Un club de lectura como herramienta revitalizadora de una tertulia

Lecturas del club

Una de las mejores ideas que hemos llevado a cabo en la tertulia de Santander ha sido mantener un club de lectura desde 2014. Cada mes elegimos un libro con la vista puesta en comentarlo para la siguiente tertulia. Ciencia ficción, terror y algo de fantasía se turnan entre las elecciones en un intento de equilibrar las diferentes almas de los que asistimos con regularidad. Al final tu esfuerzo se contrapesa el mes siguiente con el de otro y se alcanza un cierto quorum: que nadie se descuelgue porque no se tienen en cuenta sus gustos; que cada uno pueda contribuir desde su visión de un terreno, el fantástico, enorme, inabarcable.

Esta flexibilidad en la selección, con algunos “vetos” difíciles de argumentar para quien no forma parte de las deliberaciones (evitar las series; mantener al mínimo las colecciones/antologías de relatos; buscar sobre todo libros de las últimas dos décadas, limitando la selección de libros previos a los años 80 del siglo pasado; no ir a extensiones mayores de trescientas páginas), mantiene la implicación hasta el punto de que se pueden contar con los dedos de una mano los gatillazos. La calidad de las discusiones varía en función de la obra elegida, la inspiración de los participantes, el nivel de detalle en que se entre… Lo esperable cuando no hay una persona asignada para conducir la discusión; una función que hemos evitado para no convertir una fuente de disfrute en una tarea.

Mirando atrás, el club ha dado un sentido a lo que nos empujó a juntarnos en marzo de 2004. Ese grupo de lectores de fantasía, ciencia ficción y terror que se reúnen el segundo sábado de cada mes tiene un momento para un diálogo algo más profundo del habitual intercambio de qué has leído, qué has visto, qué has jugado. Un arrojarse títulos sin orden ni concierto del que puedes sacar cosas en claro pero, en general, un tanto estéril.

Mi mayor ganancia viene de lo significativa que termina siendo la lectura. El hecho de tener que prestar atención para conversar sobre el texto en cuestión me lleva no sólo a enriquecer mi visión con otras perspectivas; mi recuerdo de estos libros es, en general, mejor cuando pasan los meses frente a las llevadas en solitario. Para una persona con una memoria secuencial tan pésima como la mía, es digno de tener en cuenta.

Puedo añadir más a la columna de pros. El modus operandi muchas veces me pone ante libros que estaban bien al fondo de La Pila (y La Pila tiene un tamaño considerable) o ni se me había pasado por la cabeza leer y de los cuales siempre extraigo algo. Y aunque puede requerir un esfuerzo, ayuda a hacer grupo con la gente con la que te reúnes habitualmente. Las discusiones en ocasiones devienen en tormentas de ideas, con chispa y mordiente. Y permite una pequeña victoria frente al FOMO y una actualidad basada en la novedad, donde cualquier libro publicado hace más de tres meses desaparece y todo parece dominado por la mercadotecnia de los grandes grupos. En el debe, los libros escritos en España han sido escasos y existe un claro sesgo de género que hemos ido corrigiendo con el tiempo. Nada que no pueda mejorar o empeorar en los próximos años.

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