Confieso que soy seguidor del Premio Herralde de Novela. Cada año estoy atento a los ganadores y finalistas por si hay alguno de mi interés. Suele ser una fuente de sorpresas, es de los pocos premios grandes que todavía se permite arriesgar en sus elecciones y lo hace con buen criterio. En esta ocasión un buen amigo me hizo llegar el libro finalista de la última edición, El imperio de Yegorov, de Manuel Moyano. Tras leerlo en dos tardes puedo reafirmar mis ideas.

El imperio de Yegorov es una historia sobre el ansia de vivir eternamente y la corrupción del poder. Tras encontrar en un aislado ecosistema de Papua-Nueva Guinea la fórmula para no envejecer, una empresa decide comercializarla a estrellas de cine y personas poderosas. Es una fórmula tramposa, necesita tomarse constantemente o se fallecerá antes de una semana. Partiendo de esa base, nace el deseo por guardar el secreto, la sumisa y persistente necesidad de los clientes, el afán de poder y un análisis del sistema capitalista: ¿qué no estarían dispuestos a dar o hacer las personas más poderosas por alargar su vida?

El planteamiento, que podría dar para una novela muy emocional y analítica, se enfrenta al estilo narrativo decidido por Manuel Moyano. Aquí no hay una historia contada en formato habitual. El avance a través de los años, de 1967 a 2042, se realiza mediante diarios, informes policiales, transcripciones de entrevistas, correos, notas de defunción… Así hasta el índice onomástico de las últimas páginas y los agradecimientos, que continúan la acción. Esta fórmula que puede resultar complicada de afrontar para algunos lectores funciona mejor de lo esperado. El autor teje una interesante maraña de historias cruzadas y personajes que salen de la narración y vuelven a entrar tiempo después de tal modo que la curiosidad obliga a seguir la lectura con rapidez.

En su esquema narrativo son muy evidentes los hilos que mueven la narración, cierto deus ex machina para sostener la credibilidad de la historia. Aunque es cierto que asoman durante la lectura, el rápido paso de las páginas y las preguntas que lleva a hacerse al lector provocan que uno se olvide de ellos hasta que se deja reposar la novela.

En el internacional y generacional tránsito narrativo, desde Papua a Japón para ir después a Estados Unidos y Rusia, encontramos dos temas troncales: la anacrónica ambición de los personajes y el ansia de poder. Si en cuanto a la ambición, esta trae resultados distintos y, en algunos casos, morales, el poder se observa como un ente impenetrable para el que carece de él: luchar contra el poder significa perder, a veces hasta la vida. Sólo el poder vence al poder, el individuo es incapaz.

En una historia tan rica en personajes e hilos temporales, se hubiese agradecido una mayor extensión; la disgregación de textos alcanza los distintos hilos con eficacia, pero me hubiese gustado mayor profundización en algunos de los aspectos que propone. Comprendo que la complejidad que se exige Manuel Moyano le impide extenderse más –en un cuento se puede alcanzar la perfección, en una novela no-, pero la morosidad juega en su contra en algunos momentos. La intención es que el lector llene los espacios en blanco y cuanto más ambiciosa es la historia, menos detalles se dan. La pirámide invertida que se utiliza desde la pequeña expedición de Papua hasta un alcance mundial es demasiado amplia para los datos que se aportan.

Dicho esto, me parece una novela de interesante lectura, en su temática y estructura. Las 190 páginas se leen en menos de tres horas sin que decaiga la atención. Es una novela, un experimento, sencillo, eficaz, notable y con la calidad de edición que siempre ofrece Anagrama.

El imperio de Yegorov (Anagrama, Colección Narrativas hispánicas nº540, 2014)
Rústica. 192 pp. 14.90 €
Ficha en La web de la editorial