Un prólogo es un arma de doble filo. Bien enfocado, pone al lector en sintonía con la obra; mal planteado puede socavar el trabajo del escritor, sobre todo si expone con demasiado detalle ciertas claves. Así, el prólogo pasaría a ser más efectivo si se transformara en un epílogo, una tipología absolutamente diferente que acepta mucho mejor ese tipo de enfoque. En esa explosión de prólogos que vivimos en la publicación de fantasía, ciencia ficción y terror en España, donde raro es el libro que no cuenta ya con uno, empieza a ser bastante común encontrar textos de un nivel cuestionable o, cuanto menos, mal situados. Postfacios convertidos en presentaciones que demuelen parte de la gracia de una historia. Esto es lo que un poco me ha pasado con este relato largo ganador del Nebula y el Locus en 2018.
La única criatura enorme e inofensiva entreteje dos hechos: los últimos días de la elefanta Topsy, la primera víctima de la silla eléctrica en EE.UU., electrocutada en 1903 en Luna Park; y el drama de las chicas del radio, mujeres obligadas a trabajar con este elemento radiactivo durante las postrimerías de la Primera Guerra Mundial sin conocer las consecuencias para sus cuerpos. Brooke Bolander remodela estas historias de abusos que terminaron de manera horrible y las acopla para hacerlas coincidir en el tiempo. Así, convierte a varias mujeres en maestra de la elefanta y varias congéneres que, por su elevada resistencia a la radiación, se van a convertir en su reemplazo. Este salto de fe que apenas se trabaja y ha de tomarse tal y como viene, le permite a Bolander enfatizar una serie cuestiones aledañas, caso de los excesos en la experimentación con animales, una sororidad sin limitaciones y el cuestionamiento de los límites de la ética personal a la hora de extender una situación de abuso conocida.
Los relatos que ficcionalizan ambos acontecimientos se completan con otras dos, ya absolutamente dentro de la ciencia ficción: una historia con tintes míticos de una elefanta involucrada en una aventura hace miles de años, y otra donde una científica de un futuro cercano negocia con una población de elefantas para involucrarlas en un proyecto esencial para el futuro de nuestro planeta. Las dos se sostienen sobre el novum de que las elefantas son portadoras de la memoria de su especie, un don que les permite mantener en el recuerdo una serie de historias que, en nuestro caso, se pierden de una generación a la siguiente.
Bolander va intercalando cada pocos párrafos estos cuatro relatos en una narración fragmentada donde destaca todo lo referente a esa memoria colectiva. Se construye desde un discurso alejado de nuestra experiencia, con su propia manera de ver el mundo y unos valores comunitarios y de respeto. Esta parte se entremezcla con la participación de dos mujeres, una coetánea de Topsy, la chica del radio que comparte con ella su labor, y otra actual, que plantea las cuestiones referentes a la relación entre especies. El continuo salto de una situación a otra convierte la lectura en el equivalente literario de un montaje de Michael Bay, y dificulta entrar en una serie de vivencias terribles que hacen más mella por lo horrendo de las consecuencias cuando se cuentan que cuando se experimentan.
Este problemático vaivén llega precedido de algo ajeno a Bolander: el prólogo. En él, Ainhoa Goñi no deja el más mínimo resquicio de duda sobre los detalles históricos en el corazón de La única criatura enorme e inofensiva. Situaciones que, una vez expuestas con plenitud de detalles y algunas reiteraciones evitables, convierten parte de la narración posterior en irrelevante porque Bolander juega con el misterio de ser ella quien presente ante el lector los entresijos de los abusos padecidos, con unas modificaciones que, la verdad, tampoco son sustanciales. En cierta forma esto no se lleva mal mientras se mantienen en el juego dos secuencias: la de la elefanta de la edad de piedra y la de la respuesta que va a dar la comunidad de elefantas a la propuesta que se le hace. Sin embargo una vez esta llega, a mitad del relato, ambas desaparecen para dejar todo el peso sobre el resto de historias. Y salvo el sentimiento de judas de quien se involucra en tareas moralmente cuestionables, el resto abunda en algo ya sabido con demasiada brocha gorda.
De ahí que sea fácil entender mi opinión sobre La única criatura enorme e inofensiva. Un relato irregular torpedeado por una decisión editorial que no comparto. Una pena porque, por lo demás, cuenta con el notable trabajo al que nos tiene acostumbrados Crononauta, siempre que estés dispuesto a pagar 13 euros por un relato que ronda las 20000 palabras.
La única criatura enorme e inofensiva (Ed. Crononauta, 2020)
The Only Harmless Great Thing (2018)
Traducción de Carla Bataller Estruch
Rústica. 136 pp, 13€
Ficha en la web de la editorial
Alguna vez tuve una experiencia con un prólogo de este tipo y ya nunca los leo al principio. Para mí hace mucho que todo lo extra son epílogos y punto.