Fabricantes de sueños es una antología que cada año pretende reunir los mejores relatos de temática fantástica escritos en castellano. Se trata de una de las dos antologías que publica anualmente la AEFCFT (Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror). La otra antología, Visiones, recoge relatos inéditos. Cada año se designa un editor o comité de editores que seleccionen los relatos a incluir en la colección. En el caso de Fabricantes de sueños 2006, la selección ha corrido a cargo de los miembros de la TerBi, tertulia literaria bilbaína dedicada al género fantástico.
El volumen comienza con una breve introducción explicando el objetivo de la antología y el mecanismo de selección que se ha seguido para escoger los relatos. Merece resaltarse el esfuerzo que han realizado los miembros de la TerBi para considerar no sólo los relatos aparecidos en revistas o antologías impresas, sino también en las principales publicaciones por internet. Aparte de esto, hubiera sido de agradecer un repaso a la situación del género fantástico durante el año en cuestión –premios, aparición o desaparición de publicaciones periódicas, etc–. Aun sin llegar, por razones de espacio, al nivel del maravillosamente exhaustivo capítulo introductorio de las antologías The Year’s Best Science Fiction, que edita Gardner Dozois en EEUU, algún esfuerzo en este sentido habría añadido valor a la colección de relatos. Otra cosa que se echa en falta es un par de párrafos antes de cada relato presentando al autor, lo cual hubiera sido especialmente conveniente dado el carácter divulgativo que pretende tener la antología.
Sin más disgresiones, vamos a comentar muy brevemente los trece relatos que se incluyen en el volumen.
“La quinta ley”, de Elia Barceló, es un homenaje a los clásicos relatos de robots asimovianos. Trata de un anciano ingeniero especialista en robótica que, ya jubilado, trabaja como recepcionista en un museo ante la indiferencia de una sociedad que ha evolucionado más allá de las esperanzas e ideales del protagonista. La frialdad de los robots se presta paradójicamente bien a relatos de tipo sentimental como éste, que recuerda a alguno de los escritos por Mike Resnick. Elia Barceló se desenvuelve bien en esta agradable historia de corte clásico que permite iniciar la antología con un buen sabor de boca.
“El ángel oscuro”, de Luisa María García Velasco, comienza como un relato de terror, con una pareja que se muda a una casa en el campo y descubre un perturbador diario que aparentemente describe el crimen cometido por una loca. La historia está bien contada, creando una atmósfera inquietante, y pide a gritos un giro final sorprendente el cual, efectivamente, se produce. Al menos a mí consiguió sorprenderme, y el relato hubiera sido totalmente satisfactorio de no ser porque la solución final resulta algo inverosímil.
“Sushi”, de Marc Rodríguez Soto, es un relato ultracorto sobre un hombre que se pregunta si su pareja, que yace a su lado en la cama, está dormida o muerta. Pese a su escasa extensión logra causar desasosiego. No le veo componente fantástico alguno, aunque supongo que el componente de terror psicológico es suficiente para justificar su presencia.
“El deudor”, de Sergio Gaut Vel Hartman, es una historia de fantasía con un humor deliciosamente surrealista, sobre un ciudadano indefenso ante unos cobradores corporativos con curiosos métodos para saldar cualquier deuda, real o imaginada. Seguramente habrá lectores que no conecten con un relato de este tipo, pero en mi caso sí que funcionó. Se diría que el autor ha debido tener alguna mala experiencia con la burocracia empresarial.
“Ambrotos”, de Yoss, es un relato de ciencia ficción con sabor a space opera. Trata sobre un náufrago espacial que sobrevive en un planeta hostil con la ayuda de un organismo extraterrestre inteligente y con capacidad telepática. De nuevo se trata de ciencia ficción de corte clásico por la que reconozco que tengo debilidad. Como a muchos de estos relatos, se le puede reprochar un uso excesivo del diálogo para dar información al lector, pero también hace gala del correspondiente sentido de la maravilla.
“Los olvidados de Dios”, de Antonio Cebrián, es otro relato fantástico de tintes surrealistas que narra un fin del mundo un tanto alocado, con alguna influencia del relato de Ted Chiang “El infierno es la ausencia de Dios” Divertido, aunque quizá demasiado absurdo para mi gusto, sin estar lo suficientemente apartado del realismo para que ello me resulte indiferente. En fin, que en mi caso funcionó mejor “El deudor”, aunque admito que ésta es una apreciación totalmente personal y subjetiva.
“No me miren”, de Gabriel Mérida, es una historia policíaca sobre un crimen que podría haber sido cometido por un banco de órganos creados genéticamente para el trasplante, el cual de alguna forma habría desarrollado consciencia propia. Breve y con algunos buenos momentos humorísticos, aunque como relato de detectives cuesta tomárselo en serio.
“La invariante CHON”, de Víctor Conde, es ciencia ficción «dura» con influencias del universo de los pupilos de David Brin. Trata sobre una nave espacial diplomática que se dispone a supervisar el examen en el que se pone a prueba las capacidades de una especie inteligente alienígena, los delvan, para unirse en condiciones de igualdad a la comunidad de seres sapientes de la galaxia. El problema es que los Delvan resultan ser una especie esclavizada por los terceros, una rama escindida de la humanidad que se ha adaptado para vivir en condiciones ambientales muy extremas. La prueba ha sido diseñada para que no tenga éxito, y además hay intenciones ocultas tras la misma, por todas las partes. Es una historia exótica y atractiva, aunque algo confusa. A más de uno se le atragantará también el continuo uso de terminología científica. Por otra parte, no puedo evitar pensar que en este tipo de historias se debería dedicar más esfuerzo a la planificación de la historia, porque las revelaciones finales me parecieron un tanto arbitrarias.
“La biblioteca de Alejandría”, de Carlos Abraham, cuenta la historia de un erudito español que vive en América en la época colonial. Tras encontrar los restos de una ciudad construida por una civilización antiquísima, se ve transportado hacia atrás en el tiempo, quedando atrapado y viviendo su vida en la época de esplendor de la misma. Exquisitamente narrada, evocadora, emotiva… sencillamente excelente. Si tuviese que señalar una historia que a mi juicio sea la mejor del volumen, tendría que ser ésta.
“Final”, de Ezequiel Delutri, es un relato cyberpunk sobre un criminal nihilista y violento que espera la muerte como consecuencia de la inevitable venganza de un líder mafioso al que ha robado. Interesante y muy correcto, aunque reconozco que el argumento no está entre mis temáticas predilectas. La mayor parte de los relatos de este tipo me parecen demasiado similares.
“Ulysses”, de José Antonio Fuentes Sanz, vuelve al tema de los robots para ofrecernos un relato sobre unos organismos cibernéticos diseñados específicamente para la guerra. Uno de ellos comienza a pensar por sí mismo, con resultados particularmente violentos. El tema no es novedoso pero considero que el autor hace un trabajo creíble a la hora de describir la psicología del robot, y como relato bélico resulta también dinámico y entretenido.
“Tiempo muerto”, de José Ángel Menéndez Lucas, es un relato extremadamente breve que trata sobre el tiempo y, más concretamente, sobre un científico que posee una máquina capaz de detenerlo. Quizás se le pueda acusar de poco serio, incluso de ser algo simplón en determinadas escenas, pero el final me pareció adecuadamente inquietante. Divertido sin más.
“La traición de Judas”, de Joaquín Revuelta, es la historia que cierra el volumen. Se trata de otro intrincado relato cyberpunk, con protagonista cínico y de vuelta de todo que es contratado para encontrar y eliminar al hijo de un magnate desaparecido. Excepcional ambientación, colorista y repleta de tecnología, aunque algo excesiva y sobrecargada, como por otra parte suele ocurrir en este tipo de relatos. Por no faltar, no falta ni siquiera un guiño a Philip K. Dick en la resolución final. Muy bueno.
En resumen, comparándola con alguna recopilación norteamericana de los mejores relatos del año que he leído, diría que Fabricantes de Sueños 2006 hace un papel bastante digno como muestra del quehacer de los narradores de género fantástico en nuestra lengua. Como es inevitable en este tipo de antologías, los relatos son muy diversos y no todos ellos conectarán con el lector, pero con este más que aceptable nivel medio estoy seguro de que algunos de ellos resultarán un descubrimiento agradable.
Siempre ocurre en estos casos que el acierto en la elección de los relatos resulta motivo de discusión. En este sentido me temo que mi lectura de los relatos breves aparecidos en el año 2006 es poco exhaustiva y no me permite aventurar una opinión, pero sí me ha comentado Ignacio Illarregui, editor de esta página, que le resultó sorprendente la ausencia de relatos de gran calidad que habían obtenido reconocimiento en los premios Ignotus y Xatafi-Cyberdark, entre ellos “Días de otoño” de Santiago Eximeno, “Margabarismos” de Félix Palma y “La cotorra de Humboldt” de Lorenzo Luengo. Habida cuenta del sistemático proceso de selección que se ha seguido en este volumen no parece que se pueda atribuir su ausencia a que los editores los hayan pasado por alto, sino más bien a que han tenido una opinión diferente o quién sabe si a alguna dificultad con el permiso de publicación.
Dicho esto, no dudo en recomendar esta antología a cualquier aficionado a la narrativa breve fantástica, aunque por el carácter algo duro de alguno de los relatos no es lo más apropiado para introducir a alguien no acostumbrado al género.