Vacío perfecto, de Stanislaw Lem

Vacío perfecto

Vacío perfecto

Hay quien dice que Vacío perfecto es un libro de ficción, que su autor, Stanislaw Lem, en realidad existe. Yo no lo creo así y como yo hay otros muchos que, al contrario de la mayoría de académicos y lectores, dudan ya de la existencia de tal señor, de que éste fuera polaco y de que esté considerado como uno de los mejores escritores del siglo XX. Desde que se dispone del Language Analizator Technical Atomizer, superordenador puesto en funcionamiento en la Univesidad de Arizona de forma experimental, en el primer trimestre del año 2002, no es ya tan fácil afirmar esto.

En realidad Vacío perfecto es una trampa lógica, un artefacto semántico, un arma usada en una guerra en la que combatieron científicos, lógicos y miembros de agencias de seguridad de oriente y occidente durante los largos años de la guerra fría. No voy a abundar en la historia del siglo XX y en sus derivaciones ocultas, salidas a la luz solo muy recientemente. Hay una amplia bibliografía que da cuenta de aquella época. La información que nos atañe en cuanto a Lem y su existencia, aparece en la excelente tesis Lem y constructos filosófico-artísticos en la Europa del este de Margaret Goonell, uno de los primeros productos del equipo de analistas que trabajó con el LATA y que tuvo acceso la documentación que la caída del muro puso al alcance de occidente.

Pero volvamos a Vacío perfecto, analicemos el libro y se verá que, aún sin usar el LATA ni dispositivo parecido, tenemos justificación de sobra para aventurar esa afirmación de inexistencia. El mismo concepto de la obra es ya una trampa matemática de terrible sutileza: una recopilación de críticas de libros inexistentes. Absurdo en una primera consideración, y maquiavélico a poco que se piense y racionalice ¿Por qué iba alguien a escribir ficción que parece ensayo o, al revés, ensayo que parece ficción? ¿Por qué alguien emplearía su tiempo y su talento en inventar una obra, y definirla, explicársela al lector no llevándola a término, sino, en una finta dentro de una finta, escribiendo tan solo su reseña ficticia? Si se estudian las diferentes supuestas críticas de libros inexistentes se puede ver que la tramoya falla ya desde la concepción misma y que esa inducción en dos niveles de ficción/no ficción es sólo una parte del abismo.

El estilo está unificado, aunque la temática de los supuestos libros criticados sea distinta, siempre hay en ellas una soterrada y demoledora ironía psicológica y filosófica. Ya sabemos que la ironía es una conceptualización humana para superar los conflictos lógicos profundos en los que un tratamiento riguroso y matemático se atoraría sin remedio. Sometido el libro al LATA, tal y como relata Goonell en su tesis, el indicador logarítmico de lógica destructivista ILLogD, que tiene en cuenta dichas contradicciones,  era tan elevado que superó cualquier otra marca hallada hasta el momento del análisis. De hecho sólo la construcción de la máquina en varios niveles lógicos autoprotegidos la libró del colapso. Posteriormente otros libros han igualado y superado el citado indicador, algunos firmados por parte del mismo equipo bajo el nombre LEM, obras a las que luego se les ha asignado la autoría del testaferro polaco, el mismo pobre hombre que sale en las fotos de las enciclopedias y el cuál, para aumentar la escala de la burla, se apellida igual que la máquina que producía sus textos.

En cuanto a la temática, las diversas críticas referenciadas ocupan muchos temas: “Les Robinsonades”, “Gigamesh”, “Rien de Tout ou la Consécuence” e “Idiota” atacan la teoría literaria y el mismo hecho de la literatura. Demolido queda el interés humano por el avance técnico en “Sexplosion”. La ciencia, la física, la metafísica y la filosofía sufren también la imparable deconstrucción sutil e imparable. Todos los temas tratados, sobrecargados con un elevado índice de ILLogD, son demoledoras bombas en el subconsciente del lector. Tras la tierna máscara de Pierrot, ocultan una potente taladradora de punta de carburo de tungsteno, diseñada para atacar los mismos fundamentos de las nobles artes, de la filosofía y la ciencia y su epistemología. ¡Ahí es nada! Sólo nos libra a nosotros, pobres humanos, que nuestra mente tiene una capacidad limitada para gestionar la información contenida en los textos.

Si LEM hubiera sido una persona, habría sido uno de los mayores genios literarios de la historia. Concebir y poner en marcha semejante ataque a la cultura en sí misma no es concebible a no ser que haya sido diseñado por un equipo humano asistido mecánicamente. La escala terrible, los laberintos recursivos de muchos de los textos, del que es el mejor ejemplo la introducción a modo de reseña crítica que hace referencia a sí misma como parte del libro, no pueden haber sido concebidos sólo como un arma para atacar mentes humanas. La propia complejidad de los supuestos es demasiado elevada y eso impide que un ser humano, al contrario que una máquina analítica, quede enredada en sus laberintos.

Tras la caída del muro, tras el desmembramiento de la antigua URSS y antes de que los nuevos gobernante se diesen cuenta de lo expuestos que estaban sus mayores secretos, hubo un periodo en que los enormes archivos de Novosibirsk, centro designado por el KGB como archivo científico y técnico general de todos los centros de investigación estatal, se abrieron a los investigadores e historiadores. Algunos doctorandos del instituto de proyectos avanzados de Princeton, entre los que se encontraba la doctora Goonell, pidieron permiso para bucear en las bibliotecas de Novosibirsk. El resultado íntegro de aquella investigación aún no se ha publicado, y muchos dudamos de que alguna vez llegue a serlo, pero a los que hemos accedido a parte de las conclusiones nos ha quedado claro cuál era el destino de textos como Vacío perfecto.

Bien es sabido que, rutinariamente, los servicios de inteligencia occidentales procesaron en enormes máquinas analíticas automáticas toda la información publicada en el bloque soviético. Dichas máquinas, ubicadas en inmensas cuevas bajo montañas graníticas, eran capaces de analizar, con varios niveles de profundidad metalingüística, los significados ocultos en los textos estudiados. Vacío perfecto y otros libros del constructo LEM están diseñados para dinamitar las estructuras lógicas del pensamiento occidental, para introducir granos de arena en el discurrir tradicional y asignar un valor enorme al azar, a la extrañeza terrible e inatacable de un cosmos desconocido, justo los puntos débiles del razonamiento automático de una máquina programada por militares, y diseñada para detectar ordenes cifradas a grupos de combate clandestino o mensajes subliminales de control de población.

Como cualquier guerra tecnológica los inicios fueron sencillos, pequeñas trampas para paralizar y meter en bucles sin retorno a las máquinas del enemigo. Vacío perfecto y otras obras de LEM pueden ser clasificadas con todo rigor como armas de una guerra secreta. Y no de la primera generación, sino productos muy depurados de varias generaciones de gigaordenadores de razonamiento sintético que se alimentaban con la energía de enormes centrales nucleares y evaporaban el agua de ríos enteros para su refrigeración.

Los expertos creen que libros como Nova Express y la obra de Philip K. Dick son la contrapartida del ejército americano, producidas en la isla de las tres millas, donde su enorme complejo nuclear alimentaba de energía eléctrica a los computadores creativos y defensivos. Pero son sólo especulaciones ya que el gobierno de EEUU no ha liberado del secreto a todo lo que tiene que ver con la guerra metaliteraria, como muchos la han venido en llamar.

Tras el cierre a investigadores externos del centro de documentación de Novosibirsk, sólo podemos especular con la magnitud y el alcance de dicha guerra. Se van encontrando armas, escudos, restos de ataques y adivinando mucho, como todo lo que la doctora Goonell publica en su tesis, usando el LATA y otros ordenadores de alta capacidad que van creándose ex profeso en muchas universidades. No obstante, y es solo una intuición, nada superará la sutileza y poder de los productos de LEM y en particular Vacío perfecto.

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