Lincoln en el Bardo, de George Saunders

Lincoln en el BardoMe ha costado entrar en ésta, la primera novela del autor de Guerracivilandia en ruinas y Diez de Diciembre. Sobre todo por su forma: el diálogo entre dos secciones construidas como una especie de relatos orales. No por lo que cuentan, tampoco por el cómo lo escribe Saunders, sino por el pequeño descoloque causado por la yuxtaposición de sus narradores y llegar a apreciar su sentido en esa polifonía más allá de un alarde formal.

La mayor extensión de Lincoln en el Bardo la ocupa el relato que los muertos del cementerio de Washington D.C. hacen de la llegada al recinto, en Febrero de 1862, del hijo del presidente Lincoln, Willie. El acontecimiento transforma el camposanto cuando, la noche del sepelio, su padre entra en el lugar, abre el ataud y abraza el cadáver de su hijo muerto. Un acto de amor como ninguno de los difuntos recuerda haber contemplado. Para su consternación, en vez de abandonar nuestro plano, Willie se queda lo que lleva a tres de ellos a hacer todo lo posible para lograr su tránsito al otro mundo. Hans Vollman, un artesano que encontró el amor en su madurez y murió antes de consumar su matrimonio; Roger Bevins III, un homosexual que se suicidó; y el reverendo Everly Thomas, “atrapado” junto a sus compañeros por sus remordimientos.

El relato de su peripecia, una fantasía oscura con sus peligros y revelaciones, se construye gracias al testimonio encadenado de estos personajes y, a medida que recorren sus límites, de sus “colegas” de cementerio. El formato se asemejaría a una obra de teatro o a un guión audiovisual si no fuera porque el texto no siempre recoge las palabras según se formulan; cada espíritu puede ejercer de testigo, acotando cada parlamento y cada acción según las percibe, sean suyas o de otros partícipes de la historia. Esta subjetividad, una de las bases de Lincoln en el Bardo, se extiende a su percepción de esa realidad superpuesta con la nuestra donde quedaron atrapados y el lenguaje usado para describirla. Se ven a sí mismos como enfermos; han olvidado cualquier detalle que les recuerde su condición; mantienen su culpa detrás de un velo de elusiones; son incapaces de utilizar un simple taco… Los eufemismos contrastan con las barbaridades que padecieron o padecen todavía.

El sesgo se acrecienta con su contrapunto: los capítulos en los cuales Saunders se sirve de una miríada de cronistas o medios de comunicación de Washington para glosar el sentir sobre la enfermedad y muerte del hijo de Lincoln, una fiesta en La Casa Blanca celebrada con el niño convaleciente, el efecto sobre el ánimo de su padre, las dudas que despertaba la Guerra Civil cuando no había pasado ni un año de su inicio… Sin importar su origen histórico o ficticio, cada uno de esos capítulos, a modo de unidades temáticas, arma el contexto mientras ahonda en la subjetividad de la novela. En este twitter 1862, donde las opiniones ingenuas y naifs se suceden de otras crueles y desmedidas, hasta los hechos más supuestamente objetivos (la luna que había la noche en que murió Willie, el color de los ojos del presidente) ponen de manifiesto la fragilidad del consenso histórico. Y potencian el oxímoron de leer a los muertos contar sus vivencias.

George Saunders

Recuerdos de tareas pendientes y el temor a las consecuencias de haberlas dejado así; de relaciones insatisfechas y autoengaño; de sufrimiento extremo y anhelo de calor humano; de brutalidad y ausencia de empatía; de pundonor por lograr unos objetivos y frustración por morir antes de conseguirlos; de pasmo ante lo que queda tras la muerte. Cada testimonio de un alma en pena, breve o extenso, aproxima al lector a un panorama más amplio. Las contradicciones del espíritu humano. La inevitable melancolía adosada al sentimiento de pérdida.

Además de un dinámico relato de fantasía con imágenes potentes (la llegada de hordas ectoplásmicas dispuestas a hacer cambiar de parecer a los difuntos; el juicio final de Everly Thomas y la visión del infierno…) y un esmerado repertorio de voces, Lincoln en el Bardo se reivindica como texto polisémico que invita a ser meditado. Sobre ese racismo virulento en el corazón del territorio que ha elegido por la abolición de la esclavitud, el sentido de desangrar un país en una guerra salvaje de cinco años, la intolerancia arraigada en los huesos de nuestra especie, el peso de la muerte sobre la vida… Una muestra más del compromiso de Saunders con la ficción y la fantasía como medio para alcanzar a una verdad trascendente.

Ganadora del Man Booker del 2017, Lincoln en el Bardo ha pasado desapercibida para los diferentes premios anglosajones de género. De manera incomprensible para el jurado del World Fantasy Award, donde sin duda mejor habría quedado encuadrado entre los candidatos. Esta sordera del territorio fandom ante las manifestaciones fuera de sus dominios, no por ser un asunto arraigado deja de sorprender. Como si responder con su misma medicina al tradicional snobismo de las estructuras tradicionales no pusiera en evidencia una vez más que el cordón sanitario que una vez existiera alrededor de la fantasía, la ciencia ficción y el terror hace mucho dejó de existir.

Lincoln en el Bardo, de George Saunders (Seix Barral, Col. Biblioteca Formentor, 2018)
Lincoln in the Bardo (2018)
Trad. Javier Calvo
440 pp. Tapa Blanda. 21 €
Ficha en la web de la editorial

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