Maison Ikkoku, de Rumiko Takahashi

Maison Ikkoku

Aquí va otra reseña repescada de mi viejo blog (y las que quedan). Lo siento, cuando me quedé en paro sentía que se abrían ante mi horas interminables de ocio que emplearía en realizarme como persona a costa de sus impuestos, pero en realidad estoy más liado que cuando trabajaba, que coño, que aquello era trabajar y punto, ahora entre recorrer desolados polígonos industriales leoneses ofreciendo mi fuerza de trabajo, refrescar los portales de empleo cada cinco minutos, hacer los baños y delinquir impunemente por internet, no es que no tenga tiempo para escribir, es que no tengo tiempo ni para leer. Así que toca una antigua reseña sobre Maison Ikkoku, un tebeo que les hará ser mejores personas. O parafraseando a una antigua amiga mía cuando hablaba de los Housemartins, “si te gusta Maison Ikkoku no puedes ser mala persona”.

Mi primer recuerdo de Maison Ikkoku es de por allá principios de los noventa, cuando comenzaron a emitir las televisiones privadas, por aquel entonces todavía existía la caduca tradición de echar dibujos para los críos por las tardes. Era la época del búm del anime en las teles al rabo de Son Goku; Campeones, Bateadores, Dos fuera de serie, Chicho Terremoto,etcétera. Y probablemente alguien de Antena 3 compraría a voleo un paquete de animación japonesa que escondía una perla rara; Juliette, Je t´aime.

Recuerdo que aterricé en mitad de un capítulo ya empezado, justo en una escena en la que salía una señorita semidesnuda con evidentes síntomas de embriaguez (emitían el episodio a las seis de la tarde, les recuerdo que eran otros tiempos). Así que claro, no tuve más remedio que quedarme por puro interés sociológico. Pero lo que parecía la escena típica de una producción Ozores de mediados de los ochenta, no era más que uno de los chistes recurrentes de un divertido culebrón romántico de libro en el que destacaba una caterva de secundarios enloquecidos a más no poder. Así que me fui enganchando, gracias a que la serie funcionaba mediante capítulos autoconclusivos que a su vez, iban dando forma a la historia principal. Hasta que, vaya, apenas dos semanas después la serie terminaba.

Por aquella época Planeta comenzaba a publicar los primeros mangas en España a rebufo de Bola de Dragón, vaya, que además de los putos dibujos que iban a acabar con la cultura y la civilización occidental, por lo visto en Japón había una industria de tebeos de la hostia, el día que publicaron a Tezuka a alguno que había rajado a placer del tebeo japonés se le abrió el cielo y la tierra, pero no sigo por ahí que me pongo de mal humor. Un poco a voleo se iban editando aquellos espantosos cuadernillos de tapas de cartón, tamaño comic book (era una época en que se creía a pies juntillas que si querías vender, tenías que vender en formato comic book, daba igual lo que metieras dentro ¿a qué tiene gracia acordarse?). Más tarde, al calor del anime televisivo, en la segunda (¿o tercera?) ola de mangas, apareció otra serie; Ranma 1/2. Y cuando leí el primer número de este tebeo en casa de un amigo, caí en la cuenta: “Joé, ¡¡¡la tía que dibuja esto es la de la Julieta aquella!!!”.

Sí, qué elegante y perspicaz estuve ahí, tendrán que reconocerlo. “La tía” era la legendaria mangaka Rumiko Takahashi, la misma que había creado a la Julieta aquella. Que no se llamaba Julieta, por cierto. En fin, me enganché al delicioso culebrón de batalla de sexos (en el más estricto sentido de la palabra) que era Ranma y por los correos al fin me enteré; Julieta tenía por nombre un más nipón Kyoko y la serie de la que tenía un fugaz y estupendo recuerdo se llamaba en realidad Maison Ikkoku. Y aprovechando el éxito de Ranma, Planeta editó Ikkoku con el nombre de la serie televisiva en occidente; Juliette je t´aime. Genial movimiento, sin duda los millones de espectadores de una serie olvidada que se emitió brevemente se lanzarían a comprar el tebeo en cuanto lo vieran en las tiendas especializadas a las que, probablemente, no acudían nunca. En fin, es lo que tiene vivir en una sociedad cuya economía se basa en venderse mierdas unos a otros.

La cosa no tuvo mucho éxito, siete tristes números en el formato espantoso antes comentado. Recuerdo que en correos y fanzines de la época los otakus la encontraban simplona, quizá era demasiado adulta para chavales acostumbrados a otras cosas, no sé. Así que los ikkokufilos nos quedamos a verlas venir y tuvimos que contentarnos otras obras de la Takahashi, a falta del santo grial que llevarnos a la boca. Excelentes todas: La tragedia de P, One Pound Gospel, Uno o dos

Pero aun así se notaba cierto rumor de fondo respecto a esta serie de culto con sus respectivos fans de culto que editaban artesanalmente aquellas cutres ediciones piratas que iban saliendo a la luz de vez en cuando. Y, por fin, Glénat, que se había hecho con otras obras de la Takahashi, como la edición completa de Ranma 1/2 en tomos, nos hizo inmensamente felices; saldría Maison Ikkoku en tomazos y orden de lectura japonés, vamos, una edición como Dios manda.

Y a usted, querido lector, que si no ha abandonado por desesperación la lectura de la reseña ya estará bufando, se lo explico ya; Maison Ikkoku es nada menos que uno de los mejores tebeos japoneses que se hayan publicado jamás en España, la comedia romántica de nuestra vida, la felicidad hecha tebeo, el estribillo de una canción que no te puedes quitar de la cabeza, una réplica ingeniosa en tu comedia favorita, un libro, un gato y un café con leche mientras afuera llueve mucho y hace mucho frío. La historieta que demuestra que en la sencillez está la verdad. Y divertidísima de leer, vamos, graciosísima, el tebeo que siempre recuerdas con cariño y una sonrisa.

El planteamiento es muy sencillo, muy pensado, muy bien definido y a prueba de bombas, el perfeccionamiento de la fórmula ya empleada en la anterior obra de Takahashi, Urutsei Yatsura (Los pelmazos de la estrella Uru, gran título brugueriano, conocida en occidente como Lamu o Lum), y que deja la maquinaria puesta a punto para petarlo comercialmente con Ranma 1/2. A una casa de huéspedes donde vive Yusaku Godai, un estudiante fracasado y pringaete que intenta sacarse la carrera sin éxito, llega una nueva administradora, joven, guapa y viuda, Kyoko Otonashi. La casa en cuestión, la pensión Ikkoku, es un gallinero enloquecido, poblado por los imprescindibles secundarios que sostienen las grandes historias, arquetipos que parecen concebidos por un mangaka que hubiese leído mucho Bruguera; el señor Yotsuya, un tipo misterioso y gorrón, una camarera pendón llamada Akemi, la señora Ichinose, una mujer de mediana edad, bebedora, cotilla y con un agudo punto de sabiduría popular y su hijo pequeño Kentaro. Todos ellos gustan de reunirse en la habitación de Godai a la menor ocasión para cotillear, celebrar fiestas, gorronear, emborracharse y putearle sin piedad. ¿Y cuál es el conflicto? Evidentemente, el cateador se enamora de la administradora, un amor aparentemente imposible; Godai nunca podrá competir con el recuerdo del marido de Kyoko (y menos aún siendo un cateador de la vida). Y nosotros asistimos a la evolución de su relación en capítulos cortos que van enriqueciendo la historia, un clásico culebrón romántico trufado de los habituales equívocos, dudas, temores, que sí, que no, me quiere, no me quiere, añadiendo matices del pasado de los personajes, de su personalidad, de la de los secundarios, construyendo un panorama coral de deliciosa cotidianeidad.

Como hablamos de un tebeo japonés, la tensión amorosa se estira durante varios tomos (diez, no especialmente larga para los estándares japoneses, lejos de los treinta y siete de Ranma 1/2, por ejemplo) enredando la trama hasta el agónico final, añadiendo nuevos giros argumentales en una apabullante exhibición de técnica y explotación de recursos narrativos con la mínima cantidad de elementos posibles. La capacidad inagotable de Takahashi y sus ayudantes para elaborar un tebeo divertidísimo de gente haciendo el idiota en una habitación (normalmente la de Godai), de crear situaciones con apenas media docena de elementos, de forzar la rosca un poco más cada vez, es deslumbrante. Una fórmula a la que poco a poco se van añadiendo personajes; la abuela de Godai, algún misterioso nuevo inquilino, Mitaka, un profesor de tenis que configura el inevitable triángulo cateador-casera y otras muchachas que se enamoran de Godai o Mitaka, modificando las geometrías de las relaciones amorosas con una planificación tan exquisita, tan natural que uno no concibe que se pudiese hacer de otro modo.

Y una vez leída, Maison Ikkoku se nos revela como la historia de nuestro alter ego, Godai, que va creciendo, aprendiendo y haciéndose un hombre poco a poco y a duras penas, como un Peter Parker japonés (la comparación no es gratuita, en su juventud Takahashi era seguidora de la versión japonesa de Spiderman de Ryoichi Ikegami), en la que el tono de comedia enloquecida se ve puntuado por detalles emotivos que invitan a la reflexión sobre la naturaleza del amor y las relaciones personales. Aunque es una historia que Takahashi viene contando en casi todas sus obras con diversas variaciones, es en Maison Ikkoku donde más cerca está de la perfección: menos farsa alocada que Lamu, más sólida y menos repetitiva que Ranma 1/2, más enjundiosa que la también magnífica One Pound Gospel. Y así, con su sencilla modestia de una obra que podría parecer de transición en la carrera de Rumiko Takahashi, Maison Ikkoku se alza como la comedia romántica perfecta, lo que todos querríamos que hubiera sido la historia de nuestra vida.

Maison Ikkoku, Tomos 1 al 10
Editores de tebeos (Glénat), 2004-2006. (Mezon Ikkoku, 1980-1987, Shogakukan).
Traducción de Marc Bernabé.
350 pp por tomo aprox., 11,40€

3 comentarios en “Maison Ikkoku, de Rumiko Takahashi

  1. Yo descubrí a Takahashi a través de Ranma. Como cuando se echó a mediados de los 90 no teníamos internet, no recuerdo si hubo mucha polémica. Me he entretenido 10 segundos en averiguarlo por Google

    http://elpais.com/diario/1995/01/04/radiotv/789174002_850215.html

    Como guardián moral de occidente, el diario del grupo PRISA siempre ha sido uno de nuestros mayores baluartes..

    Con Ranma mi disfrute fue de más a menos. Como chiste alargado la cosa terminó agotándose. Más personajes, nuevos duelos, nuevas situaciones absurdas, demasiado slapstick… Cansaba un poco (aunque tuviera 20 tacos y me tragara cualquier cosa). Sin embargo Maison Ikkoku es otro asunto. Quizás porque tampoco tuvo demasiado éxito y Takahashi pudo darle un final antes de caer en una aburrida espiral de situaciones ya vistas. Quizás porque el protagonista es un perdedor que ni es el mejor en lo que se propone ni tampoco lo busca. Quizás porque la tensión romántica es mucho más cotidiana, al igual que los personajes. Tengo un recuerdo entrañable de este manga. Así que, para desazón de unos cuantos individuos del estamento editorial y sus colegas, no pdemos ser malas personas. ¿Verdad?

  2. Jajajaja, joer, ese artículo es una maravilla, no tiene desperdicio. Me gusta mucho cuando, ya completamente escandalizado, incluye un diálogo, que encima es muy gracioso. En fin, Antonio Albert, tertuliano y amiguete de Toni Cantó.

    Ad hominems aparte, ése era el ambiente respecto al tebeo japonés, a lo que había que sumar grandes nombres de la historieta que pensaban que los japoneses iban a arrasar con todo, a destruir la industria española, se veían en diez años todos trabajando para editoriales japonesas en un sótano húmedo y maloliente, a veinte céntimos la página. También había fanzines y autores que, como el tebeo japonés tiene un proceso de creación muy industrial y particular, en equipo, con muchos ayudantes y mucha presión, sometido a las votaciones de lectores, ya tenía que ser una puta mierda por narices. Es que los tebeos buenos sólo los crean tipos torturados que se mueren de hambre en un ático de mala muerte. O lo decía gente que luego eran fanáticos del tebeo de superhéroes. Era demencial, casi nadie (exceptuando Alfons Moliné y sus artículos en “Dragon Ball”) tenía ni idea de historieta japonesa, de su inmensa variedad (me encantaba cuando decían “es que dibujan todos igual”) y venga a pontificar después de haberse ojeado un par de tebeos. Y los fanzines especializados eran, en general, muy flojos. Para variar, donde trataban la historieta japonesa como dios manda era en el “U”, sacaron un listado de tebeos japoneses en aquella época muy aprovechable y en el que no dudaban en recomendar tebeos comerciales y masivos como “Dragon Ball” o “Ranma” junto a cosas de Taniguchi como “El caminante” (¡qué se publicó por primera vez en “El Víbora”!), Tatsumi, el maravilloso “Regreso al mar” de Satoshi Kon, “Santuario” de Fumimura e Ikegami o el malogrado “Version 1.0” de Sakaguchi, un tebeo de ciencia ficción estupendo que quedó inconcluso. Cómo han cambiado las cosas en estos años, en tebeos cualquier tiempo pasado fue muuuuucho peor.

    Después del rant, completamente de acuerdo con el tema “Ranma”, un tebeo preso de su éxito, como le ocurrió a “Bola de dragón”. Pero mantener ese nivel durante tanto tiempo también tiene su mérito, son grandísimos tebeos comerciales. Yo disfruté mucho de ambos y cuando me cansé lo dejé. A “Maison Ikkoku” le beneficia una menor extensión y esa historia de madurez de Godai, que es como si “Spiderman” hubiese acabado en 1975, que le da una espina dorsal, una estructura, que “Ranma” no tiene, es guerra de sexos y ya. Y que, en mi opinión, los secundarios de “Maison Ikkoku” son imbatibles. Además no hay peleas, y para un público adulto es más agradecido. Para darte más la razón, las obras breves de Takahashi son todas estupendas; los recopilatorios de historias cortas, “One Pound Gospel”, aquellas de terror…

    Pues claro que “Maison Ikkoku” es la prueba irrefutable de bondad y bonhomía, no sé como lo puede dudar nadie. Y si te gustan los Housemartins, no te digo ya.

  3. Muy buen análisis de la serie la comparación de Peter con Godai esta muy bien hecha la serie me fascino los personajes principales están bien desarrollados así como los secundarios aunque acabo de terminar de verla desde ya es de mis favoritos ya que en determinados momentos te sientes identificados con los personajes o con determinadas situaciones los que nos encontramos en las edades de los personajes lo comprendemos muy bien y si me parece una obra maestra de Rumiko Takashi

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