Me llaman la atención estos fenómenos de material temáticamente de cf pero que pasan bastante inadvertidos a los aficionados al género, incluyéndome a mí mismo. Dos ejemplos que vienen fácilmente a la cabeza son La piel fría, de Albert Sánchez Piñol, que posiblemente sea el libro español de cf más vendido de la historia pero muchas veces no se menciona en nuestro contexto, o la serie de novelas de Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, sobre cuya calidad y relevancia ya me he explayado de manera suficiente en varias ocasiones.
Llego en esta ocasión un poco por casualidad a esta franquicia de la factoría de terror Blumhouse, surgida como una película de terror cortita con aspiraciones modestas en 2013. Desde entonces ya lleva otros cuatro largometrajes y una serie que fue cancelada por Prime Video después de dos temporadas. Los elementos distópicos han ido cobrando un protagonismo creciente hasta casi adueñarse del relato, y construyendo una estructura extrañamente coherente, si tenemos en cuenta que no parece en absoluto que esa fuera la intención original. Una distopía de pasado mañana, en la que los mapas de los Estados Unidos fracturados por el amor a las armas y la violencia extrema coinciden de manera nada sutil con los que vemos en los resultados electorales.
Permitidme un repaso de lo narrado hasta ahora y una recapitulación de cómo un producto de serie B ha terminado por ser un relato influyente, discutible y oportunista, pero con algunos aciertos notables.
La Purga (2013). Peligro en la casa
La idea central supongo que es conocida: un grupo de extremistas, llamado los Nuevos Padres Fundadores, se ha hecho con el gobierno estadounidense y ha impuesto un periodo de doce horas al año (conocido como la Purga) en el que cualquier delito es posible sin merecer sanción. El disparate se justifica como una oportunidad para que la gente suelte sus malas vibras pegando algún tiro, saqueando algo o lo que sea, aunque pronto sabremos que es algo que más que a los psicólogos beneficia a la Asociación del Rifle y a las empresas de seguridad privada. Si bien por ahora esto no se nos muestra más que como telón de fondo apenas mencionado: la película en realidad es el relato de cómo el hogar de una familia acomodada es asaltado por sus vecinos de barrio pijo con la intención de hacerles picadillo.
Un detalle interesante es que parte de los asaltantes está impulsado por la envidia, ya que el padre (Ethan Hawke, conocido en mi casa como Fofito por motivos que no creo necesario explicar) ha hecho un dinero considerable vendiendo sistemas de seguridad a los demás habitantes del lugar y con ello ha convertido su casa en un ostentoso palacete, de tamaño suficiente para que haya persecuciones a oscuras, gente que se separa y no se encuentra, y el resto de la operativa habitual de este tipo de productos. En España estas películas no podrían tener el mismo desarrollo en pisos de tres habitaciones.
No estoy seguro si, de forma deliberada, el director de la película y luego ideólogo de la serie en su conjunto, James DeMonaco, señor que como ya iré haciendo notar no es que sea un requetegenio pero tiene detalles de ser bastante listo para sus cosas, utiliza como protagonista al personaje por antonomasia de la distopía: un integrado (en este caso, no como participante de las Purgas, pero sí como feliz aprovechategui del invento) al que la inmersión total en el nuevo régimen, que originalmente respeta, termina por llevarle por caminos de desdicha cuando, vaya por Dios, resulta que en estos gobiernos totalitarios solo te va bien mientras estás del lado correcto. Más allá de esa curiosidad, la película en sí no tiene gran cosa destacable, salvo el hecho de que no es tan truculenta como podría haber llegado a ser en otras manos. Es decir, en este primer relato al menos, DeMonaco se conforma con lo difícil de creer del novum y no añade sadismo extremo: lo preocupante es que hay gente por la calle pegando tiros a otros. Nadie se recrea en la suerte ideando asesinatos improbables, quizá porque mientras estás preparando algún plan demasiado raro de supervillano puede venir otro con una pistola y pum, final.
Esta primera entrega incide un poco toscamente (la verdad, tiene manierismos de telefilme) en el temor que nos producen a las personas normales los muchirricos caprichosos, pero ya asoma la patita como un relato rojeras bona fide, algo que se irá acentuando en las siguientes películas. Me refiero a izquierdista de verdad, no como engañifas criptoliberales como La casa de papel, con su palabrería de mierda para encubrir el robo al común de los ciudadanos por parte de unos particulares (tal que actuaría un gobierno autonómico de patriotas de hojalata). En los títulos de crédito, por ejemplo, se nos destaca que la Bolsa ha subido tras la jornada de asesinatos con impunidad, impulsada por los sectores beneficiados.
La Purga: Anarquía (2014). Peligro en la ciudad
Dado que la primera película multiplicó por treinta en taquilla la inversión realizada, y que la historia tenía hilos de los que tirar, no tardó en llegar la segunda, ya con un presupuesto algo más curiosillo. Si La Purga era un remedo del cine de terror convencional de gente en una casa y monstruos acechando, esta segunda entrega reproduce el esquema clásico de las películas de zombis: tras presentarnos a personajes variados, todos confluyen en un grupo improvisado de supervivientes mientras el resto de las personas que se encuentran en su camino no quieren en este caso comérselos, pero sí darles matarile just because.
Al margen de eso, y los aciertos de casting al poner al frente de los supervivientes que deambulan a Frank Grillo (creo que en su primer papel protagonista) o convertir en líder de la oposición a la Purga al mítico Michael K. Williams (FUCKING OMAR!), la película destaca porque se echa al monte en el plano ideológico de forma absolutamente impropia de una producción comercial estadounidense. Aquí ya se dice sin tapujos: los que están impulsando la Purga son ricos que quieren ahorrarse impuestos quitándose de enmedio a la gente que no da más que gastos en sanidad, viviendas públicas y cosas de esas. De hecho, lo narrado en la primera película pasa a ser retratado como algo excepcional: la mayor parte de las víctimas son sin techo o gente que vive en lugares que no pueden defender adecuadamente, Los ricos, por su parte, organizan divertidos aquelarres para desahogarse, incluso pagando a víctimas que acuden mansamente a su casa para sacrificarse a cambio de darles un porvenir a sus familias. Esta parte, obviamente maniquea e hiperbólica, queda por suerte en segundo plano en comparación con otro hecho que resulta muy llamativo desde mi punto de vista: cómo las pequeñas ofensas cotidianas se convierten en casus belli para salir luego la noche del equinoccio de primavera a abrirle la cabeza al vecino. Ya queda aquí consolidada la idea de convertir toda la sociedad estadounidense en un gigantesco Puerto Hurraco a tiempo parcial que, pese a su improbabilidad, va ganando un extraño aire de verosimilitud.
La Purga: Día de elecciones (2016). Peligro en el país
La acción se traslada veinte años en el futuro, sin que se explique cómo sigue quedando gente por la calle para que le den garrotillo después de tanta escabechina, o cómo es que Frank Grillo está el hombre exactamente igual tras tantos años de baqueteo. El hecho es que una parte sustancial de la población está hasta el gorro de las periódicas matanzas y hay una candidata a la presidencia que hace bandera de la eliminación de la Purga. La reacción de los Nuevos Padres Fundadores está muy en línea con lo que es el comportamiento tradicional de los fanáticos: si no te gusta el café, pues toma dos tazas. Las dos únicas limitaciones de las Purgas, no atacar a las fuerzas del orden y usar nada más que armamento digamos del que se puede comprar en cualquier Wall-Mart (hasta AK-47 como mucho, o sea, de bajarse peña por decenas, pero no por cientos), quedan suspendidas para que la libertad campe todavía más a sus anchas durante esas horas felices. Además, ya se admite que entren al país para la ocasión turistas aprovechando que allí están abiertas las discotecas y son buenas las tapas… Perdón, quiero decir, entran locos asesinos que quieren matar aprovechando la impunidad que otorga la Purga también para estos visitantes, que sin duda dejan sus buenas divisas, porque ya se sabe que el psicópata es muy de hacer gasto en general: que si ferretería, que si disfraces raros, que si Chianti…
La película se ve en parte lastrada porque, a estas alturas, está claro que DeMonaco o quien fuera responsable se vio en la necesidad de redoblar apuesta digamos en la parte más comercial del relato, y ya tenemos bastantes más muertes bizarras, gente vestida para la ocasión en lo que se llega a calificar como «el Halloween de los adultos» etc. Por otro lado, también el aspecto político da un salto al convertir a la candidata antipurga y el intento de los Nuevos Padres Fundadores de eliminarla en el eje de la narración. Ya no quedan dudas de que quienes quieren poder matar cada año a gente al tuntún como parte de su condición de habitantes de Land of the Free son los mismos que están en contra del aborto y de la sanidad pública (y hoy las vacunas), incluyendo el uso de una imaginería cristiana extrema que no acaba de encajar pero termina de cerrar el círculo. El final es esperanzador, por primera vez en la serie, pero se deja un cabo suelto: el rechazo a la Purga no es unánime.
La primera Purga (2018). Así empezó todo
La conclusión relativamente cerrada de la entrega anterior obliga a que, para seguir tirando de la teta comercial sin repetirse más de lo que ya se empezaba a repetir el tema, haya que volver atrás, hasta el primer día en el que se probó la Purga. Al ser el día de arranque, no se puede poner mucha rareza, así que el argumento se explaya en otros dos apartados: el de la pura acción y, nuevamente, el ideológico.
Lo Nuevos Padres Fundadores ponen en marcha un experimento en Staten Island, zona neoyorquina de mayoría afroamericana. Marisa Tomei es la psicóloga que intenta dar un respaldo científico a la tremebundez de los políticos de turno, pero pronto queda claro que el experimento tiene un lastre: el hombre no es intrínsecamente lobo para el hombre (una visión rousseauniana que es el verdadero sello de alguien con creencias progresistas, como las defienden mal que bien estas películas), y salvo un psicópata manifiesto, la peña se toma el invento más bien a pitorreo. Así que el gobierno envía a profesionales a darle vidilla al asunto, porque como todos sabemos, si eres un político de la alt-right y la realidad no se ajusta a tus parámetros ideológicos, siempre es preferible manipularla que admitir que estás equivocado.
Los camellos del barrio devienen en improbables héroes en defensa de sus conciudadanos contra los malvados mercenarios europeos de turno, que serán muy cachas y vestirán como nazis pero en el ghetto hay gente más eficaz a pequeña escala, lo sabemos desde The Warriors. En general, es una película bastante más tópica y aburridilla que las dos previas.
La Purga infinita (2021). Así termina todo
O no, porque hay rumores de una sexta parte en producción, en parte porque esta ha funcionado bien de nuevo en taquilla. En realidad, de manera inevitable, el siguiente paso a lo relatado debería tener como resultado algo más parecido a Mad Max (aunque con Grillo, que se ha anunciado que vuelve, en vez de Gibson) que a las anteriores de esta serie, porque ya no hay vuelta atrás: simplemente, los amantes de la libertad se han dado cuenta de que no tienen por qué ser libres solo doce horas al año, sino que la libertad es una cosa que puede ejercerse en todo momento, enseñar la pipa para no usarla es de parguelas, y a ver por qué no voy a poder dar salida a ese arsenal que enseño en las felicitaciones de Navidad cuando me parezca oportuno.
Puede verse, sin duda, bajo la lectura de ser la primera película de ciencia ficción postpandémica, tocando muchos palos absolutamente relevantes a día de hoy, aunque fuera rodada antes de los confinamientos. Los políticos chiflados, los Nuevos Padres Fundadores, recuperan el poder pero pierden el control de su propio monstruo de una forma que inevitablemente recuerda a la situación actual del Partido Republicano: una vez se le ha dicho a un sector de la población que sus libertades individuales se anteponen al bien común en una ocasión altamente celebrada, ¿por qué limitarla en el tiempo, si es algo tan chachipiruli?
La acción se desarrolla en Texas, no lejos de la frontera que ya está limitada con un muro bien hermosote. El factor racial tiene de nuevo una importancia decisiva, aunque el tratamiento no deja de ser algo rudimentario (bueno, como casi todo en estas películas, que releyéndome parece que estoy hablando de algo muy trascendente y la verdad es que no). No hago ningún spoiler al decir que, de manera inevitable, veremos el momento en el que los gringos no agresivos —que han dejado pasar hasta este momento todas estas cosillas porque, total, primero fueron a por los pobres, luego por los negros y los hispanos, quién podía llegar a pensar que en algún momento fueran a por nosotros— buscan huir al otro lado del muro para escapar de la ordalía.
La Purga infinita a mí me dejó un cuerpo raruno, con su falta de respuestas tras señalar con el dedo ya sin ninguna duda en dirección a lugares feotes, que sabemos que están ahí y para los que no tenemos una respuesta social clara. Lamentablemente, tampoco parece que la serie en su conjunto pueda ofrecerla, porque nunca va más allá de detallitos para decirnos muy sutilmente que esto de que la gente se líe a tiros no está tan lejos del entrar sin vacuna ni mascarilla en un supermercado o negar asistencia sanitaria a un pobre. Cuando en el estreno de esta última película en un cine de California un fulano se cargó a tiros a otros dos espectadores, la productora no hizo ningún comentario ni aprovechó para invitar a algún tipo de reflexión.
De hecho, la posible sexta parte parece que volverá atrás, entre la segunda y la tercera, para narrar otra historia del personaje de Frank Grillo en un contexto puramente convencional purgueril. La serie de televisión, que no he comentado, se desarrollaba también en ese periodo. Sólo he visto un par de episodios, y no sé si seguiré porque me ha parecido más o menos predecible, más incluso que estas películas que ya lo son tanto en tantos sentidos: como ocurre casi siempre con las franquicias, los productos «colaterales» deben moverse sin sorpresas en los parámetros establecidos y dejar cualquier posible innovación al tronco principal, en este caso las películas.
Quizá, simplemente, las implicaciones políticas de La Purga como serie no son sino la confirmación de que el sistema es capaz también de vendernos su propia denuncia, y hacernos creer que eso puede servir para algo (una reflexión que se ha aplicado de forma justa a un producto superior como No mires arriba). No dejaría de resultar coherente para una serie de películas que, al fin y al cabo, navega por ese cuestionable territorio que denuncia la violencia por medio de su exhibición gratificadora e impúdica. Pero no puedo evitar sentirme sorprendido porque la distopía sea ya un producto de consumo masivo, no ya denunciando totalitarismos improbables, sino pasos adelante no tan alejados de nuestro mundo real. Sin que esa denuncia tenga ningún otro efecto más que, tal vez, el placebo de que estamos haciendo algo por el solo hecho de ser conscientes de la situación.
“que la gente se líe a tiros no está tan lejos del entrar sin vacuna ni mascarilla en un supermercado” no es pasarse varios pueblos??
Puede ser. Pero existe una coincidencia que a mi juicio no es casual en los mapas de la incidencia del COVID en USA, del uso extensivo de armas y de partidarios de las purgas en las propias películas. El denominador común todo ello es el abuso del concepto “libertad” para justificar conductas en las que se antepone el capricho individual sobre el bien social.
Bueno, si sólo te refieres a EEUU podría ser. Pero yo creo que no suele correlacionar el miedo a morir con la ideología. No me parece incongruente que alguien se vacune y luego vaya por ahí con armas. Yo no creo que los españoles que no se han vacunado porque no han querido estén deseando que aquí den permisos para tirotear. Yo no me he vacunado porque no he querido y te aseguro que no quiero un arma y mucho menos matar a alguien. Pienso que si todos hablamos de forma sensata la convivencia va a ser mejor. Te crees que es constructivo decir que soy un asesino porque voy a un bar a pasar el rato? A lo mejor merezco algún descalificativo pero el de potencial asesino seguro que no.
Podemos hablar de forma tranquila, pero no llegaremos a ningún acuerdo. Para ti, un problema de salud pública global es algo ante lo que prevalece tu decisión individual. En mi opinión, a la que tengo el mismo derecho que tú a la tuya, esa es una actitud irresponsable. El alcance de tu irresponsabilidad no creo que sea posible estimarlo, nadie puede tener la certeza de a cuántas personas ha podido afectar tu decisión o la de otras personas en concreto. Según tú, posiblemente a ninguna. Yo no tengo tantos conocimientos y no lo puedo estimar. Al no tener una formación específica, me guío por lo que dice gente que ha dedicado su vida a ello.