Disfruté bastante de Hombre / Que viene Valdez, las novelas de Elmore Leonard reunidas en un mismo volumen de la colección Frontera. Publicarlas juntas no era un vulgar capricho del editor, Alfredo Lara. En ambas se deja sentir el peso de los territorios de Arizona y Nuevo México durante el último cuarto del XIX, bajo la amenaza de las correrías de Cochise, Gerónimo y otros Apaches; un marco ideal para un argumento clásico (los bandoleros que quieren hacerse con el cofre de una diligencia; la codicia de un terrateniente), y un drama sustentado en las tensiones raciales o de clase en una población formada por diversos grupos nativos y colonos blancos, sostenido sobre sendos protagonistas genialmente trazados. No es casualidad que ambas dieran pie a dos películas que merece la pena recuperar. El tren de las 3:10 a Yuma y otros relatos del Oeste es el secuaz perfecto para los que gustamos de aquel libro. La práctica totalidad de sus 15 relatos comparten el mismo tiempo y lugar y cuentan historias complementarias, con un trabajo de personajes necesariamente más esquemático, argumentos menos elaborados, más apoyados sobre la intriga y la sorpresa, y una misma base común: ese polvorín incierto sembrado en la difusa frontera entre México y EE.UU, destinado a explotar bien por las pésimas gestiones de los apaches en las diferentes reservas y agencias, bien por la codicia individual o colectiva de paracaidistas en la zona.
Abre la colección “El rastro de los apaches” y, dado su peso en extensión y puntos comunes con el resto de la selección, debiera haber puesto el título al libro. Cuenta la persecución de una banda de chiricahuas capitaneada por un tal Pillo. Escapados de su confinamiento, les sigue la pista un grupo de exploradores montaña blanca capitaneados por un veterano de las guerras apaches y un bisoño teniente de la caballería. En este argumento que a ratos parece un borrador previo al rodaje de La venganza de Ulzana, sorprende el manejo de los pequeños resortes que dan intriga al relato. Las mínimas referencias a sucesos y personajes históricos, imprimen significado al argumento; las pequeñas tensiones y rivalidades en el grupo perseguidor inducen sensación de peligro; los asaltos de los chiricahuas sobre los colonos potencian este peligro; y el tramo final conduce a una situación aparentemente irresoluble para los protagonistas que se salva con un giro final, razonable. “El rastro de los apaches” pasa por ser el primer relato publicado de Leonard y durante gran parte de su extensión no lo parece.
Este argumento toma sus elementos de un corpus recurrente que, en los otros relatos (“Nunca ves a los apaches”, “Infierno en el Cañón del Diablo”, “Bajo la repisa del fraile”…), juega con diversas combinaciones de esta argamasa, enriquecida con un prejuicio a la hora de juzgar la época de su escritura. Muchas veces son una serie de forajidos anglosajones quienes se aprovechan de las acciones de pequeños grupos de apaches para cometer sus desmanes. Esto no solo pone el foco sobre el racismo y la codicia del hombre blanco. También alimenta es misterio que da un sabor adicional a cada historia y llevar a desenlaces imprevistos, nada gratuitos y en algún caso con retranca. Tal es el caso de “La mujer del coronel” o “El chico que sonreía”, que permiten presentar personajes atípicos en el western. No quería dejar de comentar “Botas de caballería”, un relato excepcional no en lo literario donde peca de rudimentario. Lejos de sostenerse sobre el temple, la experiencia o el triunfo del protagonista, cuenta la caída de un personaje patético involucrado en una batalla durante la cual obtuvo una medalla póstuma al valor.
Entre los cuentos llama poderosamente la atención “El tren de las 3:10 a Yuma”: apenas tiene nada que ver con el resto más allá de la presencia fantasmal del penal de Yuma al cual el alguacil Paul Scallen tiene que trasladar a Jim Kidd. Por las películas que lo han adaptado, me imaginaba algo más desarrollado. No obstante, apenas se sostiene sobre dos escenas: la habitación de hotel donde ambos esperan la llegada del tren y se pone de manifiesto el sentido del deber del primero; y el pasaje de acción hasta el momento de subir al ferrocarril. Se disfruta por sus buenos diálogos y cómo plasma esa honestidad que caracteriza a multitud de personajes de Leonard, perdedores con una brújula moral a prueba de golpes. Es el único relato alejado del contexto apache junto a “La gran cacería”, la revancha de un cazador de bisontes frente a unos ladrones.
Globalmente, El tren de las 3:10 a Yuma y otros relatos del Oeste resulta menos atractivo que Hombre / Que viene Valdez, pero es variado y cada relato depara cualidades que se complementan bastante bien. Para que se hagan una idea, tardaré en leer Los cautivos y otros relatos del Oeste, el tercer libro de Leonard en la colección. Pero también puedo decir que lo haré con toda seguridad.
El tren de las 3:10 a Yuma y otros relatos del Oeste (Valdemar, col. Frontera nº13, 2016)
Traducción: Juan Antonio Santos
Tapa dura. 368pp. 23 €
Ficha en la web de la editorial