Some Kind Of Fairy Tale, de Graham Joyce

Some Kind Of Fairy TaleVeinte años después de haber desaparecido en un bosque del corazón de Inglaterra, Tara Martin llama a la puerta de la casa de sus padres. El shock tras el inesperado reencuentro es pequeño comparado con el momento en el cual revela que apenas ha estado medio año fuera, raptada por un extraño hasta una región apartada. Según sus palabras, otra realidad. Su aspecto casi adolescente, su convicción y su consistencia al describir la experiencia dotan de verosimilitud a su absurdo relato. La familia contrata un psicólogo para acompañarla en su retorno y, de paso, comprobar qué hay de auténtico y de delirio en esa historia. Mientras se extiende el proceso, los Martin conviven con ese elemento ajeno traído de vuelta a su día a día, con espacio para recuperar la antigua complicidad y los inevitables encontronazos con una joven cuyos modos y costumbres habían olvidado, enterrados por el transcurrir de los años y la inevitable idealización de los buenos viejos tiempos.

Graham Joyce sostiene una parte de Some Kind Of Fairy Tale sobre esa rendición de cuentas con el recuerdo. Los personajes, residentes en un pueblo de la Inglaterra rural, apacible, estática, son forzados a rehacer un hueco en sus vidas a una persona hacia la cual experimentan sentimientos polarizados entre la familiaridad y la extrañeza. Más cuando con el paso de los jornadas se reabren heridas que quedaron sin resolver dos décadas atrás. El caso más paradigmático es el de Richie, el exnovio de adolescencia de Tara y chivo expiatorio de su desaparición, apalizado por la policía en sus pesquisas y sentenciado al olvido por los Martin. Un paria exiliado de la que había sido su familia de facto con el que Tara, su hermano Peter y sus padres se sienten obligados a iniciar un período de aceptación, sanación y perdón.

Este ajuste con lo vivido, una de las aportaciones más satisfactorias de la novela, tiene sus ramificaciones cuando los personajes centrales, en las cercanías de la cuarentena, se sientan a valorar el curso de sus existencias. Una evaluación sensata y sosegada aun cuando Joyce la hace demasiado explícita, alejándose del camino de la sugerencia conseguido en otras de sus novelas.

En lo que se refiere a los elementos fantásticos, el autor de Los hechos de la vida retoma una de sus especialidades: la ambigüedad. Durante más de 300 páginas Joyce evita posicionarse sobre el posible motivo detrás del hiato de 20 años. Mantiene un relativo equilibrio entre los dos extremos más plausibles: la elaboración de Tara tras los traumas vividos lejos del hogar y el secuestro real por un “hada”. Según el enfoque creado para Some Kind Of Fairy Tale, unos seres muy distanciados de la de la tradición feérica. Si se me permite la gracieta, más parecen unos jipis extáticos en su región apartada del universo, entregados al disfrute de sus cuerpos, la naturaleza y la ausencia de responsabilidades. Utilizo la palabra “relativa” porque al final Joyce se siente en la necesidad de decantarse hacia una de las hipótesis de partida, sin terminar de revelar su mano pero empujando el fiel de la balanza hacia uno de los polos. No es la última fractura de la sutilidad.

Some Kind Of Fairy TaleAl enigma de Tara se acopla una trama secundaria. Uno de sus sobrinos mata al gato de un vecino de manera accidental, suceso que le pone en contacto con un personaje determinante en la interpretación de la historia. Esta trama funciona como un moño postizo, un afluente desvaído, aislado del marco principal desde el momento en que apenas entramos en las vidas de personajes como los padres de Tara o Genevieve, la mujer de Peter. Se puede incidir también en los capítulos que, a modo de notas, resumen las sesiones de Tara con el psicólogo, repletos de análisis en lenguaje psicológico de su experiencia y, por tanto, de los cuentos de hadas. Un ejercicio en contradicción con ciertas citas elegidas para encabezar cada capítulo, al entrar sin ambages en la interpretación del relato y, colateralmente, introduciendo un aire bastante reaccionario.

El sentido de los cuentos de hadas es un debate tan vasto como intimidante en el cual Joyce trabaja sobremanera en una vertiente: cómo funcionan de vehículo para introducir enseñanzas y miedos en las nuevas generaciones. El ejemplo más ostensible se encuentra en ese paraíso hipster donde el sexo forma parte de la cotidianidad, no existen las parejas estables y se pueden entablar relaciones con cualquiera. La joven Tara lo observa como algo aberrante y no se involucra en ese modus vivendi, pero junto a otros hechos en su regreso desencadenan una discurso un tanto carca. Lejos de trabajar un ángulo abierto, fresco, propio, Joyce pierde el pulso de su faceta más oscura, salvaje, sádica, y se arroja en brazos de una fábula tirando a monjil, arrastrando parte del potencial de Some Kind Of Fairy Tale hacia una perspectiva de la adolescencia prima hermana de la que tendrían unos padres de cuarenta o cincuenta años votantes de VOX.

Mi opinión de Some Kind Of Fairy Tale bascula entre la hermosa lectura sobre la reconciliación y el perdón, y el acercamiento conservador a los cuentos de hadas (posiblemente fruto de una lectura más sesgada de lo habitual por mi parte). Sea como fuere, es un libro más eficaz que La tierra silenciada, el último título de Graham Joyce editado en España y, pinta tiene después de su muerte, el último traducido por siempre jamás. Un fenómeno triste en el cual también disponen muchos boletos otros autores de su generación como Jonathan Carroll o, cada vez parece más evidente, Iain Banks.

Some Kind Of Fairy Tale, de Graham Joyce
Gollancz, 2013 (publicada originalmente en 2012)
400 pp. Bolsillo. £8,99

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