Frente a la digitalización del libro, la industria editorial tuvo que reinventarse. Y uno de los logros en ese terreno, uno de los más visibles, fue la proliferación de editoriales de vocación artesanal, conscientes de que un libro no es sólo lo que ocurre entre página y página, activado por la lectura, sino un objeto físico que hay que cuidar, que puede en sí mismo ser un atractivo. Las portadas actuales son delicadas y sofisticadas. Pero eso no es novedad; la ciencia ficción y otras literaturas tradicionalmente despreciadas siempre vieron en la ilustración de portada un lugar del objeto-libro al que dedicarle parte de sus esfuerzos, de sus mayores talentos creativos. Pienso, por pensar sólo en dos, en las portadas de Edaf, que oscilan entre lo muy bonito y lo encantadoramente cutre, o en las primeras ediciones de Minotauro. No me parece exagerar demasiado decir que algunas podrían exhibirse en las vitrinas de algún museo (de arte contemporáneo, por qué no). Una de las portadas más llamativas, en el mejor sentido, de Edaf, es la de la novela La ballena dios, de T. J. Bass. Otras portadas destacables de otras editoriales son las de La nave estelar, de Brian Aldiss, Candyman, de Vincent King, o Muero por dentro, de Robert Silverberg.
Larry Dever, el protagonista de La ballena dios, queda inmóvil de cintura para abajo. En el mundo futuro en el que vive, consiguen adaptar los restos de su cuerpo a circuitos electrónicos, con lo que pasa a convertirse en un ciborg, y más o menos sobrevive en plenitud ayudado por la ciencia. Pero algunas de sus extremidades han perdido para siempre la capacidad de sentir, y prefiere que le congelen, como la leyenda dice de Walt Disney, hasta que la ciencia del futuro garantice una vida mejor. Le despiertan para colonizar un planeta lejano, pero han extraído de sus células un clon sentiente para hacerle de donante de todo aquello que perdió, pero él, terco y humano, prefiere seguir esperando en el congelador porque el clon moriría después de cumplir con las funciones con las que le crearon. Envían, así pues, al clon al planeta por colonizar, y Larry sigue durmiendo, expectante. Ahí se dispara. La formación de Bass como médico y biólogo se hace notar en todas las páginas de la novela, sin que interfiera en el ritmo de lectura. Su uso de la jerga y la indisimulable devoción con la que alude al gremio no son casualidad.
¿Qué hace Brian Aldiss en La nave estelar? La novela combina dos movimientos contradictorios, y los re-concentra en un solo espacio. Por un lado tenemos el progresivo avance de la nave generacional en la que viven los personajes; y, por otro, en el quieto, estanco espacio interior de esa nave, tenemos el movimiento regresivo del mundo en decadencia, en imparable retroceso, de los relatos postapocalípticos. Como lectores estamos en medio de ese choque de velocidades, como si la novela fuera el brillo sonoro que veríamos de la colisión frontal de dos meteoritos. En este sentido, hay una violentación de las expectativas, porque sabemos que hay un avance, lo sabemos objetivamente, pero lo que sentimos, lo que no paramos de ver, en un espacio limitado pero enigmático –los pasillos y estancias de la nave– son los restos de un lento repliegue. La novela sólo se alarga un poco, tal vez, en un tramo central de unas 20 o 30 páginas, en las que una expedición que va al puente de mando en busca del Capitán se encuentra con los gigantes que, creen, construyeron la máquina. La creación de personajes matizados no es el fuerte de la novela; lo es la creación de atmósferas y de un tejido que fascina por todas las hipótesis que sugiere, por lo que sin contar cuenta.
En su novela Candyman, vemos la habilidad que tiene Vincent King para desorientar al lector, para frustrar sus expectativas de la trama. Tiene momentos de riqueza visual como la descripción de las montañas de cristal, que son un regalo para la vista. Unos alienígenas mueven el eje rotativo del planeta. Los polos se extienden, la humanidad progresivamente muere, surgen humanos genéticamente modificados. El protagonista oye que al sur de donde vive hay un, podríamos llamar, héroe de la resistencia que pretende acabar con los alienígenas. No es lo que parece. Pese a que el encuentro entre el protagonista y este caudillo se alarga demasiado, la clave de la novela, o una de ellas, es que no incurre en los tópicos que parecen cernirse sobre el relato. La nave alienígena, que está semienterrada boca abajo, es otro de esos momentos de riqueza visual de la novela. Cuando creemos que ya le tenemos pillado el truco al libro, da otro quiebro y otra vez nos descoloca. ¡Menudos zarandeos!
En Muero por dentro, de Robert Silverberg, tenemos un telépata que pierde progresivamente su talento intrusivo, sondeador. Narrada en primera persona por el protagonista, David Selig, que a su vez se dirige a sí mismo, a esa parte de sí mismo que se inmiscuye en las mentes ajenas, en Muero por dentro tenemos la más sensata plasmación de las consecuencias de la telepatía. Selig se desdobla. También hay un narrador en tercera persona que, como añadidos a la voz de Selig, describe su pasado. Se gana la vida escribiendo trabajos para alumnos universitarios, para alumnos con una militante vocación de procrastrinadores, y les garantiza el notable. En algunos capítulos leemos los trabajos en sí (sobre Kafka, por ejemplo), e indaga Silverberg, con estos recursos, en la psique humana, en la soledad del telépata, en la condena de saber qué opinan secretamente de ti tus semejantes, en la contradicción de amar y odiar tu rara habilidad auditiva. Nunca puede escapar de sí mismo, nos dice. Fernando Ángel Moreno, en su Teoría y poética de la literatura de ciencia ficción, dice que estamos ante una de las grandes obras maestras de la literatura. Recomendaría esta novela a todos los lectores que no gusten de la ciencia ficción: lo cienciaficcionesco se desmorona a cada página en favor de un ahondamiento en los sufrimientos, muy reales, del protagonista.
Bien por esta nueva sección!!!
Muy bien, si señor !!!
Justo el otro día apareció en mi radar una portada muy loca de Candyman y me entraron ganas de picotear. ¿Mola o que?
A ver: como digo al final de la pincelada, “Candyman” te da unos zarandeos que no veas. Pero sí, está bien. ¡Pasas un buen rato! Si te gustan las portadas, mira la de “Time and Superclown”, si quieres, también de King (Vincent), novela que está por ciento sin traducir. Es un poco desastre (describe los dedos de una mano diciendo que eran “grandes como plátanos”), y “Light a Last Candle”, que tampoco está traducida, también tiene una portada muy pulp. Hay un cuento suyo en el número 111 de Nueva Dimensión. Tengo una debilidad por Vincent King. Esto no quiere decir que sea un gran escritor.
Es ese rollo de los 60 que, la verdad, me hace bastante más gracia que ese rollo de… prácticamente todo lo demás 🙂
Me recuerda al Butterfly Kid de Chester Anderson, El programa final de Moorcock y cosas por el estilo.
https://en.wikipedia.org/wiki/The_Butterfly_Kid
https://en.wikipedia.org/wiki/The_Final_Programme
O un poco más tarde y hasta la fecha, a alguien como Rudy Rucker.
Me refiero a esas novelas que son “malas” pero que molan mucho. Porque son “locuras” divertidas, o porque compensan con creces en otros aspectos que no son el literario. No sé si me explico. Yo es que soy poco de grandes escritores, porque, ¿qué es un gran escritor? Tú gran escritor es un bodrio infumable para mí y mi gran escritor es un truño insoportable para ti. 🙂
¿Es Ballard un “gran escritor”? ¿Lo es Dick? ¿Y Le Guin? ¿W. Burroughs?
(Y no hablo de relativismos postmodernos sin sentido, pero es que esto nunca lo he visto como un campeonato del mundo ni nada por el estilo).
Si fuera un milloneti o me tocara la primitiva me dedicaría a reeditar/traducir/publicar ediciones de bolsillo tal cual, como réplicas de las originales, con sus portadas estrambóticas y demás, o imitándolas con un toque actual, así en plan lujo, como objetos de culto. 🙂 Pero bueno, para eso ya están las librerías de segunda mano. (Tengo un gusto ya francamente viejuno y una visión comercial que no le va a la zaga)*.
¿Puedes indicar a qué ediciones te refieres? Porque las portadas que veo de esos dos títulos no parecen en la misma línea, son más clásicas, ¿no?
*Algo así estaba haciendo Gigamesh con Watson.
Totalmente de acuerdo con lo que dices en el párrafo que empieza “Me refiero a esas novelas…”. Yo sí creo que Dick es un gran, gran escritor, y he intentado escribir algo, aquí, en C, sobre el porqué, pero no siempre es fácil argumentar por qué un gran escritor es, o te parece, un gran escritor. Hay que dar con la tecla adecuada del razonamiento.
Tengo estas ediciones de King: http://www.isfdb.org/cgi-bin/pl.cgi?269366
y
https://www.iberlibro.com/primera-edicion/Light-Last-Candle-King-Vincent-Ballantine/189769188/bd
Me lo he pasado muy bien con sus libros. Los compré hace mucho, en Estados Unidos, en una librería tan de segunda mano que no sabían que me podrían haber cobrado bastante más que ese simpático y simple dólar que costaban.
Gracias por comentar!
La que te comentaba era está:
https://img.fantasticfiction.com/images/n4/n22097.jpg
Me recuerdan algunos de estos libros tb. a Viaje a Arcturus, que ya reseñó por aquí Alfonso García hace tiempo.
Gran portada tb.:
http://www.violetapple.org.uk/images/covers/vta/ballantine_1968.jpg
¡He encontrado esta lejana reseña sobre “Candyman”! Ni me acordaba haberla comentado. http://dasbuecherregal.blogspot.com/2011/03/candy-man-vincent-king.html
Muy chula la portada de Viaje a Arcturus, sí.
Que por cierto…. esa portada de “Candyman” ¡tiene tela! (Leí la de Acervo).
Nos podríamos pasar aquí horas con un ping pong de portadas, pero mira esta: https://www.amazon.es/Brightness-Falls-Air-James-Tiptree/dp/0722185332
Espléndida y durísima novela aún por traducir de una de las mejores cuentistas del siglo XX, y en la portada vemos un alienígena con walkman y auriculares. Fantástico.
Jejeje. ¡Genial la portada!
Lo del ping pong me tienta mucho…
Una más y paro:
https://www.lwcurrey.com/pictures/146373.jpg?v=1378133617
Cambio de tercio. Dejo las espectaculares locuras de los 60/70 para ‘ilustrar’ un fenómeno editorial que siempre me ha llamado mucho la anteción (y me ha indignado hasta cierto punto). Seguro que esa portada os suena a más de uno.
😉
Es un volantazo total, sí! No conozco el libro, pero me ha hecho pensar en esas novelas de ciencia ficción militar tipo Elizabeth Moon. ¡Qué cosas!
Tampoco conozco el libro de Barnes.
Esa es la misma ilustración que se usó en España para el 334 de Disch :
https://cloud10.todocoleccion.online/libros-segunda-mano-ciencia-ficcion-fantasia/tc/2017/05/20/17/87006576.webp
(No sé si me he explicado bien. Creo que no porque soy un comunicador terrible, pero ese es el “fenómeno” al que me refería). 🙂
Vale, perdona, ahora lo pillo! Es que de 334 leí esta versión, y desconocía la referencia a la portada española. https://www.amazon.es/334-Thomas-M-Disch/dp/0375705449 (Novela-fix-up que no me acabó de entusiasmar).
Sí, esta claro que ese fenómeno es extraño e inexplicable.
http://www.isfdb.org/wiki/images/9/92/BKTG14268.jpg
The Dark Lady vs Islands in the Net
http://www.isfdb.org/wiki/images/9/9c/SLNDSNNT1989A.jpg
Y esta práctica, ¿por qué? Veo que no es cosa de dos o tres inocentes coincidencias.
Hasta donde llego, supongo que los ilustradores tienen que comer de vez en cuando, y los editores no creo que compren los derechos de las ilustracciones igual que compran los derechos de los textos. O esos derechos caducan antes y la ilustración vuelve a estar “disponible”. Lo ejemplos son tantos que obviamente es una práctica muy extendida.
Como ya dije, es un fenómeno que me sorprendió mucho la primera vez que lo vi, y hasta cierto punto me molestó (“¡cómo se atreven a usar esa ilustración tan guapa y que ‘es’ de ‘novela x’ para esta put$%& M!”, pero con el tiempo le he pillado el rollo. “Cosas de la ciencia ficción”. Aunque seguro que pasa en todos los géneros
Imagino que por aquí debe de haber peña más “ilustrada” que puede arrojar más luz sobre la cuestión.
Oye, y perdona por haber “descarrilado” un poco el post con lo de las portadas (aunque también hables de ellas). He pasado un poco por alto la sección en sí misma, que es más que encomiable y además me viene muy bien para ir rellenando el gruyer que son mis lecturas.
Ah, ningún problema. ¡Sólo faltaría! La verdad es que ya no sabía si estábamos en la entrada de Ferlosio o en la otra. Me ha gustado esto del gruyere de las lecturas. A veces sólo se ven los huecos.
Un abrazo!