Una monografía sobre Charles Band ya es, en sí misma, una declaración de principios. En las casi quinientas páginas de Empire. El cine de Charles Band, Volumen 1, John Tones no pone el acento en el cine de público masivo, ni se centra en el canon habitual de películas sobre el que se construye una imagen de prestigio. Al contrario: escribir, como ha hecho él, sobre Charles Band, es entender el cine, o la vocación como periodista cultural, de una manera diferente. Y una monografía de quinientas páginas que sólo es la primera parte de este exhaustivo y, en castellano, único trabajo sobre el productor y director, nos dice que a John Tones le interesa más enfocar la mirada en el perímetro ninguneado de la industria que en el centro. Que así, de esta manera, es como trata de definir “el misterio de por qué nos gustan las películas que nos gustan”. (Ya lo hizo desde las páginas virtuales de Espinof).
Es, este primer volumen, un libro sobre Band, claro, pero también es un sobresaliente ejemplo del mejor periodismo cultural: el que nos descubre, a la vez que analiza, un terreno poco conocido del panorama artístico. El neófito y el interesado encontrarán aquí sus diferentes curiosidades saciadas por igual, como también las verán aquellos que hayan disfrutado “genuinamente con películas que la ortodoxia cultural insiste en que no alcanzan unos mínimos de calidad”. Un libro sobre Band también es un libro sobre la serie B y sobre cómo leer la serie B, sobre sus mecanismos de producción y difusión, sobre cuál es el papel del productor en la hechura colectiva de una película. Y Empire es, también, una lección maestra sobre cómo usar el lenguaje crítico, el pensamiento crítico, para una cinematografía generalmente expulsada de las clásicas Historias del Cine.
En la introducción al volumen, Tones, divertido alias de Pedro Berruezo, describe el caldo de cultivo del que surgió, a finales de los setenta, la carrera de Band. Ahí tenemos una primera prueba del carácter hiperdetallista del ensayo, de cuánto contexto da para que entendamos la importancia y el significado de la serie B en relación al conjunto cinematográfico global. Lo que sigue son 64 reseñas que no son una recopilación de reseñas puntuales, ceñidas únicamente al título en cuestión como independientes células aisladas entre sí. Cada una coge la mano de la anterior y se la da a la siguiente. Así es como dan pie a hablar de la urdimbre secreta que subyace a la serie B y a que entendamos la personalidad de este cine desvergonzado, por qué es como es una película de bajo presupuesto, cuál es su importancia y su valor.
Empire es un libro sobre cómo el productor ahorma la película, y así queda clara la figura del productor invasivo y sin escrúpulos (actitud no privativa de la serie B). Tones nos está narrando cómo una idea, canalizada por el productor, coge forma hasta convertirse en película, y cómo en ese proceso intervienen el productor (y sus imposiciones no siempre en el terreno artístico), las prisas, el caos y la falta de medios como factores condicionantes de la creatividad y el talento. (Aunque también es verdad que la escasez de medios agudiza el ingenio).
Vemos, por ejemplo, cómo Band optó, quizá más por falta de medios que por convicción estética, por una animación tradicional stop motion y por el uso de marionetas –que dan más juego de lo que se cree si se usan bien–, que optó por, en definitiva, un tipo de efecto especial más físico y artesanal, en la línea de un Ray Harryhausen heredado por David Allen, que en la línea de lo inaugurado por la arrolladora La guerra de las galaxias de George Lucas. ¿Algunas películas destacables del canon bandiano? Trampa para turistas, Dolls, Re-Animator, Ciudad fantasma, Ghoulies, El amo del calabozo, Trancers.
Es fácil no saber qué méritos adjudicarle a un productor, y Tones, con sus pormenorizadas contextualizaciones, ayuda a entender esa faceta esquiva en el resultado global de una película. En palabras del autor: “esa no siempre bien entendida teoría de la autoría cinematográfica, mediante la que se adjudica el peso creativo de una película al director”. Tones, reseña a reseña, dibuja el papel del productor que desplaza al director o al guionista como mente pensante de la película. No sorprende ver que Band no estaba atento al detalle y a la torpeza final de algunos montajes. El porqué de todo esto queda claro en cada página.
Por otra parte, la debacle económica que supuso el fin de la Empire está mencionada pero no profusamente explicada o detallada, cosa que –no lo sé– quizá veamos en la introducción al próximo volumen sobre el cine de Charles Band. Es el único reparo que le puedo poner a esta pieza ejemplar de crítica de cine.
En la obra de John Tones, en su larguísimo prontuario de críticas de cine para Canino o Espinof, podemos ver, a veces, piruetas exculpatorias, largas derivas argumentales para ensalzar una película determinada, pero no aquí. Aquí vemos, expresado con una escritura fresca y saneada, el respeto por una parcela del cine tradicionalmente soslayada, y una mirada incisiva, atenta e inclusiva a un mundo oculto, con la que aprendemos a ver cine. Ese otro cine.
Empire. El cine de Charles Band (APVRT, col. La generación del videoclub, 2018)
Rústica. 500 pp. 22,95 €