Cuadernos de humo sagrado, de Alan Moore

Cuadernos de humo sagradoLa frontera entre el artículo divulgativo y el ensayo mola cuando se aprovechan todas sus posibilidades. Tomemos como ejemplo el primero de los tres textos incluidos en Cuadernos de humo sagrado: “Buster Brown en las barricadas”. Alan Moore hace un repaso de la historia del cómic en EE.UU. y el Reino Unido desde sus orígenes, fuera de las esferas culturales tomadas como respetables, hasta su aceptación y conversión en una forma de arte respetable en su acepción de “novela gráfica”. En las 100 páginas que le lleva ese recorrido, recuerda algunos de sus nombres y obras más importantes con una componente personal relevante. Moore escribe desde su experiencia, imponiendo en el relato histórico un aspecto subjetivo que nunca oculta y le sirve para atar una serie de hechos que termina conectando desde un punto de vista ideológico.

El más llamativo es la explosión del pulp de los años 20. Según cuenta Moore, el motivo por el cuál la mayor parte de la industria impresora se encuentra en Canadá no se reduce solo a los costes del papel y la impresión; también se origina en el encubrimiento del tráfico de alcohol durante el dominio de la ley seca. Esto le permite establecer lazos que trascienden lo económico y abarcan desde la ruptura de un orden social estanco, donde la gente de bien se ve obligada por las circunstancias a romper la ley/las normas del “decoro” junto a personas con las que de otra manera jamás coincidiría, al fenómeno de usurpación de derechos de autor sobre la cuál se levantó todo el fenómeno de los personajes pulp y el mundo superheroico, sin el cual no podría haberse producido el lucro empresarial que a día de hoy da pingües beneficios en el cine o la producción de videojuegos. Una consecuencia de la apropiación de los derechos de autor iniciada en aquel período.

Esta falta de ética llega después del recuerdo de los orígenes del cómic, en los primeros tabloides un material pensado para atraer a las clases sociales más bajas mediante personajes extraídos de ese entorno, con unos modos de vida, unas maneras de expresarse ideados para sonarles familiares mientras servían de chanza para quienes los consideraran lo peor de la plebe. Esta tensión guía una parte del discurso mientras Moore atraviesa los grandes momentos: la pretendida correlación entre cómic y delincuencia juvenil, la imposición de códigos de censura, el auge de los superhéroes, el nacimiento del tebeo underground… Con un relato ligero, fresco, lleno de humor, con una visión en la cual Moore da peso al nombrar en repetidas ocasiones a quienes considera que fueron maestros (Kirby, Ditko, Crumb, Wagner, Mills, O’Neill, Miller), pasando de puntillas o no citando a quienes considera hombres de la industria. Hay mejores y, desde luego, más completas historias del tebeo anglosajón, pero creo que ninguna tan vibrante.

Alan Moore“El cadillac de Frankenstein” sigue el mismo modus operandi de “Buster Brown en las barricadas”, esta vez aplicado a la ciencia ficción. Aunque aquí la implicación de Moore se nota menor: prescinde del tono ligeramente acre de señalar injusticias y mantiene su faceta política al destacar los elementos que separan los diferentes tipos de ciencia ficción; sobre todo una contraposición de crítica social y fetichización de los avances científicos que dominan en una serie de obras y autores. Esto impone una visión que le permite escapar a la posible atonía historicista y da un mordiente que apela al lector, su visión, su conocimiento, su perspectiva, e invita a la discusión. De nuevo, el peso que Moore otorga a ciertos nombres escapa a determinados lugares comunes en los que podría haber caído dada la brevedad del ensayo (40 páginas). Así, al hablar de la new wave es inevitable citar a Carnell, Moorcock o Ballard, pero al tratar la estadounidense pone en primer lugar la labor como crítica y antóloga de Judith Merrill, a estas alturas del siglo XXI generalmente olvidada.

La ciencia ficción audiovisual tiene su lugar, y es interesante ver cómo Moore toca algunas obras recientes. Por ejemplo, los problemas de la Battlestar Galactica de Ronald D. Moore, con su brillante traslación al space opera del mundo post-11S y su constante recurso al deus ex machina. O cómo ve el resultado de la batalla entre el space opera naif de Avatar y el auge del postapocalíptico

Nuestra visión de la ciencia ficción, nuestra historia proyectada en el futuro, ha ido disminuyendo hasta convertirse en un bebé ensartado en un palo en medio de un entorno que ha colapsado de forma irremediable. Afrontémoslo y seamos realistas: nunca vamos a inventar la tecnología Warp, ¿vale?

Aun así, aunque las esperanzas que puso la ciencia ficción en futuros interplanetarios sin límite parecen haber estallado justo en la plataforma de despegue, sus ideas y aspiraciones resuenan aún en la pueril imaginación de los líderes que controlan nuestros destinos. Por mucho que las locuras arquitectónicas habitualmente espantosas que se ciernen en nuestro moderno horizonte urbano a menudo no parezcan inspiradas en los conceptos genuinamente vanguardistas que debería haber alcanzado una sociedad avanzada, la nostalgia por los paisajes urbanos de Dan Dare o Buck Rogers auspiciados por los que se dedican a planificar las ciudades hacen evidente su infantil retroceso

“La venus del cenagal contra los anillos de pene nazis” cierra Cuadernos de humo sagrado de manera más juguetona. Aquí es la pornografía el objeto de su análisis y donde más desbarra su voluntad polemista. Llega a conectar la caída del Imperio Romano (de occidente) con el puritanismo impuesto por la llegada de una religión única y el ataque a cualquier forma de placer carnal, sin tener en cuenta el milenio que se mantendría el Imperio (en oriente), como si fuera una estructura ajena a ese mismo proceso. Pero estos paseos por los márgenes del circuito también muestran al Moore más humorístico, con una sorna que saca punta, por ejemplo, al clasismo detrás de las reacciones frente a la pornografía. Además se moja ampliamente en cuestiones como la escisión de las ideas progresistas y feministas en dos cuando se aborda la pornografía. Para mi, sin duda, el gran texto dentro de Cuadernos de humo sagrado. Un libro repleto de, como dice el sello de la cubierta, píldoras de conocimiento, y un nuevo ejemplo de que Moore también sabe ser didáctico, claro y luminoso. Además Cuadernos de humo sagrado está editado con un gusto exquisito: cuenta con una maquetación pensada para lucir el texto (y el libro) y una magnífica traducción de Félixfrog2000.

Cuadernos de humo sagrado, de Alan Moore (Editorial Barret, 2023)
Traducción: Félixfrog2000
Tapa blanda. 208pp. 18,90€
Ficha en la web de la editorial

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