Fabricantes de sueños 2005

Fabricantes de sueños 2005

Fabricantes de sueños 2005

Fabricantes de sueños puede parecer, a primera vista, una antología de relatos un tanto presuntuosa. Pretende recoger, nada más y nada menos, los mejores cuentos de ciencia ficción, fantasía y terror publicados cada año en España. Sin embargo en el mercado anglosajón es de lo más corriente encontrar títulos como The best science fiction of… así que la A.E.F.C.F.T. hace muy bien en seguir patrocinando este tipo de libros por más que muy a menudo no dejen de tener un cierto carácter subjetivo, en función del número de páginas –unas 240– y de las opiniones de cada antologista.

El volumen correspondiente a 2005, que recoge lo mejor de 2004, ha sido seleccionado por José Carlos Canalda, Antonio José Cervero y José Vicente Ortuño. Y aunque, como es casi obligado en este tipo de proyectos, es un tanto irregular no es menos cierto que merece la pena hacerse con él, más que nada por la existencia de un par de joyas irremplazables. En total nos encontramos con diez cuentos: cuatro de terror, uno de fantasía y cinco de ciencia ficción, aunque queda claro que el miedo es el gran protagonista de este libro ya que tanto el relato de fantasía como uno de los de ciencia ficción funcionan perfectamente dentro de este registro.

Probablemente, las dos mejores historias son “En una bañera cualquiera” de Alejandro Carneiro y “El beso de la valquiria” de Carlos Gardini. El primero es uno de los cuentos de ciencia ficción más divertidos, originales y asombrosos que he leído en tiempo. Sólo alguien como Carneiro es capaz de darle la vuelta al subgénero de la space opera y parir semejante idea. La evolución de toda una civilización que emprende el viaje a otros mundos en pos de una búsqueda mística y que alcanza los límites de su universo para cruzarlos y observar qué hay más allá está llena de sentido de la maravilla. En su camino nos encontraremos con esforzados científicos, dictadores seudoreligiosos, monstruos del espacio, batallas agónicas y una respuesta al sentido de la vida. Vamos, un libro de “Doc” Smith de los buenos, eso sí, protagonizados por una raza de bacterias que habitan una pompa de jabón durante los escasos minutos que tarda en calentarse y enfriarse el agua de una bañera.

Sí, es cierto, suena a surrealista y a coña marinera, y lo es. Pero no es menos cierto que toda la historia está narrada con tal cariño, detallismo y verosimilitud que al final uno se acaba apasionando con las aventuras de ese par de infusorios bañera adelante que no dejan de ser un perfecto trasunto de nuestra propia existencia. En fin, de lo mejor del libro.

Muy diferente es el cuento de Gardini. Una historia de terror lovercraftiana ambientada en la Guerra de las Malvinas. Durante la batalla contra los ingleses un oficial argentino descubre una horripilante civilización subterránea que intenta llegar hasta nosotros. Todo en este cuento es casi perfecto: la ambientación militar, la descripción de las espantosas criaturas del subsuelo, la obsesión posterior del personaje, los contactos oníricos entre este mundo y el nuestro… Gardini consigue crear una potente metáfora sobre los horrores de la guerra y los espantos de la memoria en sus supervivientes. En cierta forma, no deja de ser lógico que el principal puente entre el mundo infernal y el nuestro sea un campo de batalla, una especie de infierno sobre la tierra.

El resto de las historias, aunque no destacan tanto como las de Carneiro y Gardini, no dejan de ser apreciables. “Propiedad intelectual” de Santiago Eximeno es un potente relato de terror sobre la forma que tienen algunos escritores para conseguir sus historias. “Punto de entrega” de Vladimir Hernández es una space opera tan rutinaria como entretenida. “Turismo de guerra” de Gabriel Bermúdez Castillo y “Un mundo de reflejos” de Ángel Torres Quesada son dos sólidos cuentos de ciencia ficción quizás un tanto anticuados. “El embrujo del virtuoso” de Alfredo Álamo es un cuento de terror tan breve como eficaz. “Sólo el inocente” de Luis Astolfi es una fantasía religiosa un tanto alegórica y moralizante, un subgénero que, reconozco, no es de mi agrado. “La memoria del cuerpo” de Víctor M. Ánchel es un cuento de terror no sobrenatural basado en la sorpresa final pero con poca chicha y “Náufrago de ti mismo” de Sergio Gaut vel Hartman es un cuento híbrido de ciencia ficción y terror basado en la clonación que no acaba de funcionar, bajo mi punto de vista, por hacerse demasiado largo y verborréico.

En cualquier caso, una buena recopilación de relatos donde la relación calidad precio está más que conseguida.

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