Dentro de ese ideario en construcción que, al final, es toda colección de libros, el terror contemporáneo me parece el flanco mejor cubierto por La biblioteca de Carfax. Shaila Correa y María Pérez de San Román, sus editoras, están dando cabida a una serie de autores y obras esenciales para entender la actualidad de un género muy maltratado en España. Con cada novedad acrecientan la polifonía de un repertorio tan variado como la propia literatura de terror en sí e invita a ser leído independientemente del conocimiento de su autor o la novedad detrás de su propuesta.
El Pescador fue junto a Cero el plato fuerte entre los títulos presentados en 2018, con una preparación diametralmente opuesta a la de Kathe Koja. Si en Cero el conflicto central emanaba de las turbulencias de la creación artística contemporánea (la década de los 90 del siglo pasado), John Langan se acercaba a la base tradicional de lo extraño, en su frontera con el horror cósmico, e incorporaba un paisaje mental más cotidiano al tradicional desfile de criaturas y sensaciones abracadabrantes: la melancolía por la muerte de un ser querido. Básicamente, todo El Pescador da vueltas al desamparo de una serie de hombres que, por diversas causas, han perdido a sus mujeres. Tal es el caso del narrador, Abe, viudo después de que su esposa padeciera un cáncer que la debilitara hasta su muerte. Tras la inevitable zozobra, alcanza un consuelo en las rutinas asociadas a la pesca. Ese bote salvavidas le lleva a los ríos más recónditos del estado de Nueva York en unas largas jornadas a las que, después de unos años, se ha unido Dan; un compañero de trabajo cuya mujer e hijos fallecieron en un accidente de coche. Sin embargo, mientras Abe se ha “beneficiado” de haberse despedido de su mujer, el duelo de Dan tiene un cariz mucho más depresivo.
En las primeras 75 páginas Langan caracteriza a Abe, Dan y su relación a través del testimonio del primero. Aunque el horror se anticipa con ocasionales fogonazos de lo que está por venir, afronta una descripción costumbrista de sus tristezas y de esa afición compartida. Este inicio requiere una cierta paciencia hasta que llega la nueva temporada de trucha, Dan se erige en líder del dúo y le propone a Abe visitar el arroyo del holandés; un curso que apenas aparece en los mapas y promete una buena mañana de capturas. Mientras viajan hasta allí bajo un aguacero interminable paran a desayunar, momento en el cual el cocinero de la cafetería les cuenta una historia alrededor de ese arroyo en concreto. Este relato, “Der Fischer: Un cuento de terror”, queda empotrado en medio de la narración de Abe y supone el fragmento más largo de El Pescador. Doscientas páginas en las que Langan evoca las narraciones en primera persona del XIX, desde Moby Dick a las variaciones a lo Weird Tales reformuladas en la actualidad por escritores como Laird Barron. Aunque en principio se trataría de un relato oral, la transcripción dentro del testimonio de Abe imprime a esta novela dentro de la novela un vuelo deliberadamente añejo, con un vocabulario propio de los tiempos en los que ocurre: varias décadas entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Los puntos en común con las vicisitudes de Abe y Dan se hacen evidentes cuando vuelve a aparecer la muerte de la esposa y la obsesión por recuperar al ser querido, un sentimiento cuyo infortunio se sustancia mediante un ser preternatural. Su objetivo y las consecuencias para las personas a las que toca están relacionadas con ese propósito de revertir el orden natural en una secuencia magnífica donde se abre un portal a otro mundo y se penetra en una pesadilla. Este trabajo de Langan sobre el escenario y la atmósfera se refina a través de cómo los personajes ponen de manifiesto toda una serie de cuestiones. Además de la demencia que lleva a la propia perdición, se recrea en el poder de la palabra para enajenar o empujar el poder de la imaginación, o el abismo de descubrir deseos abyectos en nuestro interior. Temas particularmente relevantes en la puritana sociedad de la época, y en la actual.
Una vez cerrada esta sección, el lector dispone de la mayor parte de claves para prever cómo afectará el encuentro con lo extraño a Abe y Dan, con una nueva entrada en esa dimensión oscura contada desde el diálogo entre ambos personajes: aceptar la muerte de un ser querido y la locura Acabiana de quien se niega a ello. El peso de la tentación que amenaza con quebrar a Abe y la nueva visión del horror insondable ayudan a sobrellevar la repetición del viaje. Aunque debo confesar que este último fragmento de apenas 100 páginas no me ha funcionado tan bien como “Der Fischer: Un cuento de terror”. La traducción de Alberto Chessa ha mantenido las texturas de los dos relatos en primera persona, en un trabajo acorde al original de Langan. Una buena historia sobre la frustración que produce la muerte de un ser querido, el ansia por subvertir el orden natural, el poder de las palabras y el shock de enfrentarnos a nuestros anhelos más oscuros.
El Pescador, de John Langan. La Biblioteca de Carfax (2018)
The Fisherman (2016)
Traducción de Alberto Chessa
360 pp. Rústica. 22,50 €
Ficha en la Tercera Fundación
Muchas gracias, Ignacio, por esta lectura tan juiciosa como llena de intuición. Es un placer leer una reseña tan bien argumentada. Y, por supuesto, gracias asimismo por la alusión directa a la labor del traductor, que tantas veces se soslaya. Un saludo cómplice,
Alberto Chessa, traductor de El Pescador.