Camino sin retorno, de Andrzej Sapkowski

Camino sin retorno

Camino sin retorno

Cuando un autor desconocido tiene un éxito tan abrumador como inesperado, resulta lógico que su editor intente perpetuarlo todo lo posible. Es esta razón, y no otra, la que explica el por qué de que tantos y tantos libros mediocres de escritores de fama han inundado históricamente el mercado español. Por centrarnos en el mundo del fantástico, se podrían mencionar nombres como Philip Jose Farmer, Frank Herbert, Arthur C. Clarke o Isaac Asimov, por hacer una lista corta. Por eso, aunque admirador confeso de su obra, reconozco que me acerqué con cierto resquemor a Camino sin retorno, una antología que recoge la narrativa corta del gran Adrzej Sapkowski. Tampoco me tranquilicé en exceso al hojear el volumen y ver que muchos de los cuentos tenían unas características, como decirlo, curiosas. En efecto, de las nueve historias aquí presentes, al menos dos podrían calificarse de pequeñas excentricidades o bromas literarias, ocurrentes pero poco más.

“Algo termina, algo comienza” es la narración de la boda de dos conocidos miembros del fandom polaco –conocidos en aquel país, claro– en clave fantástica. La consiguiente fiesta se inspira, según el propio Sapkowski, en las francachelas alcohólicas que parecen inherentes a las convenciones fantásticas en Polonia. De hecho, la historia fue originalmente  publicada en un fanzine de Gdansk. El relato es ocurrente y divertido –Sapkowski posee un excelente toque humorístico– pero poco más. Parte de los chistes sólo deben de estar a la altura de los expertos en el fandom polaco que, me temo, no deben de abundar en nuestro país, aunque no es menos cierto que se puede disfrutar de la historia sin mayores complicaciones. Lo que es más discutible es que esta narración esté ambientada en el universo de Geralt de Rivia y que los fandomitas polacos se hayan transmutado en los protagonistas de la saga que acuden a la boda de Geralt y Yennefer. Todo esto dio lugar a una peculiar confusión en Polonia donde mucha gente creyó que el relato era realmente el final de la saga, cosa que, a falta de leer el último tomo y por lo que Sapkowski dice en la introducción, parece que poco tiene que ver con la realidad. Esperemos que en España no ocurra algo parecido, a pesar de que el editor parece jugar a la confusión al utilizar un entrecomillado del relato como texto promocional de la contraportada. Un párrafo con un tono épico más que evidente y que es el único de estas características en las 24 páginas del cuento.

Más peculiar aún es el caso de “Battle dust”, otra broma publicada también en el fanzine de Gdansk a raíz de la Nordcom polaca. En este caso, la ocurrencia consistió en escribir el fragmento de una space opera como si ésta fuese a aparecer completa algún día. Sapkowski explica en la introducción que no tiene pensado publicar ninguna novela de este género y que la confusión, una vez más, fue total. Parece que todavía, de vez en cuando, alguien le pregunta por esa space opera que está escribiendo… En el fondo es una pena que no lo haga: a pesar de sus características y su brevedad, “Battle dust” es un buen ejercicio de estilo y un cuento vibrante, lleno de ritmo e imaginación. Puede que este subgénero no sea de su gusto –extraño viniendo de un escritor de fantasía heroica– pero no es menos cierto que las virtudes de Sapkowski como autor se ajustan perfectamente a este tipo de narrativa. Aunque en la introducción habla de que el cuento está hecho a la manera de “Doc” Smith y Jack Williamson, no puedo estar más en desacuerdo; si hay algún homenaje en estas páginas está dedicado más bien a Iain Banks que a los dinosaurios de la época pulp.

“Spanienkreuz” es otro relato con un origen peculiar. Se publicó inicialmente en el álbum conmemorativo que editó la Semana Negra de Gijón en 2006 con motivo del aniversario del bombardeo de Guernica. Es el texto más breve del libro –poco más de tres páginas– y posee el honor de haber aparecido antes en España que en Polonia. Con todo, es una historia meramente correcta, interesante en su denuncia del nazismo pero discreta, sin olvidar que el leve toque fantástico que la envuelve es totalmente innecesario.

Otras dos historias son también discutibles. “Camino sin retorno” es un relato ambientada en el universo de Geralt de Rivia y que para algunos miembros del fandom polaco narraría la historia de cómo los padres de Geralt se conocieron. Sapkowski ni quita ni pone rey en el debate, y únicamente añade que la historia salió de los recortes que le sobraban mientras escribía las novelas de Geralt. Quizá, en este caso, el autor –bastante autocomplaciente en el resto de las introducciones, con un aire que recuerda al Isaac Asimov más desatado– es excesivamente crítico con su obra –que, según él, encajaría con dificultad en la saga de Geralt, opinión con la que no coincide su traductor, José María Faraldo–. En cualquier caso,  “Camino sin retorno” posee todas las características que convirtieron en un éxito los relatos de El último deseo y La espada del destino: realismo sucio, renovación temática de la fantasía heroica, sentido del humor, excelente manejo del ritmo, rigor imaginativo, muy buena construcción de personajes y excelente utilización del habla dialectal. Si alguien echa de menos la frescura que supuso la lectura de los cuentos iniciales de Geralt de Rivia puede acudir a “Camino sin retorno” sin temor a ser defraudado.

Andrzej Sapkowski

Andrzej Sapkowski

“Tandaradeil!” es, sin duda alguna, un caso único. Un cuento que es un plagio de otro de Tanith Lee – “You are my sunshine” –, cosa que es reconocida con regocijo y sin complejos por su autor, ahí es nada. Sin haber leído el relato de Lee puedo asegurar que esta historia de fantasía oscura ambientada en nuestra época es la más floja del libro. Se hace larga, pesada y reiterativa y no deja de tratar un tema trillado –si alguien recuerda Carrie de Stephen King ya sabe de que estoy hablando–. Los puntos que han hecho de Sapkowski un bestseller aquí aparecen en forma de parodia. No hay sentido del humor si no una pedante trascendencia, desaparecen los usos dialectales y la construcción del personaje central cae de lleno en la ñoñería.

Quedan pues cuatro relatos, dos de los cuales ya son conocidos por el público español. De hecho, uno de ellos, “Los músicos”, ganó el premio Ignotus al mejor cuento extranjero, tras su publicación en la revista Gigamesh. Estamos ante una atrayente historia de terror contemporáneo, deliberadamente confusa pero inteligentemente escrita. Un cuento digno y de interés pero que quizá ganó el Ignotus gracias a la fama cosechada por las aventuras de Geralt de Rivia.

“La tarde dorada” fue publicada de forma independiente en una edición ilustrada por la propia Bibliópolis. El cuento es otra fantasía oscura inteligente y original, esta vez ambientada en el universo de Alicia en el país de las maravillas. Pero donde Carroll jugó con el humor surrealista, el polaco ha preferido centrarse en lo cruel e imaginativo. Otro de los grandes aciertos del libro y una de esas historias que perduran en la memoria plena de imágenes sorprendentes.

Quedan, por tanto, sólo dos cuentos totalmente originales y sin añadidos problemáticos. Uno es “En el cráter de la bomba”, una historia de ciencia ficción memorable y, en mi modesta opinión, la mejor del libro. Puede que Sapkowski se haya hecho un nombre en el campo de la fantasía heroica pero, con este cuento, deja perfectamente claro que sabe bastante de ciencia ficción. Con su habitual y corrosivo humor –más ácido que de costumbre–, Sapkowski crea una historia de futuro cercano, con un aire distópico y satírico, una temática responsable de algunos de los mayores logros de la ciencia ficción. En este caso, los dardos del polaco se dirigen contra el nacionalismo y la demagogia y oportunismo donde se engendra y que, a su vez, crea. Las ridículas disputas entre polacos, lituanos y ucranianos podrían ser risibles si no fuera por la absurda, y muy bien narrada, guerra que provocan. Para un lector españolo, acostumbrado a nuestros propios y ridículos nacionalismos catalán, vasco y gallego aliñados por la nostalgia españolista que provocan, “En el cráter de la bomba” no deja de tener un significado profundo y, en el fondo, amargo. Un esperpento a la polaca que no es más que una imagen distorsionada que el espejo devuelve sobre nuestro propio país.

Por último tenemos “Lo que sucedió en Mischief Creek”, una historia ambientada en  la América del Norte de la caza de brujas de Salem en el siglo XVII. Sorprende la magnífica ambientación creada por Sapkowski, digna de un escritor estadounidense que estuviese hablando de sus propias raíces. Como siempre, lo más atrayente es la creación de personajes, el punto fuerte de este autor, y la imaginación desbordada del polaco. Como en otras muchas historias de Sapkowski, “Lo que sucedió en Mischief Creek” envuelve un conflicto ético que debe solucionarse. Un conflicto basado en el enfrentamiento entre una forma totalitaria de entender al vida y otra mucho más abierta y progresista. El hecho de que ambos bandos utilicen recursos más que discutibles desde el punto de vista moral a la hora de vencer en la confrontación, no deja de ser otra elección ética, al mostrarnos como la violencia puede ser tan destructiva tanto para el vencedor como para el vencido. Aunque algo lento y previsible, “Lo que sucedió en Mischief Creek” no deja de ser una gran historia.

Nueve cuentos, entre los que hay bromas fandomitas, plagios, recortes de la mesa del taller del escritor y otras cosas por el estilo. Aparentemente, el recelo con el que me acerqué al libro podrí estar justificado. Es una forma de verlo. Cierto, hay historias discutibles y con poca enjundia –“Algo termina, algo comienza”, “Battle dust”, “Spanienkreuz o “Tandaradeil!” –, pero otras que, por sí mismas, justifican con creces la compra del libro – “En el cráter de la bomba”, “Los músicos”, “La tarde dorada” “Lo que sucedió en Mischief Creek” o “Camino sin retorno” –.

Puede que haya un toque de oportunismo en la edición de este libro, a la espera de la ansiada aparición de La dama del lago, pero gracias a ese oportunismo el lector puede disfrutar de un buen puñado de relatos fantásticos, variados –ciencia ficción, terror, fantasía heroica– y llenos de magia. En estos tiempos donde el género corto vive una irremediable decadencia, no es fácil encontrar un puñado de cuentos de tal calidad a pesar de los bajones ya mencionados. Cuentos bien traducidos –una vez más José María Faraldo cumple con soltura– y bien editados. Y eso, viendo los tiempos que corren, no deja de tener su mérito.

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