No me voy a andar con demasiados preámbulos, toca otra crítica negativa. Con lo que van tres novedades seguidas cantando bastos, algo que me inquieta un poco. Primero, porque me estoy dando cuenta de que la ficción cada vez me provoca más pereza y cansancio, lo cual es posible que esté afectando a las reseñas. Segundo, porque a este paso voy camino de convertirme en una autoparodia, el Don Cicuta del fándom (los más jóvenes que pinchen en el enlace) y tercero, pero no menos importante, porque aunque esta reseña que van a leer no sea más que ooooooootra opinión de un notas en internet, pues la verdad es que no me agrada dar palos al trabajo y esfuerzo de una serie de personas a lo largo de un extenso período de tiempo. Incluso me da cargo de conciencia. Menos mal que a los críticos, sobre todo a los aficionados, nadie nos hace ni puñetero caso, ¿verdad? ¿VERDAD?
Ya de primeras entré en Farishta con mal pie, puesto que me topé con un pequeño problema de expectativas. Verán, yo es que veo en la sinopsis “complejo residencial de una gran corporación situado en unas islas del Pacífico donde viven unos millonarios aislados” y lo primero que me viene a la mente es que voy a leer un cruce entre el relato “Playa Terminal” y Super-Cannes (así tenemos algunos la cabeza, completamente flipaos nuestro propio esnobismo). Y en vez de J.G. Ballard lo que he recibido ha sido J.J. Abrams. Pero no es culpa de la novela y no tiene más importancia, estoy más o menos acostumbrado a que al universo le importe poco lo que yo espere de él, pero sí he querido incidir en este punto porque quizá la razón por la que Farishta no me ha gustado es porque probablemente no sea un libro para mí.
Por resumir el argumento someramente, Farishta es una novela que toma forma de diario personal de su protagonista, la propia Farishta, una muchacha afgana que queda huérfana durante la invasión soviética de Afganistán, siendo recogida y adoptada por un militar soviético. Tras diez años viviendo con sus padres adoptivos, éstos mueren en un accidente de avión y ella, ya emigrada a París a principios de los noventa, es contratada por una misteriosa corporación rusa, la Yefrémov–Strugatski (nombres que resultarán familiares a los aficionados a la cf soviética), para que atienda las necesidades de una serie de familias muy adineradas que viven aisladas en un archipiélago del Pacífico francés, en el complejo Sánnikov. Una vez allí, y establecida como secretaria/asistente/confesora/chica para todo, comenzará una relación amorosa con el encargado de servicios generales, el joven Manse Melville y, por supuesto, irá descubriendo que aquel idílico paisaje no es tan idílico como parece y que tras toda la tramoya de playas de arena blanca, cielos imposiblemente azules y aguas cristalinas se cuece un movidón mayúsculo.
Las razones por las que Farishta no me ha gustado derivan, fundamentalmente, del formato elegido. Pastor recurre a la técnica del “manuscrito encontrado”, así que lo que leeremos será el diario personal de Farishta acompañado de fotos, dibujos, diversos informes y documentos, una especie de dossier recuperado de los archivos de una gran corporación del futuro. Como concepto mola, pero se trata de un recurso bastante complicado de llevar a buen puerto porque limita mucho el desarrollo de la narración, tanto en lo argumental como en lo formal. A ver si soy capaz de explicarme. Ah, y de paso les aviso que voy a destripar unos cuantos elementos clave del argumento.
En el desarrollo argumental, la herramienta del diario encontrado limita como si dijéramos el “foco” de la narración. Puesto que es necesario justificar o introducir en la narración una serie de elementos clave de los que Farishta no ha sido testigo de primera mano pero que el lector ha de conocer, Pastor ha de buscar otros recursos para comunicar información. Recursos que básicamente son dos; los insertos de informes de otros personajes cuando la narración pide otros puntos de vista, y, sobre todo, los diálogos. Es una novela que emplea muchísimo los diálogos, apenas hay capítulos en los que no aparezcan largas conversaciones entre Farishta y el resto de habitantes del pequeño archipiélago, tanto porque el lector necesita ser informado del background de la historia como de lo que está ocurriendo “fuera de cámara”. Lo cual perjudica también el desarrollo de la novela, que me ha resultado monótono y aburrido, la verdad. Se trata de un libro bastante largo, más de quinientas páginas, de las que la presentación y planteamiento ocupan alrededor de ciento ochenta páginas en las que Farishta va de isla en isla hablando con los habitantes del complejo, que dejarán caer alguna pista sobre lo que realmente ocurre allí, nos contará sus escarceos amorosos con Melville y sus extensas reflexiones sobre lo que ha hablado, lo que ha visto, lo que siente, lo que ha sentido, lo que ha hecho y lo que va hacer a continuación. A partir de ahí se va desentrañando la madeja del misterio central que anima la obra pero la tónica no cambia; Farishta ha decidido huir del archipiélago, pero los preparativos le llevan otras doscientas y pico páginas de conversaciones, donde vamos descubriendo una excesivamente complicada trama de agentes secretos, corporaciones malvadas y viajes en el tiempo (lo más interesante del libro, el concepto de Continuum y como Pastor sale airoso de un complicado encaje de bolillos) porque los personajes se lo van contando unos a otros, no porque Farishta o el lector lo vayan descubriendo por si mismos a través de la acción. Y finalmente, la trama se resuelve en otras ciento y pocas páginas, en las que los personajes al fin actúan, pero he de confesar que yo venía desfondado desde hacía rato, siguiendo a unos personajes que ya no me importaban en absoluto, resolviendo un misterio al que ya había dejado de prestar atención. Que se nos ofrezcan dos o tres explicaciones en falso por picar la intriga del lector a través del elemento sorpresa también se vuelve en contra de la novela, contribuyendo a mi progresivo desinterés.
En segundo lugar tampoco me ha convencido la voz de Farishta, que nos cuenta la historia a través de su diario, un recurso que, como decía más arriba, condiciona lo formal. Escoger una voz en un principio tan alejada a la del propio autor es otra decisión arriesgada y también muy difícil de llevar a cabo con éxito. Sin ir más lejos, y a pesar de que me gusta mucho, a Random Acts of Senseless Violence de Jack Womack, otra novela que es el diario encontrado de una adolescente, también le pasa un poco esto aunque en menor medida. El personaje de Farishta es un frankenstein que no me acaba de funcionar, fundamentalmente porque a menudo se superpone el estilo de Pastor por encima de su voz, como si no pudiera evitar emerger para expresarse. Por ejemplo, Farishta se nos presenta como una persona poco leída aunque muy inteligente, pero a la vez emplea en su diario una serie de reflexiones, figuras literarias y descripciones impropias de una muchacha de dieciocho años con pocas lecturas (recuerdo ahora mismo cosas como “silencio visigodo”, “un puño americano diseñado por Andy Warhol”, “mi chico (…) juega en el eterno rival del sarcasmo, el equipo del pragmatismo críptico”). Pero tampoco Farishta me ha resultado un personaje especialmente interesante, a pesar de ser una muchacha afgana huérfana de guerra que se ha educado en la Unión Soviética, se comporta y piensa como una joven occidental normal de clase media con las hormonas revolucionadas y obsesionada con la música pop de principios de los noventa, cuyo conflicto o trauma, el de su identidad, puesto que una parte importantísima de su vida y sus orígenes han desaparecido de su memoria, no impregna con claridad el resto de su conducta ni el subtexto de la novela. Salvo en lo argumental, es un conflicto que permanece estanco y sólo emerge a la superficie de vez en cuando como recuerdo o motivación para sus reflexiones y sus actos en el tramo final de la historia. Creo que entiendo la intención de Pastor, una muchacha normal con la que el público lector pueda empatizar fácilmente, porque al fin y al cabo, Farishta es una novela de aprendizaje con un final muy chungo, un proceso que el lector ha de sufrir también para entender y “disfrutar” la narración. Pero el resultado a mí no me ha funcionado en absoluto, y en el caso de Farishta se trata de un elemento vital, si la voz narrativa te falla, se cae toda la novela.
Como todo el mundo tengo mis manías y preferencias y reconozco que no soy muy amigo del young adult o las series de televisión, algo de lo que Farishta bebe bastante. Pero a pesar de que Farishta no se ajusta a mis gustos, también le he encontrado decisiones de construcción de argumento y personajes que no me han convencido, ahora queda al criterio del lector decidir que ha pesado más en la reseña, si los prejuicios o el análisis.
Farishta, de Marc Pastor
Catedral. 1ª Ed. Marzo 2017
544 pp. Rústica. 19,50€
Al cabo de un par de temporadas de Perdidos, me quedó claro que el formato de la serie, que tenía a todo el mundo intrigado, se basaba parcialmente en el de los juegos que llamábamos aventuras gráficas allá por los ochenta; es decir, que los personajes debían recorrer un mapa, mantener muchas conversaciones y recoger y usar objetos para ir desvelando los misterios de la trama.
Ya entonces me pregunté si ese formato no era, justamente, más divertido de jugar que de ver, y me pregunto si algo parecido sucede con este libro. Por lo que cuentas sobre lo prolongado del planteamiento, lo alambicado del misterio y la importancia de los diálogos para recabar información, parece que sí.
Simplificando mucho sí, la estructura de Perdidos es más o menos así, aunque yo sustituiría lo de emplear un objeto con resolver el puzzle. Resolvías el puzzle de la escotilla y pasabas a la fase del poblado de los Otros, resolvías ahí y pasabas a los viajes en el tiempo, etc. Pero bueno, también había acción (básicamente correr por la jungla de un lao para otro), tiros, flashbacks, etc… El problema de “Farishta” es que sólo hay conversaciones, no se emplean objetos ni se resuelven puzzles, ni hay descubrimiento de la protagonista/lector, todo te lo va contando otro personaje en diálogos con Farishta. En Perdidos descubrías con los personajes, así que en mi opinión funcionaba mejor (la escena final de la primera temporada en que se enciende la escotilla sigue siendo muy brillante), y la extensión de una fase (o temporada) daba para que la sorpresa se asentase y no se convirtiese en un rizar el rizo un poco agotador, que es lo que le ocurre a “Farishta” también.
Totalmente de acuerdo con tu opinión. Acabo de leerme el libro gracias a (o por culpa de) algunas reseñas sobre el libro que había leído antes, todas buenísimas por cierto (lo cual me da mucho que pensar); y he vuelto a buscar opiniones sobre el libro , y he de decir que quitando la tuya y una mas (una que ha salido en la jungla de las letras hoy o ayer),muchos blog siguen hablando maravillas, además en cosas tan evidentemente mal hechas, pero casi nunca argumentan sus opiniones…
Ese es el estado actual de las cosas, sí.