Magic For Beginners, de Kelly Link

Magic For Beginners

Magic For Beginners

Es raro a estas alturas de la vida encontrarse con autores que lo enamoren a uno a primera lectura, pero Kelly Link logró hace algún tiempo tal proeza. Se trataba de un relato titulado “Louise’s Ghost”, recogido en una de las recopilaciones anuales de Ellen Datlow y Terri Windling y que lograba dar un nuevo sentido a la historia de fantasmas contemporánea mediante un adorablemente excéntrico sentido del humor, una iconografía surreal y una consciencia melancólica y sensual de los sinsabores de la existencia humana. Treinta páginas bastaron para que me apuntara el nombre en la memoria, y desde entonces la reputación de Kelly Link no ha dejado de crecer en el ámbito anglosajón, mientras que su carácter inclasificable la ha convertido en una de esas firmas que se mantienen por debajo del radar de los editores españoles. Demasiado caprichosa e imaginativa para los lectores de literatura general, demasiado de arte y ensayo para los lectores de género.

Es difícil describir los cuentos que componen el segundo libro de Link, Magic for Beginners. Su retrato minimalista de las pequeñas angustias de las clases medias suburbanas podría recordar a Raymond Carver, pero a la vez su surrealismo «pop» de constante trasfondo ominoso tiene mucho de David Lynch, pero sólo si David Lynch cultivase un humor sutil y lacónico como el de Neil Gaiman en un día inspirado. Algunas piezas replantean en clave irónica o perversa los clásicos cuentos de hadas, otros se adentran en una visión insólita de la cotidianeidad que desemboca en finales enigmáticos que provocan al lector para que saque sus propias conclusiones.

Pero no creamos que Kelly Link es un ladrillo vanguardista: su estilo depurado consigue una legibilidad pasmosa, sus voces narrativas se meten al lector en el bolsillo en muy pocas frases, de tal manera que sabe hacer aceptar, a quien quiere entrar en el juego, los saltos de lógica más delirantes. Sólo Kelly Link, a fuerza de encanto extravagante, puede dar una apariencia de normalidad a historias en las que los zombis son clientes habituales de un Seven-Eleven, los vivos se casan y tienen hijos con fantasmas, o una abuelita guarda un pueblo entero dentro de su bolso.

Pero al contrario de lo que sucede en mucha fantasía, Link no se queda en el concepto brillante, sino que explora a partir de allí, sin perder de vista a sus personajes y la manera en que el elemento imaginativo es relevante en sus vidas. A veces lo fantástico es un fascinante telón de fondo, como en “Some Zombie Contingency Plans”, cuyo frustrado protagonista vive obsesionado con qué hacer en caso de que los muertos vivientes lleguen de improviso, o como en el relato que da título al libro, una fantasía metaficticia en la que la poesía frágil de los amores adolescentes discurre en paralelo con una serie de televisión imaginaria cuyas descripciones fugaces constituyen una de las creaciones más subyugantes que un servidor haya encontrado en la fantasía, y tanto más cuanto que nunca llegamos a saber lo suficiente de ella para hacernos una idea cabal.

Otras veces Link mete la directa y nos brinda piezas laberínticas como la clausura del libro, “Lull”, cuya crónica del fracaso de un matrimonio, a través de subtramas imbricadas unas dentro de otras, incluye invocaciones al demonio, líneas de sexo telefónico que ofrecen relatos insinuantes contados al revés, máquinas del tiempo, alienígenas, copias múltiples de una misma persona y mil y un detalles caleidoscópicos que configuran todo un fascinante desafío para el lector, que podrá releer estas páginas una y otra vez y sacará algo diferente en cada recorrido.

Pero estoy perdiendo un poco el tiempo, porque ninguna descripción puede hacer verdadera justicia a estos relatos, que ponen patas arriba muchos de los tópicos de la fantasía –como en “Stone Animals”, la más peculiar historia de casas encantadas que me haya sido dado leer– y a la vez resultan del todo creíbles y entrañables en un plano puramente humano. Quizá sea necesario entrar en el juego que propone la autora –algo imposible para muchos que siguen viendo el surrealismo como un desagradable moho adherido a la cultura del siglo XX–, pero la recompensa es considerable. Estamos ante el típico libro que, habiéndolo acabado de leer, me inspira ganas de volverlo a empezar desde el principio, pues siento que no he sacado de él todo lo que tiene, que deseo volver a asistir boquiabierto al sentido de la maravilla que me inspira su inconcebible despliegue imaginativo. Pura magia ante la cual uno se siente un mero principiante.

Nota: Esta reseña fue publicada originalmente en Visiones fugitivas

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