World War Z, de Max Brooks

World War Z

World War Z

En 1968, basada libremente en la novela Soy leyenda, de Richard Matheson, llegó a la gran pantalla una película destinada a sacudir y revitalizar los cimientos del terror en el cine y la literatura. El film en cuestión se titulaba La noche de los muertos vivientes; y los padres de la criatura, George A. Romero y John A. Russo, se ganaron con él un lugar de honor en el Olimpo particular de los aficionados a disfrutar pasando miedo. Casi cuatro décadas más tarde, en septiembre de 2006, uno de estos aficionados decide rendirle tributo a la obra de Romero con una novela destinada a convertirse en éxito de ventas desde el momento mismo de su gestación. Nace así World War Z, del neoyorquino Max Brooks. Y digo bien, WWZ es un sentido homenaje a Romero y «sus» zombis, no tanto a Russo y los suyos, por motivos que expondré a continuación.

Impulsada por la buena acogida de la ópera prima de su autor –The zombie survival guide, 2003–, así como por el relativamente reciente redescubrimiento de la temática zombi entre escritores y cineastas, WWZ se gana rápidamente el beneplácito de críticos y lectores por igual con una decidida «vuelta a los orígenes», saliéndose a propósito de la nueva carretera que intentan asfaltar películas de reciente cuño como Resident evil, 28 días después, Slither o Planet Terror. Los zombis que nos ofrecen éstas y otras obras contemporáneas se apartan del canon involuntariamente establecido por George Romero y abrazan sin disimulo algunas de las bases sentadas por John Russo en su obra individual, caracterizada principalmente por dos factores: sus muertos vivientes retienen la capacidad de correr, y su estado se debe a una causa reconocible, a veces incluso reversible. Los zombis de Max Brooks, sin embargo, tienen más en común con los de Romero: caminan a duras penas, arrastrando los pies y con los brazos levantados, entre gemidos, y el origen de la infección permanece envuelto en las nieblas del misterio. Para ellos sólo existe una cura posible, y ésta pasa por la destrucción de su cerebro.

Brooks declara sus intenciones ya desde el mismo título de la novela –al completo: World War Z: An Oral History Of The Zombie War– y las cumple ofreciéndonos una serie de entrevistas a supervivientes de la WWZ, recopiladas en un total de ocho secciones bien diferenciadas entre sí, más una sucinta introducción para situarnos en el contexto adecuado. Las voces que nos relatarán sus vivencias durante el espantoso conflicto son múltiples y variadas, desde adolescentes a políticos y militares, pasando por inválidos o atribulados padres de familia, y el autor sale airoso del reto que supone imprimir individualidad y carácter propio a cada una de ellas. En ocasiones nos conmoverán con lo trágico de sus experiencias, o nos repugnarán con sus deleznables gestos de egoísmo, o conseguirán incluso que nos revolvamos incómodos en nuestro asiento, pensando si «eso» no podría hacerlo también yo en tiempos de tan desesperada necesidad…

Max Brooks

Max Brooks

El combinado de biografía-ficción le sale redondo a Brooks, merced a su buen tino a la hora de sugerir más que enseñar en los momentos adecuados –muchas de las personalidades entrevistadas o mencionadas de paso permanecen en el anonimato, pero el lector cuenta con pistas suficientes para atreverse a ponerles cara–, y a la valiente decisión de mantener la casquería intrínseca a cualquier obra protagonizada por zombis dentro unos límites, quizá no para todos los públicos, pero sí tolerables aun para estómagos relativamente sensibles. Que nadie se equivoque, no obstante: WWZ es una novela de terror. De hecho, la atmósfera de pavor e impotencia que destilan sus páginas es tan asfixiante que el lector se descubrirá más de una vez rebasando, casi sin percatarse, su umbral de resistencia al horror.

Desde la aparición de las primeras reseñas sobre la novela, estaba cantado que era simple cuestión de tiempo que ésta apareciese en el punto de mira de los francotiradores de Hollywood. Al cineasta Mel Brooks y la difunta actriz Anne Bancroft, padres del autor de World War Z, sin duda les complacería saber que Paramount Pictures ya ha anunciado una próxima adaptación a la gran pantalla de la novela de su retoño, dirigida por J. Michael Straczynski y con Brad Pitt en el papel principal. Papel principal que no sé muy bien cómo piensan justificar, puesto que el libro carece de un protagonista constante aparte del entrevistador, y no puede decirse que éste tenga la «presencia en pantalla» que seguramente deseen imponer los representantes del cotizado actor a la productora. Por otra parte, también están de enhorabuena quienes deseen disfrutar de esta colección de historias tan dramáticas como apocalípticas y sobrecogedoras, además de bien escritas, pero sigan prefiriendo leer la novela antes que ver la película: su traducción al español ya está terminada y debería llegar a nuestras librerías este mismo año, cortesía de la editorial cordobesa Almuzara.

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