Después de varios años sin verse, cinco treintañeros amigos de la infancia se reencuentran en la estación de tren su pueblo la noche del 22 de diciembre, cuando, según la leyenda, pasa por allí un convoy fantasma: el “tren de las almas” que da título al libro. Este es el punto de partida de la última obra de Mado Martínez (ed. Algaida): una novela ligera de terror sobrenatural con abundancia de diálogos, fácil de leer y bien escrita, pero algunos de cuyos aspectos clave no me resultan del todo convincentes.
El tren de las almas se desarrolla en dos escenarios distintos. Por un lado, el tren fantasma, al que los protagonistas —Bárbara, Jackson, Juan, Tony y Marian— se suben al comienzo de la novela. Por otro, su pueblo, Espuelas, en distintos momentos a lo largo del tiempo. Martínez va desgranando el pasado de los cinco pasajeros del tren a través de flashbacks que se alternan con capítulos en los que nos muestra la reacción de los habitantes del municipio ante la misteriosa desaparición del grupo, centrándose fundamentalmente en dos de ellos: Elvira, tía de Juan, y Roberto Aranda, un policía municipal que decide abrir una investigación para tratar de determinar qué fue lo que le sucedió a Marian (su compañera en el cuerpo) y sus amigos.