Hay una determinada categoría de escritores que ofrecen en cada texto una justificación suficiente para la lectura. Es un síntoma de grandeza; quizá no él único, pero sí uno de los más relevantes. Lem es de los escritores que, al menos en la porción de su obra que conocemos en castellano, ofrece en cada página un aliciente, una razón, una reflexión. Todo ello viene a cuento porque ese don es capaz incluso de transmutar un tópico de la cf como el del viajero que vuelve de las estrellas años después de su partida en un material con valor.
Leyendo Retorno de las estrellas se comprenden en parte las razones que llevaron a que Lem se enfrentara a la ciencia ficción estadounidense y la calificara de pueril. El retorno del astronauta Bregg a la Tierra, plagado de insatisfacciones y temores, es toda una contraposición a la imaginería gloriosa, triunfalista, con la que cualquier artesano medio de la ciencia ficción americana hubiera afrontado ese tema. Ojo: por supuesto, no podemos incluir en esa categoría a Thomas M: Disch, pongamos por caso. Pero es que Los genocidas sería al tema de la invasión espacial lo que Retorno de las estrellas al de la vuelta del astronauta: un cruel repaso a un tema trillado para ofrecer una cruda exhibición no convencional, pero bastante más creíble que la mayor parte de la morralla habitual. Sin embargo, lo cierto es que la historia de la cf “de éxito” no la están escribiendo los Lem ni los Disch. Y quizá por eso sea tan necesario reivindicarles como portavoces de la cf “de calidad”, y hacer hincapié en la necesidad de reescribir esa historia de la cf separando el valor histórico de medianías con cierta imaginación para los cachivaches del literario. Creo, además, que es el único medio para lograr la supervivencia del género.
Perdón por la digresión, pero conviene poner a Lem en su lugar. Retorno de las estrellas, volviendo al tema que nos ocupa, comienza con un prolongado capítulo en el que compartimos la incomprensión de Bregg ante el mundo que le rodea cuando vuelve a la Tierra cien años después de su partida. Pese a no ser lo mejor del libro –no deja de ser un recurso elemental-, la forma en la que vamos percibiendo flashazos de la realidad es una muestra del magisterio del autor. Junto al protagonista, iremos captando ciertas claves que irán despejando el panorama de una sociedad que ha dejado atrás los conflictos, pero con ellos, también buena parte de las cualidades que son propias de la humanidad para sumirse en un conformismo bovino.
Sabedor de que la historia que está narrando no se sostiene como totalmente verosímil, Lem apela en repetidas ocasiones a circunstancias forzadas –encuentros casuales forzados, por ejemplo- que le sirven para sus propósitos fabulísticos, aunque puedan perjudicar la redondez de la historia. No habrá en ella, por tanto, final satisfactorio para el lector, como cabía por otra parte predecir de detalles como la visión que Lem nos ofrece en todo momento de la exploración espacial: un sufrimiento máximo, un riesgo baladí para que las hormigas humanas apenas arañen unas migajas del conocimiento escondido en el cosmos.
Retorno de las estrellas no es una de las novelas grandes de Lem. Se queda un poco a medio camino; no tiene la grandeza de Solaris ni el desatado fuste imaginativo de Diarios de las estrellas. Es, nada más y nada menos, una buena novela escrita por un autor solvente, que trata sobre un tema que nos gusta, está resuelta con profesionalidad y aporta instantes de verdadera pasión. Lo cual quiere decir que, dentro de cf pura, es lo mejor que he leído en bastante tiempo,.