The Algebraist, de Ian M. Banks

The Algebraist

The Algebraist

Lo primero que me vino a la cabeza cuando tuve el ejemplar de The Algebraist en las manos, a la vista del tocho, es que Iain M. Banks, debía ser ya, al menos por el extranjero, un consagradísimo Gran Nombre en prestigio y ventas. Y dado el autor y el tamaño de la cosa era inevitable advertir las peligrosas señales de la autoindulgencia; nada menos que quinientas y pico páginas de letra diminuta envueltas en una bonita portada con el nombre del autor escocés a un tamaño aplastante comparado con el título. Esto iba ser totalmente el show de Banks pensé, puro y duro bankspectáculo. Para lo bueno, pero también para lo malo.

Y no me equivoqué. El argumento de The Algebraist es tan enorme y complejo, tan repleto de información, que hasta da pereza contárselo. Pero en fin, haremos el esfuerzo. En el sistema Ulubis, Seer Taak es miembro de una especie de gremio, los Seers, cuya principal ocupación es la investigación de campo en Nasqueron, el planeta gaseoso del sistema Ulubis, poblado por los Dwellers –literalmente los habitantes-. Siendo los Dwellers una raza galáctica Lenta con el aspecto de un yo-yo gigante de varios metros de diámetro que ocupan la mayoría de planetas gaseosos del universo exceptuando algunos casos, como, vaya, Júpiter. Raza Lenta porque los Dwellers pueden llegar a alcanzar la edad de un par de billones de años, han estado ahí desde que el Universo es Universo y probablemente ahí seguirán para cuando nosotros, los Rápidos, desaparezcamos. Por tanto, los Dwellers atesoran conocimientos muy atractivos para cualquier civilización galáctica con un mínimo de instinto de rapiña. Pero no todo es perfecto, y, dado su peculiar carácter -forman una sociedad aparentemente desorganizada, pero eficaz y también letal- tratar con los Dwellers es un asunto delicado, particular, que sólo los Seers, casi como una casta especial, son capaces de lograr con resultados productivos.

Un buen día, la Mercatoria, el sistema político que gobierna la Galaxia, altamente jerarquizado, burocrático, rígido, fanático, hipócrita e inefectivo –y, atención fans de la serie de la Cultura, un régimen donde se odia a las Inteligencias Artificiales sobre todas las cosas-, reclama a Taak para que se una a su sección de investigación, la Shrievalty Ocula. Porque en Nasqueron, Taak descubrió por casualidad una pista que conduce a The Algebraist, un texto con las coordenadas de una red agujeros de gusano hasta entonces desconocida. Y que podría evitar que el malvado Archimandrite Lusiferous, monje guerrero del sistema E5-Disconnect -resumiendo, porque el nombre completo de dicho sistema ocupa como cinco o seis líneas; sintomático-, culminara su invasión arrasando Ulubis en busca de ese mismo valiosísimo y misterioso descubrimiento.

Iain M. Banks

Iain M. Banks

Pero eso no es todo, porque Lusiferous ha sido invitado a arrasar el sistema Ulubis por los misteriosos Beyonders, unos terrorist…, ehhh, unos misteriosos guerrilleros que operan en los márgenes, atacando puestos militares de Ulubis de vez en cuando, manteniendo el sistema en un perpetuo y manso Defcon 2 al que sus habitantes están de sobra acostumbrados. Así que la Mercatoria envía a su flota en misión de socorro, pero, lamentablemente, el agujero de gusano artificial que unía el sistema con el conjunto de la Mercatoria ha sido destruido, con lo que se establece una frenética carrera contra la luz para llegar a Ulubis lo antes posible. Por fin, aparte de todo este turrón, se desarrolla una trama secundaria que asoma de vez en cuando a lo largo de la novela, una historia que implica a Taak y sus amigos de juventud, Saalus, Taince e Ilen, y algo que les ocurrió explorando una nave abandonada.

Visto lo visto, Banks tiene mucha, pero muchísima tela que cortar, hay que construir todo un nuevo Universo desde la nada y un solo libro donde hacerlo. Así que entre optar por la clásica técnica de la inmersión en un universo ajeno y que el sufrido lector vaya apañándoselas por su cuenta con pedazos de información recogidos aquí y allá o llevar al lector de la mano a través de páginas y páginas de datos, Banks escoge lo segundo. El resultado es un arranque de novela que más parece el temario de unas hipotéticas oposiciones a Enciclopedista Galáctico. Además de asentar las bases de la historia hay que ponerse al día en lo que es el universo de la Mercatoria, la jerarquía política, el ejército, la historia, las guerras, la geografía, la economía, los agujeros de gusano, los alienígenas… Incluso a veces se demora en detalles que podrían obviarse -me refiero al asunto rHumans vs aHumans que uno pensaba que se desarrollaría en su momento pero que simplemente se deja de lado sin más-. Con lo que la titánica maquinaria que va construyendo Banks con el maniático entusiasmo de un científico loco no comienza a moverse hasta la página doscientos. No es raro que el lector se pierda a estas alturas; yo mismo no tengo muy claro todavía que tienen que ver la Omnocracia con la Mercatoria o si la Administrata manda más que la Cessoria.

Pero a partir de la mencionada página doscientos, y como se ha de esperar de Banks, comienza la aventura con fuego, acero, misiles de alta velocidad, despegues forzosos, estruendo y furia. El leviatán que Banks estaba poniendo a punto comienza lentamente a tomar velocidad en una marcha imparable, dispuesto a arrasar con todo. Ahora, siguiendo la investigación de Taak en Nasqueron, es la hora de la aventura y el sentido de la maravilla prometido. Y la verdad es que diversión hay mucha y sentido de la maravilla también, incluso momentos desternillantes a cargo de los Dwellers. Eso sí, los extraterrestres de Banks hay que tomárselos como una mezcla de Vance y sátira swiftiana a lo Viajes de Gulliver, si alguien espera rigurosos análisis de lo alienígena y definitivamente extraño estilo Lem, esta no es su novela. Porque los Dwellers gastan una personalidad muy poco alienígena, a medio camino entre los personajes más encantadoramente descerebrados del universo literario de Óscar Wilde y un hobbit de la Comarca profunda.

The Algebraist

The Algebraist

Llegados a este punto está claro que Banks se lo está pasando en grande; alegre, despreocupado, graciosísimo, como un entretenedor consumado. Pero no sé si es porque tenía unas ganas terribles de volver a la cf después de tres años, por su condición de Gran Nombre que puede escribir ya lo que le de la gana o porque su editor estaba de vacaciones, la novela adolece de un exhaustivo trabajo de edición y una estructura sólida, a ratos se asemeja a un elefante intentando sostenerse sobre una pelota de tenis. Aparte de páginas y páginas de detallada información sobre la sociedad Dweller que ha de digerir el lector y que adoquinan el adecuado fluir de la narración, la búsqueda en Nasqueron acaba convirtiéndose en un ir y venir de pista falsa en pista falsa rizando el rizo del clásico esquema banksiano de aventura crepuscular con ese personaje central envuelto en una trama en la que no puede controlar los acontecimientos, que duda sin parar y no sabe si está en el bando correcto. Donde el objeto de la búsqueda es vano y vacío y el verdadero descubrimiento siempre es espiritual. Y todo este trajín es interrumpido de vez en cuando por las apariciones de un Lusiferous que no es más que una excusa para echarse unas risas con la caricatura del Gran Enemigo que se marcan Banks y su retorcida imaginación. Asimismo la trama de Taince-Saluus se soluciona de cualquier manera y el lector queda con la sensación haber asistido a algo que no aporta absolutamente nada a la novela -a no ser que me haya perdido algo, que todo puede ser-.

Pero el monstruo ya está lanzado a velocidad de crucero y hay que reconocer que llega un momento en que no puedes dejar de leer hasta acabarlo de un tirón, no por nada y cuando quiere, Banks es uno de los mejores contadores de historias de la cf moderna. Y como es muy listo, el escocés se reserva los mejores momentos para el tramo final; esas angustiosas y emotivas escenas de la tensa espera previas al ataque de la flota de Lusiferous contra los indefensos habitantes de Ulubis, ejecutado a base de grandes elipsis y continuos cambios de punto de vista, como si lo viéramos todo a través de una CNN del futuro. Son esos momentos en los que más claramente asoma el subtexto de la obra, donde no es difícil detectar los rastros de todo lo que ha pasado en el mundo desde que el 11-S dio comienzo al nuevo siglo. Y ahí radica la clave, porque lo que Banks ha creado es una space opera para los tiempos post 11-S, siendo la Mercatoria el reverso tenebroso de la Cultura, la encarnación de la derrota de la Utopía. Un mundo donde impera el conservadurismo rancio, el fanatismo, los gobiernos irresponsables, la estupidez y el miedo, la ley implacable del mercado y la lógica aplastante de la geopolítica económica y el control de los recursos naturales. Pero a pesar del negro futuro que se avecina, la novela deja entrever un atisbo de esperanza, depositada en las perseguidas Inteligencias Artificiales ocultas en los lugares más insospechados. Porque Banks sabe que no hay que desesperar, aún los tiempos más oscuros y difíciles llevan dentro el germen de un mundo mejor, la esperanza de la Utopía.

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