El subastador, de Joan Samson

El subastadorLa familia Moore vive en Harlowe, Nueva Inglaterra, un pequeño pueblo alejado de las grandes ciudades de la costa este. En un entorno rural, mientras el resto del país se debate en el turbulento tramo final de la presidencia de Nixon, mantienen un modo de vida que apenas ha cambiado en las últimas décadas. El matrimonio formado por John y Mim provén lo necesario para sacar adelante a su hija, Hilldie, y a la madre de John, La Yaya. Esta arcadia extraída de un cuadro de Anderson o Rockwell se ve violentada con la irrupción de Perly Dunsmore. Perly organiza subastas benéficas para recaudar fondos destinados a la escasamente dotada policía de Harlowe. Con el propósito de incrementar la seguridad en un condado con una tasa de crímenes mínima, los vecinos se implican proveyendo objetos y bienes de producción propia por los cuales reciben un puñado de pavos. Esta dinámica parece una manera de vertebrar a la comunidad, implicarse en su gestión un grado más de lo que hacían. Sin embargo, toma un cariz oscuro cuando la colaboración voluntaria se convierte en una obligación por la que han de pasar cada semana.

El modus operandi de Perly y su grado de penetración en Harlowe hasta retorcer la convivencia más allá de lo previsible guían esta historia tensa, repleta de suspense y bien armada. Su autora, Joan Samson, se emplea a fondo para comunicar el entorno familiar de los Moore desde el cual desarrolla todo. La vida cotidiana en su granja, sus encuentros semanales con Perly y sus colaboradores, sus mínimas gestiones con varios vecinos, son la parte central de la trama. Despliega unos lazos nada triviales donde la posición dominante de John se resquebraja por su incapacidad para reaccionar ante unos abusos crecientes por el miedo a unas consecuencias indefinidas que pueden afectar a las tres personas que siente a su cargo. Mientras, Mim y La Yaya no se limitan a ser objetos a proteger. Actúan en direcciones inviables para John. La primera como enlace con una comunidad renuente a hacer nada contra quienes han sacado al pueblo de punto. La segunda como portavoz de pensamientos y deseos que nadie más formula.

Samson se sirve de cada encuentro de los Moore con sus vecinos y las conversaciones entre ellos para internarse en las fallas del contrato social en Harlowe; unas grietas agrandadas por ese promotor que subvierte el bien común hasta convertirlo en una herramienta coercitiva. Pero como las novelas de Stephen King centradas en estas dinámicas (Salem’s Lot, La tienda), este desequilibrio no obedece (solo) a una dialéctica maniquea entre el bien (interno) y el mal (externo). Todo El subastador pone de manifiesto la fragilidad de la red solidaria dentro de un grupo humano mucho más débil de lo que parecía en un principio, apegado a una normalidad que hace tiempo quedó atrás con la esperanza puesta en que no se sobrepasarán ciertos límites y la confianza en la intervención de unos mecanismos de protección que o no están o parecen salidos de El proceso. Su desmantelamiento con una violencia mínima, casi siempre sugerida, tácita, es elocuente.

Joan SamsonLejos de las homilías de Ibsen y su enemigo del pueblo, sus reacciones operan a pie de suelo. El contexto, los EE.UU. de principios de los 70 tras el descarrilamiento de la presidencia de Nixon, la pérdida de la inocencia, las secuelas de los grandes estallidos de violencia urbanos, no tiene matices proyectivos. Obedece a una suspensión de incredulidad apegada a un presente que, cuando se evidencia algún detalle que podría forzar este pacto de ficción, se lee como una de las últimas novelas de Ballard; una inyección del futuro de los próximos cinco minutos que parece una progresión coherente con lo que hemos leído hasta ese momento y establece diálogos convincentes sobre el mencionado bien común, la vida en el campo vs la ciudad, la pasividad ante las injusticias…

Hay secuencias donde El subastador deja ver su condición de primera novela. En ciertas inconsistencias en el estilo o, particularmente, en esa resolución teatral, con un desenlace con unas connotaciones moralizantes que allanan el relieve turbio en el cual Samson había mantenido su narración. Pero pensado con perspectiva, también tiene sus dobleces, más si lo pones en paridad con el de Frankenstein y piensas lo que ocurre con el doctor y su criatura tanto en la novela como en la película de Whale.

Hubiera sido genial la posibilidad de haber leído algo más de Samson, pero un cáncer la mató poco antes de la publicación de El subastador. 50 años después de su escritura, mantiene su vigencia, una circunstancia subrayada por su marido en un texto escrito en 2018. Denle una oportunidad porque, como historia de intriga y fábula moral, surge del mantillo del cual crecieron historias tan diferentes como Un enemigo del pueblo, La tienda o Milenio negro. Y lejos de deslucir a su lado, me parece por delante de al menos dos de ellas.

El subastador, de Joan Samson (Minotauro, col. Paperbacks from Hell, 2025)
The Auctioneer (1976)
Traducción: Joan-Josep Mussarra Roca
Rústica. 320pp. 18,95€
Ficha en La tercera fundación

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