Fracasando por placer (XXVI): Películas pendientes del siglo XXI (2)

The Ugly Swans

Continúo con mi repaso a las películas de ciencia ficción del siglo XXI, pero solamente las que no he visto, para poder llegar a un artículo final que haga balance de estas décadas. Siguiendo el espíritu de estos artículos, es pues un referido de mis caprichos, que con suerte servirá para orientar alguien. Es posible que haya una entrega más, porque veo que aún me faltan películas de cierto renombre o mínimo culto, pero creo que no pasaré de ahí y luego llegará el turno del balance.

The Ugly SwamsLos cisnes feos, Konstantin Lopushansky, 2006 (cauces irregulares).

Lopushansky, el Tarkovski menor, nos ofrece aquí un Stalker menor, cosa que se va percibiendo a lo largo del metraje y se confirma con la escena final, un largo plano secuencia que recuerda directamente al de su antecesora. Está basada en otra novela de los hermanos Strugatski con problemas con la censura, menos conocida, en la que existe una zona de acceso restringido, aunque con características distintas: en ella habitan unos extraños seres, no se sabe si extraterrestres o mutantes, que además han atraído a un grupo de niños que muestran capacidades superlativas. El gobierno quiere exterminarlos, pero no acabo de entender dónde estaba la crítica al totalitarismo (al menos, por lo reproducido en esta película; no he leído el libro) que llevó a la publicación en samizdat y etcétera. El film llama la atención sobre todo por su fotografía prácticamente monocroma: dentro de la zona restringida, todo es en blanco, negro y rojo, y llueve sin parar; fuera es azul o sepia. El recurso es algo forzado, pero Lopushansky le saca partido expresivo. El regusto que deja la película es un poco hueco; ni es divertida, por supuesto (¿alguien podía esperarlo?), ni me deja un mensaje claro o escenas especialmente memorables desde un punto de vista visual, pese a su eficacia.

 

Absolutamente todoAbsolutamente todo, Terry Jones, 2015 (Filmin)

En general, las películas de humor de cf me rechinan porque, en realidad, son en su mayoría parodias de la cf. No es este el caso; y no es que el resultado sea desternillante, pero está a la altura de la calidad de sus ingredientes. La última película dirigida por el Python Terry Jones se apoya en un elenco de primera (las voces de Robin Williams y los restantes compañeros de fatigas de años atrás, un Simon Pegg muy cómodo) y un guión en el que se alterna la sal gruesa con algún golpe razonablemente inesperado. Sin ser ninguna maravilla, es auténtica cf humorística, con ecos de Sheckley, Wells o Nelson Bond. Pegg es un anodino profesor de instituto que recibe de unos extraterrestres poderes absolutos, como prueba para decidir si la humanidad merece ser salvada o no. Sus meteduras de pata son relativamente predecibles, y al final el personaje más gracioso es un militar estadounidense prepotente muy, muy desquiciado.

 

MelanieMelanie. The Girl with All the Gifts, Colm McCarthy, 2016 (Amazon Prime).

Los ingleses están obviamente obsesionados con el fin del mundo. Buena parte de su mejor tradición futurista es catastrófica. Esto ha terminado por impregnar a la propia sociedad, que parece buscar que las profecías de Ballard, Wyndham o Aldiss se cumplan, y así lo manifiestan votando por el Brexit, eligiendo a Boris Johnson como primer ministro o desarrollando una cocina autóctona insípida que les prepara para una situación de escasez y desastre. Uno diría que la mitad de la población de Exeter, una vez arranque la barbarie, se terminará de tomar el té, desmembrará a sus hijos para poder cocer su carne en un plato tan falto de interés como un rostbeaf corriente, y empezará a violar terneros.

Dentro de los desastres favoritos de los ingleses, hay tres que se repiten con cierta frecuencia: nos comen las plantas (ah, esa obsesión frustrada con la jardinería), nos comen los niños (supongo que en defensa propia, a sabiendas de que si no se los comerán a ellos) o nos comen los zombis (como a todo el mundo). El escritor Mike Carey firmó el formidable triple combo (zombis infectados por plantas, en este caso setas, que ya sé que no son plantas pero las convalido, de los que surge una nueva especie de niños salvajes mutados en el vientre materno) en una novela que adaptó al cine él mismo, dando lugar a un espectáculo segundón pero ameno. Pese a la presencia siempre grata de Gemma Arterton, la solidez de Glenn Close y una dirección correcta, la película no aporta ni una sola novedad que no tengamos más que vista y queda reservada para muy cafeteros.

 

Midnight SpecialMidnight Special, Jeff Nichols, 2016 (Filmin)

A veces simplemente algo no te interesa. No puedo acabar de razonar del todo bien por qué esta película me aburrió casi todo el tiempo; quizá lo del niño elegido ya me carga, tal vez el ritmo moroso del director, que funcionaba en Take Shelter (una peli muy seca pero que recomiendo, aunque comparte con esta un regusto mistiquillo incómodo), pero aquí no es lo adecuado. Ni el excelente reparto, encabezado por un Michael Shannon que ya es uno de los rostros icónicos del cine actual y con gente que me despierta tanta simpatía como Bill Camp o el fallecido Sam Shepard, consigue dotar de alicientes este adocenado despliegue de tópicos archiconocidos: niño con poderes, gobierno que le persigue, secta que le adora, una cita con lo desconocido en un punto concreto como clímax… Que haya no pocos admiradores de esta peliculilla muestra que hay un número significativo de personas que, por algún motivo que desconozco, no fueron al cine ni una sola vez entre 1975 y este estreno. Seguro que luego entraron a ver El Infinito y la ponen también en listas de lo mejor de nunca jamás.

 

PróximaPróxima, Alice Winocour, 2019 (Filmin).

Una astronauta francesa, asignada a la primera misión a Marte en representación de la ESA, tendrá que dejar atrás a su hija. Sencillo, pero una vez más, todo depende de cómo se cuente. Un argumento casi calcado en la serie de Netflix Away en ese caso da lugar a una narración corriente que se canceló tras una primera temporada entretenida, sin más. Aquí, sin embargo, tenemos la magia de algo que funciona con pequeños detalles: la hija es un encanto y realmente uno comprende la dificultad de la situación, Eva Green lo borda, y la ambientación es de una verosimilitud absorbente. Rodada en instalaciones verdaderas de la ESA, hablada en cuatro idiomas (francés, alemán, inglés y ruso), el contraste con cualquier producto convencional estadounidense es sobre todo chocante cuando los astronautas llegan a las instalaciones rusas de la Ciudad de las Estrellas para prepararse, y es una especie de hotel de Benidorm de los años sesenta funcional y completamente creíble. Una película nada efectista pero muy recomendable.

 

The Mandela EffectThe Mandela Effect, David Guy Levy, 2019 (cauces irregulares).

Hombre, al fin este cribado me premió con una sorpresa totalmente inesperada. Esta película no sólo pasó inadvertida, sino que la wikipedia dice que los pocos críticos que la vieron la pusieron a caer de un burro. No sé por qué le di una oportunidad, pero a mí, en cambio, no puede caerme más simpática: por ejemplo, la idea de partida es que los fallos en recuerdos que comparten diversas personas (tipo que Mandela había muerto en la cárcel, lo que da título a ese fenómeno, que la gallina se llamaba Turuleta y no Turuleca, o que Ricky Martin estaba metido en un armario, lo que diferentes personas recuerdan en diferentes contextos), son muestras de que vivimos en una simulación que se va corrigiendo, aunque de manera no del todo precisa. También me gusta el origen intimista de toda la gran estructura montada, en la que, en resumen, el mono George el Curioso del canal Clan pone en marcha el proceso que termina con el final del universo que conocemos (y la peli va muy en serio). Ese es el tipo de ideas que como aficionado a la cf me da vidilla, pero que pone nerviosa a la gente que ahora cree que es una flipada cualquier idea que Robert Silverberg desestimó hacia 1954 por mamarrachuna y sobada.

Dicho esto, a The Mandela Effect se le pueden achacar unos cuantos detalles tontorrones tipo meter toda la matrix en un pendrive de cuatro gigas (y es que SE VE que es de cuatro gigas), pero a mí me deja el regusto de peliculita al mismo nivel de las mucho más celebradas de Shane Carruth, pero hecha con cinco duros en vez de cuatro, y desde luego muy por encima de las sobrevaloradísimas de Justin Benson y Aaron Morehead, que por algún motivo me ofenden de manera singular. Digamos que, en su temática, debería incluirse en la altura de Nivel 13 y Dark City, por mencionar dos peliculillas menores pero de muy buen recuerdo, y espero que el tiempo la coloque en ese peldaño situado por debajo de Matrix u Origen.

 

Colour Out Of SpaceColour Out of Space, Richard Stanley, 2019 (Filmin).

Al afrontar esta película, se observan dos nombres implicados de los que imprimen mucho carácter a cualquier proyecto: H. P. Lovecraft, obviamente, y Nicolas Cage. A la pregunta de cuál de los dos pesa más para el tono general, tenemos una respuesta hacia el minuto 20, cuando Cage se pone a ordeñar unas alpacas. Previamente, nos ha informado de que las alpacas son el animal del futuro, “porque ya lo dijeron los mayas” (?).

Así pues, esta es una irremediable “película de Nicolas Cage”, un subgénero de culto cuyas características (interpretaciones deficientes del astro, sensación de carnaval desaforado, chistecitos metarreferenciales de los de guiño, guiño) resultan completamente ajenas a mi paladar. No quiero decir que yo esté libre de pecado: mi seguimiento exhaustivo de la carrera de Jason Statham me imposibilita para criticar ciertos vicios ajenos. Simplemente, no puedo compartirlos.

La historia original de Lovecraft, que siempre se ha visto como imposible de filmar, es más excusa que argumento, aunque le agradezco que represente el color exactamente como yo me lo había imaginado (una especie de intenso lila fosforito). Richard Stanley, que llevaba sin dirigir un largometraje desde la hecatombe de La isla del doctor Moreau veinticinco años atrás, filma por añadidura con la originalidad y precisión de un profesional alemán, pero de los de las tardes en Antena 3. La película ha gustado porque, ya sabemos, más vale caer en gracia que ser gracioso, que es la definición exacta del actual fenómeno Cage.

 

Alita Ángel de combateAlita: Ángel de combate, Robert Rodríguez, 2019, (Movistar)

Creo que ya se va notando en estos listados que estoy sobre todo centrándome en ver películas prospectivas, o de ciencia ficción, y no tanto en lo que los americanos han dado en llamar sci-fi. No tengo nada en contra de los blockbusters, al revés, los he visto casi todos porque donde vivo llegan con más facilidad que lo último del cine coreano. Raramente se consigue el milagro de que sean, a la vez, películas que se pueden tomar en serio. Pero esos milagros existen, y por alguna razón pensé que Alita tal vez fuera uno de ellos, pero no es así. Está en la misma categoría que, para mí, me ha dado los mejores ratos en los últimos años con Valerian y Guardianes de la galaxia. Quizá en un escalón inmediatamente inferior, aunque con la incuestionable ventaja de la presencia de Jennifer Connelly haciendo de científica. También es mejor sin duda que Ghost in the Shell, que se me hizo aburrida.

Inevitablemente, el argumento es alambicado a la par que insensato, orientado por completo al objetivo de lucir las peleas y efectos especiales de turno con justificaciones de lo más peregrinas e insostenibles. Está trufado de esas cosas de ahora de no inquietar a los americanos, como la de retratar un sitio que se supone que es el submundo pero parece un lugar tan azaroso como la calle Huertas de Madrid un viernes a las nueve de la noche, después de una huelga de basureros de, digamos, seis horas.

James Cameron, te has tirado años para esto: temo lo que venga con Avatar. No conozco el manga original, tampoco sé si se podía exprimir mucho más. Pero al margen de eso, el espectáculo es de primera. Solo que la trama queda colgada y no está claro que se vaya a continuar, puesto que los 400 millones de dólares que recaudó no fueron, al parecer, dinero suficiente para rentabilizarla. El que a última hora se nos muestre que el villano será Edward Norton no es tampoco buen presagio, porque por muy buen actor que sea, cada vez que se implica en algo comercial las cosas no marchan bien.

 

BacurauBacurau, Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles, 2019 (Filmin)

Pongamos que una parte de los habitantes del pueblo de Amanece que no es poco emigraran a Brasil tras la película y dieran a parar en un villorrio del oeste del estado de Pernambuco, este Bacurau. La primera mitad de esta película, premiada en Cannes, parece talmente un remake actualizado: hay una borracha faltona que luego descubrimos que es la doctora del pueblo, hay hombres formando en fila ante la casa de la puta, el alcalde Tony Junior descarga un volquete de libros en la puerta del colegio, un dj con una pantalla gigante en un remolque a ratos relata por los altavoces lo que pasa, hay un jefe de banda con peinado mullet que iba para escritor, hay un tipo llamado Pacote que dice que le llamen Acasio pero luego cambia de idea y pide que le vuelven a llamar Pacote, y así sucesivamente. Prácticamente, sólo falta un carabineiro interpretado por José Sazatorninho. Luego, de repente, resulta que hay unos americanos ricos que quieren hacer una caza del hombre y cepillarse a todo el pueblo, y la segunda mitad de la película un poco va de ese choque de culturas un tanto brusco entre el Macondo quinqui y los visitantes racistas, sádicos y bastante idiotas.

Como me ocurre con frecuencia con otras propuestas muy extremas, me parece que Bacurau no llega lo suficientemente lejos en ningún momento como para dejarme huella. Ni es lo bastante gore, ni lo suficientemente graciosa, ni está especialmente bien rodada, ni su mensaje tiene mucha más sustancia más allá de lo obvio. Dura mucho y hay tantos personajes que todos parecen retratados con brocha gorda. Sólo detecté en todo el metraje tres detalles por los que se puede deducir que ocurre en el futuro, y no tienen incidencia de ningún tipo en la trama: los malosos llevan unos móviles como los de The Expanse, usan un dron muy sofisticado, y hay un momento en que se ve la televisión con un titular que menciona que a las 14:00 comenzará el espectáculo de ejecuciones. En fin, la gente tiene muchas ganas de fliparse, y en cuanto aparece algo un poco distinto siempre hay un porcentaje que se entrega sin reservas.

(Anécdota: me llaman muchísimo la atención la cantidad de logos de empresas que participan en la producción en las películas españolas y europeas, pero esta bate cualquier récord: desfilan inversores durante dos minutos y medio enteros. Reproduzco: Vitrine Filmes, SBS, CinemaScópio, Símio, Arte, Globo Filmes, Tele Cine Productions, Canal Brasil, Agencia Nacional do Cinema, Banco Regional de Desenvolvimento do Extremo Sul, Fundo Setorial du Audiovisual, Fundo Pernambucano de Incentivo a Cultura, Fundaçao do Patrimonio Historico e Artistico de Pernambuco, Secretaria de Cultura de Pernambuco, Governo do Estado de Pernambuco, Programa Petrobras Cultural, L’Aide Aux Cinemas du Monde, Centre National du Cinema et de L’Image Animé, Institut Français. Mucha gente para una peli hecha en un pueblo con paisanos como extras y dos efectos especiales; imagino que cada uno de esos organismos habrá puesto unos diez euros o así).

 

El hombre invisibleEl hombre invisible, Leigh Whannell, 2020, (Movistar)

Lo mejor que puedo decir de una película de suspense es que tenga que parar la reproducción en un momento dado porque la tensión está consiguiendo ponerme realmente nervioso, y entonces vea que queda ¡más de la mitad! Y que, además, ¡el ritmo no baja en esa mitad! En resumen: muy fan desde ya.

Y especialmente porque sabía que se trataba de que el señor invisible venía para acosar a Elizabeth Moss. Pero, aún así, el desarrollo consiguió sorprenderme. La explotación de las posibilidades de la invisibilidad es exhaustiva, ingeniosa, y consigue generar auténtica aprensión por la forma en que evoluciona todo en torno a Moss que, por otra parte, se consolida como la siguiente en la estirpe Swanson-Hepburn-Streep (Sorry, Natalie y Jennifer, fuisteis buenas candidatas, pero os superaron). Su trabajo, aparte de una (incluso parodiable) capacidad ilimitada para transmitir sufrimiento, es de una riqueza de matices notable: evita la clásica interpretación de persona cuerda a la que los demás toman por loca, para caminar en el filo de percibirse como una auténtica loca, al punto de que me temí por momentos Ese Girito.

Como parábola acerca del maltrato, la película funciona como un reloj también, aunque parte de un supuesto que no sería posible en España: que alguien malvado se haga científico y se enriquezca. Aquí asumimos que cualquier malvado con ansias de riqueza pondría un bar de copas con sueldos de miseria, o se metería a director general en el gobierno Díaz Ayuso.

En resumen: película top del género en lo que va de siglo, casi sin dudar.

 

ArchiveArchive, Gavin Rothery, 2020 (Filmin)

Ay, la sobremesa de los sábados. Los problemas están aún a dos noches de distancia. En mi caso, aguarda por lo general una tarde plácida de lectura salpimentada con algún partido de baloncesto, un rato de monerías con mis perros y una escabechina en quién sabe qué planeta del Borderlands 3, para acostarme tan tarde como quiera porque no tengo que madrugar el domingo. El sábado, tras el almuerzo, acostumbramos en casa a ver una película. Tenemos una chaise-longue muy cómoda. Y las preocupaciones parecen tan distantes mientras los últimos rayos invernales de sol, suaves, entran por las ventanas… Se encuentra una posición adecuada al fin entre la superpoblación de cojines organizados por la contraria, y poco a poco se adueña del cuerpo una dulzura, un dejarse ir, al que es difícil dar una respuesta. En ninguna noche disfruto de un paso a la inconsciencia tan grato, tan relajado, cuasinirvánico.

Intentar detener el deslizamiento por esa pendiente con una imitación regulera de las pelis de Alex “El Bluff” Garland no es, seguramente, el método más adecuado. Pese a las hornaditas sobre mi hombro que salpicaron la contemplación de Archive, creo que no me perdí ninguno de su serie de tópicos sobre inteligencia artificial, científico espabilao que él solo en dos días hace lo que el MIT entero en dos décadas, corporaciones malvadas etc.

Eso sí, esta es de esas películas que se salva por EL GIRITO. No es que no lo tengamos visto, pero como es mucho más inteligente que el resto del metraje, consiguió sorprenderme, no pensé que fueran capaces de mejorar un poco la cosa.. Con todo, una más de esas películas que ahora impactan mucho a la modernería y a mí me dejan como si viera llover. Miento: ver llover me gusta bastante más, tiene muchos más matices dentro de lo repetitivo.

 

The Vast of NightThe Vast of Night, Andrew Patterson, 2020 (Amazon Prime).

La película de cf sorpresa del año pasado realmente tiene muchos factores a su favor, pero en resumen no deja de ser ooootra peliculita. Porque lo que nos está contando, una visita extraterrestre de corte pulp, está más visto que el tebeo, y para mí eso no deja de ser un lastre muy serio. Eso sí, técnicamente, The Vast of Night es una exhibición, en particular si tenemos en cuenta que es una producción pagada de su bolsillo por un señor que no había dirigido ningún largometraje. Planos larguísimos y eficaces, algunos muy secos, apoyados en interpretaciones de primera por parte de un elenco de desconocidos, que dan vida a personajes algo estereotipados pero creíbles (apuesto a que la protagonista, Sierra McCormick, que este mismo año rodó otra película de relativo culto, VFW, va a hacer carrera). Recorridos de cámara muy extraños por un pueblo de los años cincuenta reconstruido con verosimilitud. Una sensación global de intriga y desasosiego que no termina de verse rematada, pero se disfruta en el camino. En mi opinión sobre este filme pesa el hecho de que, posiblemente, de haber sido producido por un gran estudio habría pasado inadvertido, y parte de su hype se debe a haber surgido bastante por sorpresa. En todo caso, Patterson merece todo mi crédito para cuando ruede (algo que llegará seguro, aunque haya sorpresas como que no le haya llegado a Shane Carruthers) un filme en condiciones más convencionales.

 

Black BoxBlack Box, Emmanuel Osei-Kuffour, 2020 (Amazon Prime).

Una de las muestras de la generalización de la temática de cf puede ser este rellenaco, que a partir de una historia de transmisión de personalidades mediante la informática nos transporta al universo narrativo del telefilme de sobremesa. Caí en verla porque varias referencias destacaron su calidad entre el paquete de ocho películas que Amazon encargó a la productora de terror Blumhouse, estrenadas desde el comienzo de la pandemia. Y seguro que en esta lista hay películas peores, pero seguramente ninguna transmita tal sensación de irrelevancia y prescindibilidad. La cosa es que un cheñó sufre un accidente en el que pierde la memoria, su hija le cuida pero es que no hay manera de que espabile, hasta que su amigo de tomar six-packs al atardecer en la mecedora le pone en manos de una científica loca, que es la actriz que hacía de profesora de Fama. Parte de la supuesta originalidad es que son todos afroamericanos, pero a los efectos es como si fueran de Vladivostok o Murcia. También hay formas peores de echar un rato, como cazar, torear o ver una película de Justin Benson y Aaron Morehead. O Tenet.

 

tenettenet, Christopher Nolan, 2020 (Movistar).

Reproduzco, redactadas, algunas de las notas que tomé mientras la veía.

  • Qué manera de gastar dinero. Cuánto derroche.
  • Nolan ha reunido los dos géneros más abstrusos, espionaje y viajes en el tiempo, en una sola película. Un logro.
  • Y venga a tomar aviones pacá y pallá. De Tallinn a la costa amalfitana deben ser mínimo dos, si no tres, y esta gente no se ve que lleve un ebook ni nada para echar el rato. Me gusta especialmente cuando dos personajes hacen algo y no comentan el tema hasta el siguiente escenario a diez mil kilómetros de distancia. ¿Y por el camino hasta llegar allí qué hacen, hablan de fútbol?
  • ¿En serio alguien pensó que con una película progresivamente incomprensible se iba a salvar el cine, sólo porque molen las explosiones?
  • El protagonista es el típico elegido que no se entera de por dónde sopla el viento. Bueno, como estoy yo. ¿Por qué él es el elegido, porque demostró una perruna fidelidad suicida en las primeras escenas?
  • Ah, ya voy pillando algo. Los del futuro están cabreados porque les dejamos esto hecho un solar. Mira, pues no le quito la razón ahí.
  • La forma en que Elizabeth Debicki agarra la escoba demuestra que lo ha hecho menos veces que mi padre en casa. A todo esto, hace exactamente el mismo papel que en The Night Manager, que es la otra vez que he visto actuar a esta señora. “Esposa florero de veterano actor de carácter inglés que hace de traficante de armas abusador” no es un personaje que pueda presentársele muchas más veces, creo. Deberá cambiar de registro.
  • Ah, que la última hora y pico es de repetir. Bueno, no se gastaron tanto en hacerla entonces.
  • Ondiá, que casi se carga el universo por darse el gustazo de la venganza. Y la brasa que da con el hijo. El personaje no es más tonto porque no le cabe más tontería en el cuerpo, y eso que a esa mujer le podría caber mucha, porque debe medir cerca de 1,90 (si en vez de tanta milonga le hubiera calzado una hostia a tiempo a Kenneth Branagh, le habría girado el cuello como al pato Lucas). Además de todo lo demás, ¿estamos ante la película más machista del año?
  • Creo que es mejor que esté todo mal explicado. Porque un aura de misterio ficticio es preferible al dislate que debe haber en la cabeza de Nolan para justificar todo esto, sin mencionar la cantidad de agujeros imposibles de tapar.

Un comentario en «Fracasando por placer (XXVI): Películas pendientes del siglo XXI (2)»

  1. Vi una de las de Benson y Moorehead en el festival de Sitges, como a las 9 de la mañana, y los directores se presentaron a saludar, de empalmada, Solo por sus épicos esfuerzos para conservar la verticalidad, cómo no me van a gustar sus películas. (Que no pasan de peliculitas, eso está claro.)

    Todo lo que sea meterse con Garland y Nolan, mis dieses.

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