Revisando la lista de posibles lecturas para este nuevo Clásico o Polvoriento me encontré con una sinopsis de rabiosa actualidad. La primera línea captó toda mi atención:
Un centro de investigación moscovita ha desarrollado el prototipo de una máquina capaz de evaluar la calidad y comercialidad de los textos literarios.
¡Touché! Apenas con esa frase sabía que esta lectura era la ideal. Con todo lo que se está (y se seguirá) hablando sobre inteligencias artificiales, textos generados de manera automática o máquinas que estiman cuánto de un texto puede haber sido plagiado o generado artificialmente, encontrarme una novela escrita entre principios de los setenta y finales de los ochenta con este punto de partida parecía una señal del destino.
He escrito novela, en singular, pero en realidad Destinos Truncados son dos novelas publicadas originalmente con casi quince años de diferencia cuyos capítulos se intercalan a lo largo de este único volumen. Como curiosidad, la edición en inglés, publicada en 2020, se titula Lame Fate/Ugly Swans, es decir, el título de cada novela por separado unido en uno solo. No son los ingleses muy dados a las traducciones y supongo que la pereza fue más fuerte que el ingenio a la hora de escogerlo.
La primera de estas historias es la que da origen a la sinopsis que mencionaba al inicio. El escritor Felix Sorokin está pasando una crisis de la mediana edad. El Sindicato de Escritores Soviéticos le pide llevar una de sus historias a un nuevo programa informático capaz de evaluar si esa obra tiene valor literario y su posible éxito posterior. En un contexto como de la URSS, mezclar arte con influencia gubernamental puede acabar de cualquier manera y casi ninguna de ellas buena, lo que provoca la indecisión de Sorokin sobre qué texto llevar a la evaluación y cómo puede afectar a su carrera como escritor.
La segunda de ellas está protagonizada por Victor Banev, otro escritor de mediana edad que regresa a la ciudad de su juventud para encontrarse un escenario horrible. Una epidemia de lepra se ha extendido entre la población y a pesar de resultar espantosa para los adultos, los niños la ven como algo incluso divertido. Banev se encuentra con una juventud inteligente pero despiada y sin apenas aprecio hacia sus mayores. Esto incluye a su hija Irma, motivo inicial de su retorno a esta población tras la llamada de la madre de la niña. Buena parte de la historia que se cuenta en esta trama tiene lugar en conversaciones de bar, donde Banev departe con diversos personajes sobre esos enfermos, la sociedad que los rodea y el futuro. ¿Qué medidas tomar para evitar la propagación de esta enfermedad? ¿Y si en realidad esos enfermos no lo son tal? ¿Y si en verdad son el futuro de la humanidad?
Fascistas, comunistas, anarquistas y populistas de toda índole habitan las historias de Sorokin y Banev en Destinos Truncados. Ambos personajes se encuentran atrapados, en buena parte, por la presión de los poderes políticos ejercen en las vidas de su sociedad. La carga política, como es habitual de manera directa o indirecta en la obra de los Strugatski, es importante. Por poner un ejemplo, las conversaciones entre Banev y sus contertulios sobre cómo se debe acometer la problemática de la lepra y aquellos que se contagian bien pueden ser palabras salidas de la boca de un general de las SS en plena segunda guerra mundial o de un portavoz de los partidos herederos de ese pensamiento en la actualidad.
Volviendo a mi comentario inicial sobre qué me llevo a leer esta novela, lo cierto es que la historia referente a la computadora capaz de valorar la calidad y comercialidad de un texto literario apenas supone un par de los capítulos. Sin embargo, solo ellos justifican ampliamente la lectura de esa parte de Destinos truncados. A pesar de haberse escrito hace décadas, las reflexiones sobre el mercado editorial y cómo la sociedad (incluyendo redes sociales) recibe los libros siguen siendo igualmente válidas. Como válida es hoy en día la crítica velada que los Strugatski hacen del exceso de burocracia en general y cómo ello ralentiza cualquier necesidad o urgencia que la población pueda tener. Cualquiera de quienes estáis leyendo estas líneas tenéis algún ejemplo cercano que ha sufrido esta problemática enrocada.
Es frecuente encontrar referencias a la densidad de la escritura de los Strugatski. Destinos Truncados adolece, para mi gusto, de la misma problemática. La novela pone a los personajes frente a preguntas y reflexiones que en su mayoría no tienen una respuesta evidente. La novela no apuesta por darlas sino en poner ejemplos en los que Sorokin y Banev se enfrentan a situaciones y opiniones de uno u otro bando y para las que ninguno puede ofrecer una respuesta. Todos los pensamientos alrededor de cada una de esas ideas, de manera continuada, no favorece la fluidez de la lectura desde el punto de vista occidental donde estamos acostumbrados, por norma general, a que se nos den explicaciones o soluciones más mascadas. La inexistencia de una trama que siga la estructura habitual tampoco ayuda a que el lector se familiarice con lo que está leyendo. Al final ese es posiblemente el gran problema de Destinos Truncados. Provee al lector de un inicio y de una serie de nudos, pero no de un final cerrado, lo que puede dejar un halo de insatisfacción después de las horas invertidas.
La historia de Banev y la epidemia de lepra fue censurada por el régimen soviético, siendo publicada inicialmente en la República Federal Alemana. Esto enlaza a la perfección con las múltiples referencias directas que hay en el texto a El maestro y Margarita, la novela de Mijaíl Bulgákov. Novelas que gracias a sus circunstancias sociopolíticas y el halo de misterio que las rodeó mucho tiempo logran una mayor repercusión. Merecida o no ya depende de cada uno.
Destinos truncados (Gigamesh, Gigamesh ficción nº19 2003)
Гадкие лебеди (1972) / Хромая судьба (1989)
Traducción: Justo E. Vasco
Rústica. 312pp.
Ficha en la web de La tercera fundación