Los viajeros de la noche, de Helene Wecker

Los viajeros de la nochePara abrir el mes de Clásico o polvoriento me voy a permitir una transgresión: he recurrido al título más reciente de todos los seleccionados. Lo sensato hubiera sido acudir al fondo de la estantería; esa obra traducida hace 20 o 30 años ya recordada en exclusiva por quienes tuvieron la fortuna de leerlo en su adolescencia. Sin embargo, por cambiar el discurso, me he venido a esta novela de 2013, todavía con mucho por demostrar. Representa una faceta complementaria del espíritu de esta iniciativa: el olvido desde el fandom de la mayoría de libros de una cierta entidad que se publican fuera de sus colecciones de fantasía, ciencia ficción o terror. Más cuando surgen de la pluma de alguien cuyo crimen es no ser uno de los nuestros. Novelas y colecciones de relatos ni mejores ni peores que las tradicionalmente sobrerrepresentadas entre las reseñas de las webs centradas en el fantástico, o las opiniones de los lectores sin veleidades “influencers”. Y en este caso se ha obviado un título merecedor de más atención.

Tusquets sin duda tuvo su parte. Con bastante sentido, Helene Wecker tituló su primera novela como The Golem and the Jinni. Todo en ella gira alrededor de estas dos criaturas, abandonadas a su suerte en las calles de la Nueva York de finales del siglo XIX. Sin embargo al editor de la colección Andanzas debió parecerle demasiado arriesgado para la sobriedad de su colección y le cascó ese estúpido Los viajeros de la noche que ni siquiera hace justicia a lo que ambos seres hacen en una parte apreciable de su extensión: pasear por una Nueva York a la luz de las primeras lámparas eléctricas. Sin embargo, esta chorrada no alcanza a explicar la distancia frente a un libro que hubiera merecido un eco mayor; es una historia de fantasía super accesible que desprende ese aire esperanzador tan demandado en los últimos años. En parte gracias al lugar común del que parten sus protagonistas.

La golem y el genio obedecen todos los clichés asociados a ambas criaturas. La primera ha sido creada por un mago experto en la Cábala en Danzig para satisfacer las necesidades de un joven ansioso por una esposa sumisa. Pero, durante su viaje a EE.UU., el hombre muere de un ataque de apendicitis y la golem llega a Nueva York vacía de propósitos. Después de una traumática toma de contacto con la ciudad, es recogida por un rabino. La acoge en su hogar, le proporciona un nombre, Chava, y empieza a guiarla entre la suspicacia de vecinos y conocidos. A su vez, el genio se materializa cuando un artesano de la misma ciudad recibe el encargo de arreglar la botella donde llevaba encerrado varios siglos. Independientemente de lo verosímil de este recoveco argumental, el genio, bautizado como Ahmad, se descubre atrapado en un cuerpo humano y sin más que hacer que trabajar como ayudante del artesano. Una labor que encuentra tediosa.

Helene WeckerChava y Ahmad son esa argamasa tosca que se suele llenar de detalles y evoluciona gracias a la narración. Wecker insufla en ambos sentido, aunque para su frustración durante gran parte de la novela no el que les gustaría. Todas las personas que tienen a su alrededor proyectan sobre ellos sus aspiraciones y terminan alienados, sujetos a existencias orientadas hacia el trabajo y satisfacer otras necesidades, sin apenas espacio para sí mismos. Este proceso se articula a través de una historia de costumbres en la línea de los relatos de emigrantes en Nueva York entre finales del XIX y principios del XX desde dos comunidades: la judía y la siria. Hay cotidianidad, encuentros y desencuentros, enamoramientos, humor e incomprensión. Sobre todo del genio hacia una forma de vida en el cual la expresión de la propia personalidad y, por extensión, de su potencial termina al servicio de tareas repetitivas.

Esto, que podría parecer ya visto, funciona porque esos relatos de adaptación y renuncia trascienden el momento en que se enclava la novela y establecen un continuo diálogo con el lector. Además en ese escenario multicultural hay una mirada optimista, imposible si se hubiera contado el mismo argumento desde un tiempo más reciente. La plasmación de las diferentes clases de esa Nueva York vieja pero nueva, abarca incluso familias de alta alcurnia provenientes de entornos apenas trabajados en el campo de la ficción, en un flamante entramado donde Wecker integra el imaginario de los pueblos de oriente próximo; desde las leyendas árabes preislámicas a los mitos judíos.

También esta visión utópica y, hasta cierto punto, transformadora se encaja dentro de una forma conservadora, con escasa capacidad de sorpresa. Lo más desafiante puede ser entrar en los terrenos románticos en el doble sentido de la palabra; un detalle no siempre bien recibido entre los lectores tradicionales de fantasía. Esa falta de sofisticación al menos trae la contraprestación de una trama bien urdida, coherente de la primera a la última página con un clímax escrito con esmero y bastante satisfactorio. En varias fases la narración puede pecar de morosa, especialmente en alguno de los mencionados paseos nocturnos de los dos protagonistas. Nada que ponga en riesgo la seducción de Los viajeros de la noche. Una novela de costumbres creada por una autora estadounidense que ha sabido acercarse con ligereza a la fantasía histórica de Susanna Clarke y a la tradición fantástica centroeuropea de Leo Perutz. Como curiosidad, en 2021 aparecerá en EE.UU. una continuación situada años más tarde, en los tiempos de la Primera Guerra Mundial. Los viajeros de la noche cierra satisfactoriamente la historia, pero leerán sobre ella por aquí. Me he quedado con ganas de saber qué es de la vida de Chava y Ahmad.

Los viajeros de la noche (Tusquets, col. Andanzas 839, 2014)
The Golem and The Jinni (2013)
Traducción: Isabel Margelí
Rústica. 512 pp. 22 €
Ficha en la web de la editorial

3 comentarios en “Los viajeros de la noche, de Helene Wecker

    • Este año estoy teniendo muy buenas lecturas (o mi mirada se ha ablandado, que también puede ser). Por cierto, que si vas a hacerme caso, igual antes quieres pasar por “De noche, bajo el puente de piedra”. Uno de los mejores libros de relatos que he leído.

      Muchas gracias por indicar el error. Ya está subsanado.

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