Para una autopsia de la vida cotidiana es un libro que recoge cuatro entrevistas realizadas a J.G. Ballard entre 1982 y 1991. Ha sido publicado por la editorial argentina Caja Negra y contiene un breve prólogo de Pablo Capanna, que sitúa a J.G. Ballard para aquel que no lo conozca. Los originales aparecieron en revistas inglesas y estadounidenses de temática cultural no especializadas de literatura, más interesadas en la visión del autor que en su obra escrita.
En estas entrevistas encontramos a un autor consagrado (ya ha publicado Crash, Rascacielos, Hola, América y Compañía de sueños ilimitada). Vive solo en los suburbios, interactuando poco con la sociedad, viudo desde hace años y con los tres hijos independizados, afirma sentirse huraño ante reuniones sociales. Con sus comentarios trasmite la impresión de llevar una rutina tranquila: escribe, lee, pasea, cuida el jardín y ve la televisión por la noche. Ballard no parece hablar con emoción, resulta reflexivo y, quizá, desapasionado. Deja clara su falta de interés en convertirse en un personaje público, prefiere disfrutar escribiendo y leyendo las publicaciones médicas y científicas a las que está suscrito.
La primera entrevista es la más extensa, ocupa el 50% del volumen, y es para la revista Re/Search, una publicación especializada en cultura punk. Trata de conocer la opinión de Ballard sobre múltiples temas, desde la vida en ciudades, asesinos en serie, William Burroughs, surrealismo, programas televisivos o su infancia. En las siguientes, que rondan la treintena de páginas, se centran en temas psicológicos, fetichismo hacia los famosos, cine o mitología. Su novela Crash se presenta constantemente, parece ser la obra que más interés genera en los entrevistadores, y el autor siempre opta por la desmitificación. Parece ajeno a cualquier implicación personal con la obra. Comenta el proceso de documentación o si los caracteres psicológicos de los protagonistas son realistas y elige evitar cualquier implicación ideológica con la novela. Las entrevistas cortas son más interesantes en su temática, pero en todas se echa en falta mayor profundización por parte de los entrevistadores: Ballard es dado a respuestas alargadas, pero la mayoría de temas son tratados con superficialidad.
Sorprende el pesimismo de Ballard ante las nuevas tecnologías. En la primera entrevista afirma utilizar la máquina de escribir y desconfiar de los procesadores de texto. Aparte de los problemas que puedan causar a la vista, afirma
se puede notar la diferencia entre una novela escrita en un procesador de textos y una novela escrita en una máquina convencional. Esto podrá advertirse en la ficción comercial, donde hay una excelente edición párrafo por párrafo, en la gramática, la estructura y todo lo demás, pero la construcción suele ser muy mala a nivel global. (..) Los detalles estructurales son muy ajustados y elegantes, pero la estructura global resulta débil.
Lo mismo con la aparición de los vídeo reproductores caseros. Piensa que pronto –estamos en 1983- la gente se aburrirá de la enorme oferta y repetición narrativa, pronosticando que los domicilios acabarán por convertirse en estudios caseros donde todos crearán su propia ficción.
También llama la atención lo conservador que se muestra en temas sexual. El autor de Rascacielos se revela bastante ajeno y, casi, temeroso de la pornografía. Ha tenido contacto con ella, de un modo casi antropológico, pero se aparta de las posibilidades degradantes y enfermizas que pueda contener. Su pensamiento es similar al de Luis Buñuel: no encuentra gran interés en el sexo una vez superado el factor del pecado.
Al ser preguntado sobre el futuro, su predicción queda explicada al poco de comenzar la primera entrevista:
(…) les comentaba, que si yo, como escritor de ciencia ficción, tuviera que hacer una predicción sobre el futuro, podría resumir mi temor en una sola palabra: aburrimiento. He aquí mi gran temor, que todo haya ocurrido; ninguna cosa que sea excitante, novedosa o interesante va a suceder de nuevo; el futuro será un enorme y resignado suburbio del alma, nada nuevo va a surgir, ninguna evasión tendrá lugar otra vez.
A modo de anécdota, en la primera entrevista comenta su alegría por el fracaso en el intento de adaptación cinematográfica de Crash, no cree que la historia funcione como película, ni desea ver su imaginario en la pantalla grande. En cambio, en otra entrevista posterior anuncia su satisfacción porque David Cronenberg esté rodando la adaptación, confía en el resultado tras haber visionado su trabajo con El almuerzo desnudo.
Desconozco hasta qué punto puede interesar este libro a lectores que no sean seguidores de Ballard. Yo, que me considero admirador, lo he encontrado falto de interés a tramos. Al ser entrevistas largas, pero tan abiertas en temática, no me han resultado demasiado enriquecedoras, más allá de anécdotas sobre su vida o detalles del proceso de documentación que sigue. Deja un par de perlas y frases que podrían ser cabecera de cualquier entrevista, pero se espera más de un volumen de estas características.
Para una autopsia de la vida cotidiana (Caja Negra Editora, 2013)
Traducción: Walter Cassara
Rústica. 192pp.
Ficha en la web de la editorial
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