Las huellas del sol, de Walter Tevis

Las huellas del solCuánto puede cambiar una misma voz. Walter Tevis, en Sinsonte, consiguió una novela redonda, sorprendente, llena de momentos memorables, con un sentido de la maravilla cruzado por la necesidad de transmitir sus esperanzas y sus miedos a través de nuestro caleidoscopio verbal, y creó un personaje –el dulce robot Spofforth– que es de lo mejor que se ha escrito jamás. La ciudad de Nueva York y todo el territorio, de hecho, por el que se desplegaba la novela, estaba viva y enriquecida por ese imaginario de ciencia ficción, por esa distorsión de la realidad que hablaba de nuestra soledad y de nuestra prepotencia. También de nuestra necedad.

Luego lees la posterior Las huellas del sol y te preguntas, como digo, cuánto puede cambiar una voz. Ya no sólo la consistencia de una novela, que esté mejor o peor lograda, sino eso tan difícil de identificar como los motivos que hacen que un texto de alguien que no conoces personalmente te genere antipatía o simpatía. Aquella era tierna; esta no. Aquella, Sinsonte, era una novela de consistencia infrecuente, osada, una novela de personajes muy bien dibujados; esta, desmadejada, tiene un personaje protagonista –el narrador– pícaro y no muy agradable (aunque esto no es un demérito del autor, es simplemente el natural carácter del personaje), con sus obsesiones y delirios de grandeza. Aquella tenía un recorrido y una evolución; esta tiene una mirada crítica indisimulada, frontal y poco sugerente. Y tiene, Las huellas del sol, una estructura bifronte y nada sorprende demasiado en el recorrido de sus planteamientos.

En la primera mitad de la novela está la incursión en la space opera. Es Tevis volando libre, divirtiéndose en el espacio con su (preocupante) alter ego. Milmillonario y ególatra, hasta incluso pelín mesiánico en su autoadjudicada misión de encontrar un planeta con una fuente de combustibles limpios, el protagonista se compra para ello una nave espacial. En la segunda mitad, el personaje principal ha vuelto a la Tierra, una empobrecida, involucionada Tierra gris, como siguiendo los pasos de un apocalipsis suave (por usar la frase de Macintosh).

Y este personaje antipático tiene su punto de pícaro, directamente de picaresca española del XVI, quiero decir, y en algunas de sus preocupaciones se ven reflejadas nuestras urgencias de hoy. El deterioro social y ecológico del planeta está ahí, bien claro, pero sobre todo está contrastado con la indiferencia que siente el personaje frente a estos problemas. Como dice al inicio de su relato, él es un empresario y quiere comprar uranio (perdón por la rima horrible). Y ya está.

Walter TevisPero esta novela, o buena parte de ella, al menos, viene de un cuento anterior, “The Apotheosis of Myra”, de Far From Home, libro impresionante y que yo sepa aún por traducir, que contiene algunos cuentos realmente perturbadores que se cuentan entre lo mejor de Tevis. Parte del imaginario estaba ya en este cuento: el planeta, el personaje y alguno de los secundarios (como Myra), en un texto a mi juicio mejor que la novela.

Porque por un lado, como decía, está su obsesión por lucrarse comprando uranio, pero por otra está su mirada siempre lasciva, obsesionada por su propia, progresiva impotencia. Es una mirada obsesa pero sobre todo una actitud machista y endiosada, algo que le hace incurrir en la misoginia (sin que se perciba la menor ironía ni crítica por parte del autor hacia estas mentalidades). Así, cuesta de empatizar (o de que te caiga bien, simplemente), con el narrador.

Su vuelta a casa después de la visita al planeta cuya hierba, por cierto, le canta al oído, es confrontacional, siempre bronca y sin proyectar esas actitudes como crítica. El narrador, simplemente, es así. Y como narra su historia como un capitán en su cuaderno de bitácora, su condición de no muy consciente adicto a la morfina también ayuda a configurar esta imagen de ser rudo, insensible y cerrado al mundo.

La traducción de Rubén Martín Giraldez es excelente, sobre todo teniendo en cuenta que no es la prosa mejor de Walter Tevis, y que por tanto se enfrenta a un texto algo más pesado, con todo lo difícil que es eso para traducir. Aunque, como digo, no sea la mejor novela (ni el mejor libro de Tevis), hay momentos excelentes, sobre todo al principio, en la primera, más imaginativa, mitad, y ojalá su presencia en librerías dé pie a traducir el volumen de cuentos que contiene el germen de esta novela.

Las huellas del sol (The Steps of the Sun, 1983), de Walter Tevis
Ed. Impedimenta, 2024. Traducción de Rubén Martín Giráldez
Rústica con sobrecubiertas. 320 pp. 24,95€
Ficha en la Tercera Fundación

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