas), estas tres sabandijas salidas de lo más chungo de la Suburra del lugar llaman la atención como un puñado de hooligans de visita en un club de té. Pero uno no lee un libro de Paul Kearney por su fino trazo de las clases sociales en un mundo fantástico y sí por sufrir un asalto nocturno a la muralla de Machran o ver cómo Corvus machaca a las falanges enemigas que acuden a socorrer a la ciudad con una maniobra de flanqueo no por esperada menos climática.
Al hablar de esta novela he leído comentarios que, supongo empujados por la similitud de Los diez mil con la Anábasis, afirman con alegría que detrás de Corvus está la figura de Alejandro Magno. Y aunque es tentador pensar así, creo que Kearney esta vez se aleja de la base histórica para plantear un personaje distinto, con una base mestiza (padre macht, madre kufr), que prepara el terreno para ahondar en el imaginario propio de la serie. Las continuas menciones al carácter divino de las armaduras Don de Antimone/Maldición de dios, la mención de una mítica ciudad escondida entre las montañas Harukush, hacen pensar que Reyes del amanecer profundizará por fin en ese carácter propio de los macht. El momento de verificar si estos libros que deslumbran cuando la acción se precipita, presentan una faceta fantástica con más de enjundia; si este elemento se utiliza solamente para dotar de una cierta incertidumbre al argumento o rompe de una vez y nos encontramos con algo más que una buena novela bélica griega con un filtro de imagen situado encima para darle un punto exótico a las caras y la utilería. Para algunos las 600 páginas que le habrá llevado resolverlo a Kearney le pueden parecer mucho. Pero afortunadamente lo sembrado puede ser bastante disfrutable.
Corvus (Alamut, 2013)
Corvus (2010)
Traducción: Núria Gres
Rústica. 304pp. 22.95 €
Ficha en la web de la editorial