En la HispaCon de Xatafi tuve el privilegio de moderar la mesa redonda “El ensayo de ciencia ficción”. Aquella mañana de sábado Iván Fernández Balbuena, Fernando Ángel Moreno y Cristóbal Pérez Castejón charlaron sobre cómo este género literario arroja luz sobre diferentes facetas de la literatura de ciencia ficción. Tal y como la recuerdo, el diálogo fue tan fluido que apenas tuve que intervenir media docena de veces para aclarar algún tema o mover la conversación hacia nuevos asuntos. Aparte de la introducción, mi única participación de más de veinte segundos fue hacia el final para hacer hincapié sobre la necesidad de dos proyectos editoriales por entonces de próxima aparición: la colección de libros de ensayo de Gigamesh y la “nueva” guía de lectura de Miquel Barceló. Fruto de una casualidad cósmica, ambas iniciativas no terminaron de materializarse hasta 2015. Doce años más tarde. En el mes de Abril Gigamesh abrió la colección Miscelánea con El jardín crepuscular, de John Clute, y en Septiembre apareció Ciencia ficción. “Nueva” guía de lectura. En este caso concreto, haciéndome pasar auténtica vergüenza recordando mis palabras al final de aquella mesa redonda.
Para enfocar este análisis, a la contra de la mayoría de reseñas que he encontrado, veo fundamental comparar la edición de 2015 con la de 1990. De ese ejercicio emana la percepción más nítida del gigantesco bluff autoral y editorial tras Ciencia ficción. “Nueva” guía de lectura. No sólo por uno de los motivos más comentados: gran parte del texto es el mismo sin modificaciones. Aunque la deficiente corrección del texto da lugar a momentos hilarantes como cuando se habla sobre Neuromante como “obra de lectura imprescindible para conocer una NUEVA presunta tendencia del género”, tres décadas más tarde de haber triunfado en las librerías, no es un tema que me preocupe. Los viajes en el tiempo, Fundación e Imperio o la percepción de Miquel Barceló sobre Philip K. Dick son tan estables como la trayectoria de la Tierra alrededor del sol. Mi mayor queja camina por otros derroteros menos evidentes. Los pequeños cambios introducidos desvirtúan el ensayo hasta el punto de convertirlo en un artefacto sectario que mutila la enorme diversidad de un género tan heterogéneo y heterodoxo. El resultado de aplicar una argumentación dominada por una desidia intelectual de dimensiones colosales, no corregida por la desidia de un ¿equipo? ¿editorial? que lejos de hacer honor a su nombre se ha limitado a dar el botón de imprimir.
Como no es cuestión de convertir este texto en una reseña río que saca a colación 30 pruebas de cargo a lo largo de 10000 palabras que nadie leerá, voy a centrarme en tres de ellas sabiendo que dejaré veinte más en el tintero.
Ya desde las primeras páginas el cambio de discurso sobre la ciencia ficción escrita en España es llamativo. En la introducción de la guía original, Barceló no pecaba de conservador y elogiaba desde el mismo inicio la calidad de autores como Elia Barceló o Rafael Marín. Además dedicó una de las partes del libro, la quinta, a un completo glosario con los escritores y obras más señaladas. Puede que la comparación con las secciones anteriores dominadas por el género escrito en el Reino Unido y Estados Unidos no fuera demasiado ajustada pero ponía sobre la mesa un equilibrado repaso a la ciencia ficción escrita en España en la segunda mitad del siglo XX. En el nuevo libro esta visión se ha eliminado por completo y, por ejemplo, Elia Barceló apenas aparece mencionada en un fragmento anecdótico para señalar la “deserción” hacia la literatura juvenil. Olvídense de Gabriel Bermúdez Castillo, Lágrimas de luz, Akasa Puspa, los relatos de César Mallorquí, nuevos autores como Eduardo Vaquerizo… No hay lugar ni para Nos queda la parábola. Sí aparecen mencionados libros en los que Barceló ha participado, bien como autor (El otoño de las estrellas, escrita a cuatro manos junto a Pedro Jorge Romero), bien como seleccionador (Cronopaisajes y los dos relatos españoles elegidos por él, uno de ellos, “El día que hicimos la transición”, de Ricard de la Casa y Pedro Jorge Romero, al menos dos veces, un privilegio que lo pone como narración clave de la historia de la ciencia ficción universal).
Este ejercicio de revisionismo se ve potenciado cuando la ciencia ficción en España sólo aparece glosada desde una perspectiva: la referida al fandom. El movimiento asociativo, diferentes fanzines de los 70 y los 80, las convenciones, las revistas… ocupan un lugar preeminente. Por delante de sus equivalentes anglosajones, un detalle llamativo en una guía tan anglocéntrica, y en clave nacional usurpando su espacio a aquellos que se han dedicado a escribir las historias que lo alimentaron y lo animaron a prosperar.
Este sonoro desequilibrio invita a elucubrar sobre la razón por la cuál se han eliminado los bloques de la ciencia ficción en España o toda la segunda parte de la vieja guía centrada en los autores británicos y estadounidenses. Se puede aducir que, con un medio como internet, ambos carecen de sentido. Cualquier información puede encontrarse ahí disponible de manera más extensa y actualizada. Sin embargo también permitían descubrir un puñado de autores y títulos imposibles de mencionar en la tercera parte, “Los títulos”, ya fuera por su calidad o por alejarse del criterio de Miquel Barceló. Ese rastro fue una de las fuentes de información más provechosas del libro original. Su exclusión conduce irremediablemente a una perspectiva reduccionista, empobrecedora. Retorcida.
Cojamos uno de las decenas de escritores posibles: Thomas M. Disch, aquí referenciado como “Dish”. En 1990 Barceló no se mostraba demasiado cercano, pero la entrada dedicada a su obra ofrecía los títulos que lo auparon como uno de los escritores clave de la new wave y ayudaron a marcar, para bien o para mal, la ciencia ficción de los años 60 y 70, incluso fuera de las fronteras del gueto del género. Esa posibilidad de descubrirlos estaba allí, un guante arrojado a quien quisiera recogerlo. Por contra, la “nueva” guía de lectura sólo cita su nombre en el apartado de la new wave a través de Campo de concentración (“conocido entre nosotros como La casa de la muerte” (sic), un título que apenas tuvo en su edición Argentina hace ya cuatro décadas). El resto de apariciones se reducen a poner en valor Cronopaisaje, del cual Disch supuestamente alabó su calidad literaria, y para citar su condición de impulsor del premio Philip K. Dick. 50 años dedicados a la literatura con tres o cuatro obras esenciales y terminas ocupando un lugar anecdótico en una guía de ciencia ficción básica. Un mero comparsa junto a un escritor de segunda fila tirando a tercera como Michael Flynn, menciones aparte, merece tres títulos en la lista de mejores libros de todos los tiempos, en el contador por delante de Silverberg (1), Ballard (0), Dick (2), Priest (1), ¡LEM! (1). Este detalle pone sobre la pista de la verdadera naturaleza de un libro que apenas acierta a ofrecer un panorama de la ciencia ficción lisiado con premeditación y alevosía.
Trabajar sobre el documento original para actualizarlo requería un trabajo que Miquel Barceló una vez más no ha hecho. No es ya recordar el vergonzosamente inédito nº46 de la colección Nova, su Informática ficción, o los quince años transcurridos entre el anuncio de esta guía y su publicación. Basta observar los múltiples evidencias de lo que la “Nueva” guía de lectura supone: un perezoso ejercicio de corrección sobre el documento original. En estos veinticinco años han aparecido nuevos escritores, los anteriores han escrito nuevas obras, han muerto… Demasiado matute para alguien que ya no está para hacer esta labor. Basta ver en qué se ha convertido la selección de los mejores libros. De las 48 novelas introducidas a partir de 1988 apenas 6 no han sido publicadas por Ediciones B, la editorial con la cual Miguel Barceló colabora desde su fundación. La editorial que publica este libro. Un motivo de peso para invalidar cualquier posible autoridad que se le quiera dar.
Dado que Barceló se permite continuos juicios de intenciones y todo tipo de falacias en su discurso del pelo de
Con Iain M. Banks se produce un curioso fenómeno, me temo que agudizado en España. El hecho de ser un escritor de literatura general (mainstream) con buenos títulos publicados fuera del género (La fábrica de avispas o El puente, por poner dos ejemplos claros) hace que sea muy apreciado por algunos. A veces más de lo que merece.
Desgraciadamente, hay lectores de ciencia ficción que parecen avergonzarse de su afición a este género (algunos dicen que les interesa su «temática» y no su «intención»), y suelen buscar un respaldo «culturaloide» en el hecho de que autores «nobles» de la literatura general (mainstream) hayan escrito también ciencia ficción. Así resulta que, según esa hipótesis (que me sigue pareciendo ridícula), han escrito ciencia ficción desde Platón a Unamuno, pasando por Thomas Moro. Sin olvidar a la pobre Margaret Atwood, que ya no sabe cómo mantenerse al margen del género pese a la «temática» de El cuento de la criada y de Oryx y Crake. En nuestro país contábamos (me temo que muy a su pesar) con la autora de Olvidado rey Gudú que alguien quiere ver como perteneciente al género, aun cuando Ana María Matute no haya estado en absoluto por la labor.
Decir que Iain M. Banks escribe bien desde el punto de vista estilístico y destacarlo por eso en la ciencia ficción es olvidar que, hoy en día, hay ya muchos buenos autores que cultivan el género con un encomiable nivel estilístico, sin necesidad de proceder del mainstream y sin avergonzarse (ni ellos ni sus lectores) del interés por un tipo de literatura que sigue siendo en cierta manera distinta, al menos en su intención (y también en su temática).
me voy a permitir hacer lo mismo.
Detrás de esta “Nueva” guía de lectura se vislumbra una pereza más preocupante que la referida a la redacción. Por lo comentado; por el apartado donde recuerda las diversas definiciones de la ciencia ficción que olvida cualquiera posterior a la primera edición; por las obras elegidas y las flagrantes omisiones que aparecen en los últimos 25 años de ciencia ficción; detalles como que la última gran revista de ciencia ficción anglosajona que se mencione sea la Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine y se olvide cualquier revista electrónica de las que ahora mismo marcan el paso en la publicación en inglés… tengo la certeza del profundo desconocimiento de Barceló sobre el género producido desde mediados de los años 80 más allá de la corriente de la cual se ha surtido para elegir los títulos de la colección que dirigía o satisfacer sus propios gustos personales.
No es ya que no sepa de la labor de cuentistas como Ted Chiang, Greg Egan, Peter Watts, Elizabeth Bear, Ken Liu… No se ha enterado de cómo autores ajenos al género han escrito obras que han llegado allí donde, tristemente, muchos libros escritos desde dentro no han logrado llegar. La carretera de McCarthy, La conjura contra América de Roth, Nunca me abandones de Ishiguro, La mujer del viajero en el tiempo de Niffenegger, La posibilidad de una isla de Houllebecq, Días memorables de Michael Cunningham, Bajo la piel de Faber, Leila.exe de Kunzru… no merecen siquiera una mención condescendiente en plan “Son ciencia ficción, pero mala ciencia ficción”. Esperar que se hubiera dado por enterado de obras publicadas por otras editoriales como La chica mecánica o Visión ciega sí que era ciencia ficción.
En un momento, explica el fracaso de ciertas personas a la hora de valorar la ciencia ficción porque se
ha de poseer una gran inteligencia y una gran amplitud de miras para empezar a saborearla en su vida adulta. Y aunque la inteligencia puede existir, es muy fácil que la mentalidad abierta que exige la ciencia ficción se haya perdido ya en muchos adultos
Creo que Miquel Barceló no es consciente de cómo ha caído bajo los efectos de ese síndrome. Osificado en su reducto de ortodoxia donde lo diferente quedó por debajo del umbral de su percepción y sólo las sagradas escrituras que siguen el rumbo predilecto del buen timonel se deben tener en cuenta. Toda esta guía denota y connota una visión sesgada y tendenciosa en las antípodas de la riqueza y la variedad que hacen a la ciencia ficción merecedora de consideración. Disuadir a un lector de acercarse a este ensayo mediocre va mucho más allá de una mera cuestión de diferencia en el gusto personal; contribuye a no difundir una mirada indolente, parcial, interesada, profundamente victimista y reprimida de un género más complejo de lo que este producto lleno de limitaciones balbucea. Una negligencia de la cual, como explicaré por aquí a final de semana, su editorial es copartícipe. Puestos a elegir, quédense con el ensayo de 1990. Con sus cosas, acertaba a mantener la puerta entreabierta a una pluralidad aquí obliterada.
Para concluir, en la blogsfera parece haber una cierta unanimidad alrededor del libro, sosteniendo su pertinencia y necesidad. Si alguien está interesado en acercarse a esa argumentación, he aquí los enlaces más significativos que he encontrado:
Ciencia ficción. “Nueva” guía de lectura (Ediciones B, col. Nova Ciencia Ficción, 2015)
Rústica. 480pp. 21 €
Ficha en la web de La tercera fundación
“Disuadir a un lector de acercarse a este ensayo mediocre va mucho más allá de una mera cuestión de diferencia en el gusto personal; contribuye a no difundir una mirada indolente, parcial, interesada, profundamente victimista y reprimida de un género más complejo de lo que este producto lleno de limitaciones balbucea.”
Totalmente de acuerdo con el artículo y, especialmente, con esta frase. Pocos libros pueden hacerle tanto daño a la ciencia ficción como este.
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