Un verdor terrible, de Benjamín Labatut

Un verdor terrible¡Quién iba a decir que el ensayo se pondría de moda! Después de Sapiens, de Yuval Noah Harari, o de El infinito en un junco, de Irene Vallejo, nos llega Un verdor terrible, de Benjamín Labatut. ¿Pero puede considerarse el libro de Labatut un ensayo? En los reconocimientos del final el autor dice: “Esta es una obra de ficción basada en hechos reales”. Algo que puede decirse de muchos libros. No obstante, en cuanto se lee el primer título del libro, Azul de Prusia, la duda parece disiparse de momento a favor del ensayo. Se cuenta en él de cómo la afanosa búsqueda de un pigmento llevó a la obtención de un veneno que acabaría utilizándose en la masacre de multitud de judíos en campos de concentración. ¿Qué propósito tendría escribir un texto como éste, si los hechos contados no fueran verídicos?

Lo que reaviva mi duda es la importancia que el autor concede al estilo, algo que en un ensayo suele quedar por lo general en un segundo plano. En este sentido es admirable la facilidad con que pasa de un acontecimiento a otro, en ocasiones Labatut puede llegar a apabullar al lector con sus quiebros y virajes. Es capaz en pocas páginas de relacionar la ola de suicidios que se produjeron en Alemania en los últimos meses de la segunda guerra mundial con las cápsulas de cianuro con que se proveyeron a los altos mandos nazis, para referirse a continuación al proceso para la síntesis del amoniaco que le valió el premio Nobel a Fritz Haber. Predomina un dinamismo y una aparente ligereza que por otro lado convierten la lectura en un verdadero placer. Sería injusto en cualquier caso decir que es el primero en emplear técnicas propias de la narrativa en un ensayo. Hay dignos predecesores, quizás el más conocido de todos sea Oliver Sacks.

El libro continúa después con un capítulo dedicado a Karl Schwarzschild y a las adversas circunstancias en las que resolvió las ecuaciones de Einstein sobre la gravedad. Aquí el autor ya empieza a tomarse ciertas libertades y me hace dudar de nuevo sobre la naturaleza de lo que estoy leyendo. ¿Ensayo o ficción? Las soluciones obtenidas por Schwarzschild en condiciones extremas de gravedad predecían unos efectos catastróficos en el espacio-tiempo que el propio científico creyó absurdos. Era imposible que el espacio se colapsara de manera infinita hasta disgregarse del resto del universo. Esta aparente aberración física sirve al autor de Un verdor terrible de preámbulo a los complejos desafíos a los que se verán enfrentados los científicos de la época y a los que Labatut volverá más adelante en un capítulo con el revelador título de Cuando dejamos de entender el mundo. Antes, sin embargo, prefiere hablarnos del excéntrico matemático Alexander Grothendieck. Según mi punto de vista, Labatut hace un retrato de los científicos sobrado de dramatismo. Todos son presentados, si exceptuamos a Einstein, como unos hombres vehementes, dominados por una obsesión febril, al borde siempre de la enajenación y que sólo a golpe de alucinaciones o sueños logran encontrar la respuesta a lo que buscan. Se trata de una visión romántica que tiene mucho que ver con la del genio que nos ha mostrado Hollywood en infinidad de películas, y Grothendieck es un ejemplo extremo de ello. Sus estudios de un nivel incomprensible de abstracción le llevaron a la locura o a una lucidez suprema que le hicieron aislarse del mundo. La idea que parece transmitir este «ensayo» es la de que Grothendieck hubiera alcanzado un conocimiento de la realidad más allá de lo admisible hasta el punto de trastornarlo, un estado muy parecido en el que se sumen todos los que se aventuran a leer el Necronomicón.

Benjamín LabatutLabatut lo hace todo muy ameno y logra captar el interés aunque a costa de alejarse de datos verificables y moldeando la realidad a su gusto. La manera no demasiado rigurosa en que primero Heisenberg y luego Schrödinger obtienen una explicación al comportamiento contradictorio de la materia a nivel atómico no deja de ser más que una fabulación del autor. El autor nos mete en la mente de estos dos científicos haciendo que compartamos sus sueños y conozcamos sus deseos más inconfesables (Labatut tiene cierta querencia por lo escatológico) tal y como haríamos si estuviéramos leyendo una novela. El ensayo ha dejado de serlo definitivamente.

El 24 de octubre de 1927 los mejores científicos de la época se reúnen en Bruselas no sólo para llegar a una conclusión con respecto a la dualidad onda corpúsculo de la luz sino también para conciliar las ideas de Heisenberg y de Schrödinger. Los métodos que ambos proponen parecen funcionar pero a Einstein no le satisfacen porque escapan a lo que considera el sentido común. Bohr, Heisenberg y Born plantean lo que se conoce como la Interpretación de Copenhague y que a día de hoy es aceptada por la comunidad científica. Según esta interpretación la realidad no existe como tal hasta que es observada, una conclusión que, de ser cierta, podría afectar a la labor de Labatut como historiador. El autor de Un verdor terrible estaría en la misma situación que el científico que pretende medir la posición de un electrón y que con su acción influiría inevitablemente en el resultado final y es que al examinar el pasado, al observarlo, éste se ve alterado por la mirada del observador. «Caminante, no hay camino se hace camino al andar», decía Antonio Machado para señalarnos que el destino no está escrito, que se va haciendo con cada toma de decisión. De manera similar la realidad no se concreta hasta que es percibida. Labatut aprovecha la circunstancia para crear su propia realidad, una mucho más vistosa y novelística, y la pone sobre el papel, eso sí, de manera brillante en algo que podríamos denominar falso ensayo. La realidad por sí sola ya no es suficiente.

Un verdor terrible (Anagrama, Colección Narrativas hispánicas nº646, 2020)
Rústica. 224 pp. 18.90 €
Ficha en La web de la editorial

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