No, no estoy al día. En primer lugar, porque estar al día me costó, durante mucho tiempo, un terrible esfuerzo. Pero es que justo cuando terminó el periodo en el que tenía que estar al día, empezaron a acumularse obligaciones familiares y laborales más complejas. Y estar al día para mí había sido en el fondo un trabajo (he terminado con una opinión negativa sobre el hecho de trabajar en lo que te gusta), con lo que cuando tenía un rato, pese a que la cf siempre será uno de mis primeros amores, prefería ver o leer otra cosa. El hecho se ha reproducido en otros aspectos de mi vida: hubo un periodo, después de trabajar en periodismo deportivo, en el que dejé de disfrutar de ver deporte por gusto. No conseguía ser un espectador: mi mente buscaba todo el tiempo explicaciones a lo que veía, argumentos para relatarlo, sutilezas tácticas o técnicas que dieran razón de ser a la evolución del juego.
Por ello, y porque supongo que tengo el gusto algo anticuado, apenas leo ciencia ficción actual, salvo cuando parece obvio que puede haber serias posibilidades de que me guste (Chiang, Liu, Bacigalupi, Watts… ). Y también por ello dejé de ver muchas, muchas películas entre las supuestamente más destacadas del género en lo que va de siglo. Pero eso resulta bastante más fácil de remediar: es más barato y exige menos tiempo, además de que no tengo la impresión de haberme perdido tantas cosas importantes. El caso es que en la pandemia empecé a hacerme una lista de posibles títulos. Llevo ya un tercio, y aquí va un breve repaso. Nótese que el criterio para incluirlas aquí es, únicamente, que yo no las hubiera visto y que tengan cierto respaldo crítico.
En algún momento dentro de muchos meses, si termino esta tarea no del todo gratificante, quizá haga un listado de las mejores, incluyendo las que he visto hasta ahora. No sé si serán diez, veinte o treinta. Sólo puedo anticipar algunas de las que estarán con certeza: Olvídate de mí, Hijos de los hombres, A Scanner Darkly, Wall-E, Origen, Melancolía, Qué difícil es ser dios y La llegada. También algunas muy notorias que no estarán bajo ningún concepto: Distrito 9, Her y Ex Machina.
Aquí va una primera tanda de mis revisiones tardías.
The Wild Blue Yonder, Werner Herzog, 2005 (vista a través de cauces irregulares).
Herzog es el tipo de genio que a veces te fascina y otras te desquicia. Aquí, sin llegar a ese extremo, justo lo que parece a veces es que está haciendo una obra maestra y otras, un tostón inflado medio de encargo. La trama es narrada por Brad Douriff, en primera persona mirando a la cámara con unas ruinas industriales de fondo, explicando que es un extraterrestre escapado de la galaxia de Andrómeda que al rato de llegar aquí entró en la CIA. Nos cuenta los intentos de la humanidad por encontrar un nuevo hogar ante la posibilidad del agotamiento de la Tierra. La parte que no es de primeros planos es metraje de archivo, grabaciones de una exploración antártica o imágenes cedidas por la NASA de cuerpos estelares o de la vida de los astronautas en el transbordador espacial. Hay largas escenas en silencio con astronautas haciendo cosas aburridas de astronautas mientras suena un coro de Cerdeña cantando una especie de gregoriano raro, pero todo está grabado por otros astronautas con cámara de vídeo de la época y carece de épica ninguna. No puedo decir que esté mal. Pero Herzog ha demostrado varias veces que puede hacerlo mejor.
The Host, Bong-Joon Ho, 2006 (Rakuten)
La película más taquillera en la historia del cine coreano, el segundo gran éxito del último ganador del Oscar al mejor director tras Memories of a Murder, cuenta con un importante número de defensores. Yo no veo tanto cine oriental como quizá debiera, porque reconozco que hay cuestiones culturales, de construcción y narrativa, que me sacan una y otra vez de unas cuantas películas. De forma que había ido dejando este título, pese a mi favorable opinión de Snowpiercer. Pero es que aquí, por ejemplo, está esa extraña mezcla de registros tan característicamente oriental, en la que hay actores que gesticulan y hacen muecas como si estuvieran en una comedia italiana de la época del destape mientras se desarrolla una intensa trama con un monstruo mutante y la expansión de un virus mortal. En Parásitos, por ejemplo, me ocurre un poco lo mismo, tardo en entrar en la historia porque la familia de pícaros (que tiene en la de The Host un claro antecedente) hace que no termine de situarme en la verdadera naturaleza de la historia. Al margen de esto, reconozco la buena factura y el interés de la trama, sin olvidar sus simpáticas referencias continuas a lo gañanes que pueden ser los estadounidenses, pero no consigo colocar el resultado final más allá de un segundo peldaño de relevancia.
Gamer, Mark Neveldine y Bryan Taylor, 2009 (cauces irregulares).
Un fenómeno habitual en el cine contemporáneo: una película con demasiada acción para ser tomada en serio y conceptos demasiado complejos para que la compre el público general. En busca de la irrepetible fórmula de Blade Runner, que en realidad ni existe porque no se comió un colín en su estreno, a diferencia de Matrix después. En sus mejores momentos, Gamer parece dispuesta a cantar las verdades del barquero a nuestra sociedad, el control de las redes sociales (pocos años antes de su uso intensivo), la gamificación, los problemas de la masificación en las cárceles estadounidenses… Y luego todo se va desinflando para gratificar al espectador. Sin mencionar lo de que la denuncia de la banalización de la violencia siempre queda un poco hipócrita en una película ultraviolenta. Neveldine y Taylor mantienen en sus mejores momentos el ritmo, y en contados el ingenio hiperborde, de sus previas Crank, pero a la postre no son capaces de dar el paso adelante que les llevaría al lugar al que podrían terminar por dirigirse. Se puede ver, pero se lamenta que no se redondee algo que al principio da pequeños indicios de que, si en vez de ir algo a peor hubiera ido algo a mejor, podría haber llegado a jugar en la liga de Matrix u Origen.
Coherence, James Ward Byrkit, 2013 (Prime)
Peli indie de cf de manual, hecha con cuatro perras y resultados apañados. Creo que ha alcanzado más fama de la que merece por ese tipo de “condicionante sorpresa”, y por algunos aciertos puntuales que pueden impresionar al consumidor habitual de versión original subtitulada en cine con diez butacas, pero no son tan desconcertantes para el conocedor habitual de la cf. Los protagonistas son unos cuarentones que se creen progres porque votan al Partido Demócrata (esa clase de malotes con casa de tres baños a los que una vez en el instituto un repetidor les vendió un peta hecho con avecrem, pero ellos aún recuerdan el subidón). Todos blancos y de personalidades indistinguibles, por añadidura. El caso es que se juntan a cenar en la noche en que pasa un cometa. Eso abrirá la puerta a universos paralelos en los que hay otros tipos como ellos, pero lo que se dice idénticos por completo, salvo porque llevan unas linternillas de colores distintos. No acabo de ver mucho el problema de que se intercambien, porque ya de hecho hay dos de los personajes que los confundo porque son señores de físicos anodinos, solo que uno bebe mucho. Mal, mal, no está. Pero de sorpresa inesperada, poquito. Y el concepto de los señores que son iguales, pero iguales, y que sus universos se diferencian solo por el color de unas linternitas es antológicamente idiota.
Under the Skin, Jonathan Glazer, 2013 (Filmin)
Esta película suele aparecer en todas las listas de las mejores de los últimos tiempos en el género, pero la había ido posponiendo hasta ahora porque intenté en un par de ocasiones ponerme con la novela y me apeteció poquísimo. No sé cuán fiel será ella, pero Under the Skin es una película con sus propias y enormes carencias, que pueden resumirse en la absoluta falta de interés de lo que cuenta. Un rápido googleo me ofrece diversas interpretaciones de la endeble trama, que pueden resumirse en que Scarlett Johansson es una extraterrestre, y en una extraña y visualmente llamativa forma se merienda a señores a los que se camela, aunque indulta a los que tienen comportamientos más o menos caballerosos. También hay un tipo con moto que aparece a veces y tal vez sea algún tipo de tutor suyo, por decir algo, porque es un pegote de la trama. Una película en la que se entendiera este argumento, que suena a remake de Spérmula, no habría llamado la atención a nadie, porque es una completa chorrada, pero como es raruna (y está bien rodada e interpretada, no se puede negar), pues ha tenido su recorrido. Para mí, se incluye en ese ominoso territorio de las cosas que no sólo no me gustan, sino que no entiendo cómo pueden gustarle a nadie. Salvo por ver a la Johansson, que por cierto recuerdo que en el estreno hubo gente que dijo que si estaba rellenita o que no era para tanto. Vivimos en un mundo con tantos idiotas con altavoz que sería recomendable limitar la libertad de expresión en ciertos casos; por ejemplo, para que no se atrevan a juzgar a mujeres de verdad tristes pajilleros que sólo han visto desnudas a señoritas operadas, en vídeos de Xhamster.
The Congress, Ari Folman, 2013 (Filmin)
Peculiar experimento que adapta de forma bastante libre Congreso de futurología, de Stanislaw Lem, y que empieza de forma muy interesante con Robin Wright auto interpretándose como diva de capa caída a la que ofrecen vender su imagen para que sea utilizada como avatar en futuras películas. El posterior congreso en cuestión se desarrollará veinte años después en un mundo reproducido en una animación no del todo atractiva, pero que tiene una expresividad narrativa potente. La reflexión sobre el dominio de la tecnología sobre nuestras vidas, que es un curioso aggiornamiento de las tesis originales de Lem, funciona de manera precisa, y el reparto estelar (Paul Giammatti, Jon Hamm, Harvey Keitel, Danny Houston…), tanto en las partes de imagen real como en los doblajes de las animaciones, aporta de manera incuestionable. Una curiosidad realmente fuera de cualquier moda, que no llega a ser redonda por ciertos valles de interés y un final que no termina de sacar todo el partido posible. Resulta sorprendente que Folman, después de dos películas tan notables como esta y Vals con Bashir, no haya vuelto a rodar desde entonces.
World of Tomorrow, Don Hertzfeldt, 2015. (Vimeo)
Cortometraje finalista del Oscar en 2015, a cargo del que quizá es el más conocido de los creadores vanguardistas de animación en la actualidad. Un chute a la brava de sentido de la maravilla al que en 17 minutos le da para meter viajes en el tiempo, clonación, vida artificial y un montón de conceptos de cf lanzados a barullo y brillando en los dibujos toscos pero eficaces marca de la casa. Su inclusión entre las mejores películas de cf del siglo en más de una lista me parece un poco épater le burgeois, pero que vale la pena echarle un rato y dejarse llevar es algo que no puedo discutir. Tiene dos continuaciones, con las que supongo que armará un largometraje como hizo Hertzfeldt hace diez años con otra mini trilogía para conformar It’s Such a Beautiful Day.
Last and First Men, Jóhan Jóhansson, 2017 (Filmin).
Mediometraje compuesto exclusivamente por tomas en blanco y negro de monumentos brutalistas abandonados en la antigua Yugoslavia, sobre las cuales Tilda Swinton lee pasajes de la novela clásica de Olaf Stapledon desde un supuesto futuro remoto mientras suena una música raruna compuesta por el propio director. Ni más, ni menos. He de decir que tiene una notable cualidad hipnótica, causada en parte por la estupefacción porque alguien haya afrontado semejante reto y en parte por el magnetismo que consigue el extraño conjunto. Es lo que hay: si alguien pica, está avisado. Por cierto, para ver algo parecido, pero más corto y para mí todavía con mayor impacto, en Filmin también puede encontrarse La Jetée, la breve obra maestra de Chris Marker.
Anon, Andrew Nicol, 2018 (Prime).
La enésima película que mezcla tiroteos con reflexiones sobre la memoria, con la ventaja de que, al estar Andrew Nicol al mando, intenta dar un pasito más allá. En el futuro aquí presentado, todos podemos ir viendo intrarretinalmente información sobre la gente que nos cruzamos, recuperar recuerdos, conectarte a la red, lo que sea. Llama la atención un mundo futuro en el que no hay ningún aparato: todo está dentro del cerebro, las casas sólo tienen sillones, camas y mesas. El girito está en la denuncia de la intromisión y el control social que todo eso supone; siguiendo la tradición distópica, el protagonista es un defensor del sistema, un policía (Clive Owen), que se encontrará poco a poco con el reverso de esa situación que acepta. Entretenida, bien interpretada, con golpes de trama bien dosificados y algunos momentos muy interesantes, mi juicio conjunto se ve muy lastrado por el golpe final en el que descubrimos, por decirlo en resumen y sin reventar la trama, que el asesino es el mayordomo. Reivindicable.
Diamantino, Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt, 2018 (Filmin).
Una película de cf portuguesa protagonizada por un trasunto de Cristiano Ronaldo que ve perritos falderos gigantes en los momentos decisivos de los partidos y se vuelve hermafrodita cuando le clonan… Demasiado tentadora como para dejarla pasar. Sin embargo, y pese a haber incluso cosechado algún premio en Cannes, no es nada extraordinario. Una y otra vez da la sensación de ser una especie de Celebrities de Muchachada Nui que Yorgos Lanthimos hubiera estirado a largometraje. No le voy a quitar las ganas a quien quiera darse el gusto de la frikada, porque su acabado técnico es solvente y está interpretada de manera impecable. Pero no consigue llegar a ser lo suficientemente graciosa o emotiva como para sostener lo estrafalaria que es, quizá por su ansia por tocar demasiados temas (la identidad portuguesa, xenofobia, autoritarismo, estupidización de la masa, fluidez de géneros, brexit…).
High Life, Claire Denis, 2018 (Filmin)
Película de visionado complejo por su estructura fragmentaria, en la que la acción salta adelante y atrás sin una razón que personalmente sea capaz de comprender, salvo la de que si se narrara linealmente quizá sería más fácil ver las debilidades de un argumento tirando a lo inverosímil. Nos presenta el viaje a un agujero negro de un grupo de convictos para conseguir una fuente de energía, capitaneados por una científica chiflada. Si superamos que semejante planteamiento resulta francamente improbable, dado que uno tiende a pensar que para una misión tan importante se mandaría gente algo más preparada por muy suicida que fuera el deafío, la película es desasosegante, por momentos conmovedora, y no le faltan instantes de puro sentido de la maravilla, pero de los buenos. Robert Pattinson está verdaderamente sólido y Juliette Binoche… Tiene una escena de diez minutos largos en los que viene a ejecutar lo que púdicamente podríamos denominar como un autoservicio. Como fan desde hace décadas de la diva parisina, me resulta una escena de lo más inquietante, en todas las interpretaciones posibles de la palabra.
Aniara, Pella Kagerman y Hugo Lilja, 2019 (cauces irregulares).
Como es sabido, lo más cerca que la cf ha estado de un premio Nobel es con el galardón al poeta sueco Harry Martinson, cuya obra más conocida, Aniara, es un largo poema épico en el que intenta trasladar modos y sensaciones de las epopeyas nórdicas a un escenario espacial. Convertir en película ese libro, bastante complejo y más sensorial que narrativo (o, al menos, es mi conclusión tras leer la reciente traducción al castellano), es una tarea ambiciosa que los directores culminan, a mi parecer, de forma no exhaustiva pero sí satisfactoria. La Aniara es una nave de lujo, un gigantesco trasatlántico, que transporta supervivientes de la Tierra, al borde de la destrucción, a Marte. Sin embargo, se desvía de su trayectoria irremediablemente para sumergirse en el espacio profundo. La película se centra, más que el libro, en la progresiva decadencia de la sociedad de miles de personas confinadas, sin esperanza, enfrentadas a un cosmos de devastadora inmensidad. Sería casi imposible mantener a lo largo de todo el metraje la fascinación que Aniara ejerce en sus mejores momentos de desolación y grandeza, pero el balance conjunto es más que satisfactorio.
Possessor, 2020, Brandon Cronnenberg (sala de cine).
Si eres hijo de David Cronenberg, señor de culto donde los haya, ya tienes bastante ganado a la hora de que te financien una película rarita y que sea reseñada de manera cuidadosa, por si acaso eres un precursor como tu padre y tal, que mira lo mal que quedaron en su momento los que se equivocaron con él. Es la explicación que le doy al entusiasmo que ha despertado esta película que destaca por alternar momentos bastante áridos con otros sumamente truculentos, y que no ofrece por lo demás grandes novedades o sorpresas. Si su padre fue el gran patrono de La Nueva Carne, quizá Brandon apunte a La Nueva Mente: la base de la historia es la capacidad de introducir conciencias externas que se adueñen de otros cuerpos, en este caso para cometer asesinatos de forma imposible de atribuir a la empresa que los lleva a cabo. El drama personal de la asesina protagonista no termina de conseguir mi empatía, más que nada por el detalle de que es una asesina sin conciencia que no muestra mayores rasgos de personalidad, y hay un par de giritos finales que me sorprenden, pero por su irrelevancia y falta de justificación previa.
¡Desconectados!, 2020, Alex Huston-Fischer y Eleanor Wilson (Movistar)
Una pareja de moderniquis de Brooklyn, digamos post-hipsters, se van a una casa en el campo para pasar una semana sin internet ni cualquier tipo de aparato digital, para descansar y hablar sobre su futuro. Pero mientras están allí se produce una invasión extraterrestre, según descubren cuando son incapaces de seguir dos días sin encender el móvil, y empiezan a llegarles visitantes inesperados. Agradable pero irrelevante película, una especie de Cloverfield de Lavapiés hecho con cuatro perras; el tipo de historia con la que la gente se ríe más de lo que toca cuando la ves en un cine de versión original, para hacerse los enterados. Lo mejor son las interpretaciones de los dos protagonistas, en personajes a los que se retrata de forma precisa con detalles como el que compren combucha en una tienda de gasolinera, en medio de la nada. Lo peor, que en realidad no tiene mucha gracia.
Bloodshot, David S.F. Wilson, 2020 (Movistar).
Hacia el minuto treinta, pensé: ¿de dónde habré sacado la idea de que debía verme esta patochada? Le di de tiempo para levantarme del sillòn y poner otra cosa hasta que me terminara la bolsa de pipas en la que estaba agradablemente concentrado (anécdota verídica), y entonces llegó el girito. No es que de repente se convirtiera en una obra maestra, pero buena parte de mis pegas previas (por ejemplo, el villano con sandalias y calcetines que se pone para torturar “Psychokiller” de los Talking Heads, anécdota verídica) encontraron una explicación satisfactoria, aunque no voy a detallar las preguntas que surgieron a cambio. Digamos que cosas como la nanotecnología, la confusión de la realidad o los exoesqueletos, otrora patrimonio de los frikis elegidos que estábamos enteraos de lo que se cocía, ya son convencionalismos para dar chicha a una peli de tiros. El filme, incluyendo una imaginativa pelea sobre el techo de un ascensor exterior que cae desde más de cien pisos de altura (anécdota verídica), se queda en resultón, una versión actualizada de Soldado Universal, por la inevitable tendencia del cine palomitero a las soluciones porlacaristas (LOS HACKERS!!!) y el protagonismo de Vin Diesel, que en los veinte años transcurridos desde Pitch Black ha ido para atrás como los cangrejos y consigue que The Rock a su lado parezca Laurence Olivier. Dado que está basada en un cómic, se dice que habrá continuación pese a haber pinchado en taquilla por su estreno tres días antes del reventón de la pandemia. Supongo que es una de las diez mejores películas de cf del año, pero es que debió haber como once o doce en total.
Sputnik, Egor Abramenko, 2020 (sala de cine).
Las pelis rusas de cf son o muy culturetas, desde Tarkovski hasta Qué difícil es ser Dios pasando por cosas del reivindicable Konstantin Lopushanski , o muy populacheras, como los space operas risibles de los sesenta o recientes pseudoblockbusters en general cutres como Guardianes, Metro 2030 y las cosas de Fiodor Bondarchuk. Lo más interesante de Sputnik es, precisamente, no pertenecer a ninguna de las dos categorías, sino ser una peli comercial correcta, que podrían haber firmado Andrew Nicol o Vincenzo Natali, pongamos por caso. La historia está ya vista, el extraterrestre que se mete en el cuerpo de un astronauta y lo que ocurre a continuación no les sorprenderá, pero hay varias razones por las que sobresale de lo trillado: realización, interpretaciones y, sobre todo, una ambientación en los ochenta soviéticos absolutamente inmersiva, no exenta de algunas lecturas políticas menos zafio-patrioteras que las de otros filmes recientes del género de la misma procedencia, lo que le da un regusto distinto al resultado final.
“También algunas muy notorias que no estarán bajo ningún concepto: Distrito 9, Her y Ex Machina.”. Ahora me he quedado con la duda. ¿Poqué?
Parafraseando a Luis Ciges: porque son muy malas. O al menos así me lo parecen a mí… Distrito 9 por manida e hiperinflada por el hype. Her por ridícula, sin paliativos. Y Ex Machina por topicona vestida de supuestamente original, pretenciosa y aburrida.
Se agradece ese repaso (admito que no he visto ni la mitad. Apuntadas quedan).
Es muy antigua para la velocidad actual de la cotarrada, pero, ¿qué te pareció Soldado Universal: El día del juicio final? Es otra de esas de acción resultonas. Es como si Lynch hubiese hecho una de Van Damme. A mí me gustó bastante (aunque ya sabes que soy mucho de relumbrón y postureo y cosas guachis).
Y ya hablando por hablar de Garland, ¿alguien vio y le sacó algo (en claro) a DEVS? Porque de Aniquilación mejor no hablar.
Y a Brandon, ni tocarlo, ¡eh!
Y Under the Skin… se deja ver muy bien, aunque el final no me acabó de convencer. Aunque solo por la banda sonora ya merece la pena.
Lo del Jóhansson y la Swinton… ¡MAJESTUOSO!
La escena de la Binoche en High Life es uno de los mayores y más fabulosos WTF cinematográficos de los últimos tiempos. ¡Dale caña, Claire Denis!
¿Y qué pasó con Duncan Jones? Prometía mucho, pero su trayectoria va en picado con ese último truño de Netflix… 🙁
Será la edad, pero IMHO Netflix (y por extensión el resto de “plataformas”) me parece un generador de contenido completamente irrelevante y altamente insustancial.
¡VIVA EL CONTENIDO, AÚPA EL SINSENTIDO!
Me quedé en el tercer episodio de Devs. De verdad, me carga mucho
La de Duncan Jones de Netflix es de vergüenza ajena, pero ya la vi hace tiempo. Pero sacan tanto que algunas veces aciertan, incluso
Me apunto esa de Soldado Universal. Me caí de esa prestigiosa saga hace varios capítulos…